Echas un vistazo a las redes sociales, a la televisión, a la publicidad y sabes que aquella mujer que ose mostrar libertad, sonrisa y picardía se la tachará de provocadora. Provocadora por amar y ser amada. Provocadora de provocar sonrisas. Provocadora del hombre a quien debe gratitud. Provocadora del amor que multiplica en sus hijos. Provocadora de la belleza que inspira, de la que aquellos que la critican, carecen por dentro y por fuera. Provocadora de una actitud, de unas curvas, de un pensamiento, una presencia, una mirada, un golpe de melena e incluso hasta de un silencio. Provocadora por ser MUJER.
Ciegos y anestesiados nos quieren ante la belleza. Se ensalza lo grotesco, se eleva lo vulgar a lo celestial, se aplaude a las minorías victimizando a las que aman la libertad, mientras que van marginando lo femenino y sensual… no vaya a ser que se pise la obsesión de igualar a las mujeres en la mediocridad. Echo de menos esa maravillosa diferencia que la naturaleza nos otorga por ser hombre o ser mujer y me niego a entrar, en el debate de los binarios, no binarios y demás nomenclaturas, sobre todo, porque no son esas minorías quienes miran de reojo a las mayorías, sino una parte de esa gente de extrema izquierda desencantada de sí misma y de sus vidas quienes señalan indignadas a la gran mayoría que las respeta.
Tenemos una publicidad institucional que gasta ingentes cantidades de dinero en victimizarnos y señalarnos como mero floreros del macho, como almas cándidas y desvalidas y nos quieren trasladar la necesidad de pertenecer al selecto grupo de mujeres que nos salvarán de un heteropatriarcado que sólo habita en sus mentes. Siento enorme tristeza al ver cómo se quiere manipular a la juventud que con el falso espejismo de la igualdad intentan aniquilarles el espíritu crítico, pensamiento y personalidad. Esas chicas jóvenes a quienes se les machaca con la idea de un hombre violento, machