El timo de la estampita

Si hay algo que ha provocado en el mundo de la comunicación las nuevas situaciones en política nacional, geopolíticas y sanitarias de los últimos tiempos es un necesario retorno a la importancia de los medios de comunicación con un nivel de impacto considerablemente superior al que habían comenzado a conseguir las redes sociales y sus continuas manipulaciones.

El choque de plano con la realidad ha propiciado la necesidad de un vuelco de la opinión pública, acostumbrada casi a autoadministrarse dosis de autonews tendenciosas y agitadoras de redes, muchas veces con la única intención de aquellos que las propagan de destacar como líder de un pensamiento post moderno cibernético de postureo ideológico y de guerra de ideas, hacia la necesidad de nutrirse de datos continuos sobre acontecimientos, algunos globales, que todos sabemos están marcando y marcarán el futuro de nuestra existencia económica, social y hasta política.

Y no quiero decir con ello que estas informaciones no sigan teniendo impacto en el mundo de la red de redes, sino que la precipitación y aceleración continuada de nuevas situaciones y de nuevos y continuos datos dejan poco margen para que las redes vayan asumiendo de la misma forma ni tantos frentes ni tanta información que, en la mayoría de las ocasiones, supera la capacidad de análisis de los más ociosos.

De hecho, las mismas previsiones sobre lo que debería de haber sucedido se han visto absolutamente afectadas por los acontecimientos. El más que probable adelanto electoral para esta primavera en Andalucía y en España ha sufrido el contrapié de lo acontecido en la dirección del Partido Popular o las enormes oscilaciones en la intención de voto reflejadas por las encuestas que desaconsejan en estos momentos tomar esa decisión. No obstante, el pan sigue haciéndose en el horno, aunque a fuego más lento, y no sería una locura pensar que no llegaremos al verano sin esas convocatorias. Si las cosas se vuelven a torcer, sin duda, será para comienzos del otoño, a lo más tardar.

En este sentido las diferencias marcadas por el PSOE de Sánchez no dejan de chocar con los objetivos políticos e ideológicos de sus socios en el Gobierno que, no olvidemos, coinciden más con los de los otros socios en el Congreso, partidos nacionalistas y ultranacionalistas, que sostienen en el poder a Sánchez por la falta de otra alternativa de la que pudieran sacar más tajada y sobre la que pudieran ejercer mayor chantaje.  En este aspecto cabe destacar que los de PODEMOS hayan mostrado tanta preocupación por la situación de las clases más desfavorecidas con medidas como el ingreso mínimo vital que, tan mal gestionado, podemos decir que hasta el momento ha sido un enorme fracaso que sólo ha llegado a una mínima parte de las personas que tuvieran derecho a acogerse a ellas, y que se despreocupen tanto por la elevada inflación, el altísimo coste de la energía o de los carburantes que en época de Rajoy era motivo para pedir su dimisión cuando la subida en aquél momento fue mínima.

Sánchez, por su parte, aplaza la toma de decisiones sobre los carburantes a finales de mes con el cinismo de saber que el precio del barril de brent ha bajado lo suficiente como para, llegada esa fecha, poder ponerse las medallas de ser el artífice de la bajada de la gasolina. Con lo de la luz se ve que no sabe qué hacer, aparte de incumplir de nuevo más y más promesas, como aquella que hizo en noviembre pasado de que se propiciaría una bajada considerable antes de final de año. ¿A qué año se refería?

Y si hablamos de política internacional, en lo que respecta al papel de España mejor no presumir de algo más que de una ciudadanía que ha demostrado estar muy por encima del nivel de quiénes la gobiernan. Un país cuyos ciudadanos han sido los que mayor respuesta humanitaria han dado de toda Europa no merecen a una clase política descalificada en los frentes internacionales y que se menosprecia entre sí desde el mismísimo Gobierno.

Hasta responsables militares ucranianos han llegado a advertir a España que desconfíen del Gobierno en el que se encuentran comunistas apoyados por el mismísimo Putin para llegar al poder y desestabilizar al país y a Europa. Está claro que a ciertos niveles fuera de nuestro país tienen información y posicionamiento mucho más claro que muchos españoles que siguen absolutamente absorbidos por una formación política a la que se la ha visto mentir más que hablar y enriquecerse muchísimo más que demostrar acciones políticas que consigan hacer de España un país económicamente fuerte. Más bien mucho postureo, pan para hoy y mucha, pero que mucha hambre para mañana. Eso sí, tenemos la desgracia de que la inteligencia de muchos soluciona ese hambre despoblando los supermercados cada vez que se produce cualquier hecho que amenace sus despensas. Muy grande tendrían que tener esa despensa y mucho para invertir en llenarla si creen que estarían a salvo.

Y por si no tuviésemos bastante volvemos a verle el trasero al Presidente tras su más que evidente bajada de pantalones de hoy aceptando la propuesta de Marruecos sobre un territorio autónomo para el Sáhara, algo que está muy alejado de las posiciones que nuestro país ha mantenido desde siempre. Se ve que Sánchez no mueve ficha si no es bajo chantaje o para que le tengan en mejor estima, habida cuenta de las actuales relaciones del país marroquí con Estados Unidos y su posición estratégica también respecto a Rusia. Por no hablar de la necesidad que tenemos de que se reabra el gaseoducto que conduciría el preciado material desde Argelia. ¿Será esa la moneda de cambio? ¿Realmente se sentirá un estratega el Presidente Sánchez cuando toma estas decisiones? ¿Tanto aprecian los de PODEMOS su silloncito en el Gobierno que parece no importarles comulgar con ruedas de molino no sin antes pasar por el molino al propio Gobierno?

En definitiva, estamos ante un Gobierno que sólo se pone realmente de acuerdo para subirnos los impuestos, vendiéndonos que es por nuestro bien y un Presidente que promete que arreglará los problemas cuando sabe que se arreglarán solos, a pesar del alto coste para los ciudadanos en el tiempo en que pase hasta que suceda. Mientras tanto no dejan de enriquecerse en el Gobierno más costoso de la Democracia de nuestro país. Esto me recuerda, cada día más, al timo de la estampita.

Con Ucrania es complicado predecir a estas alturas. Si bien, como ya indiqué en anteriores artículos, la guerra no puede alargarse mucho de ninguna manera, todo dependerá del fanatismo de Putin, de su nivel de locura, y del apoyo que pueda tener de China, otro referente que mide milimétricamente su toma de decisiones ya que sabe que pone en riesgo su mercado; su gran tesoro que ha ido acumulando con el trabajo deshumanizado y en condiciones precarias de millones de ciudadanos que trabajan de sol a sol para que, desde Occidente, podamos acceder a productos que no somos capaces de producir a tan reducido coste porque, somos tan buenos y a la vez tan hipócritas, que defendemos los Derechos Humanos en nuestros países pero no nos importa beneficiarnos de la vulneración de los mismos ni de las condiciones laborales que para nosotros serían inaceptables de seres humanos de otras latitudes con tal de satisfacer nuestras necesidades a un mejor costo, a pesar de que este sea moralmente tan elevado. Y ya os digo que esa es una de las grandes asignaturas pendientes de la política internacional a través de una ONU que funcionase como debiera.

Y volviendo a Putin, a ese ser que, en teoría, y según la Constitución rusa, debería acabar en 2024 su segundo y último periodo como Presidente de su país, pero que llevó a cabo una reforma constitucional en 2021, al más puro estilo bolivariano, para prorrogar sus reelecciones hasta 2036, creo que no le conviene otro escenario que un acuerdo lo más inmediato posible con Ucrania que le permita salvar el poder venderse como un héroe ante los manipulados rusos. Eso o arrasar Ucrania, lo que le supondría la peor de las derrotas ante los suyos y ante el mundo. Pero, muy especialmente, ante sí mismo.

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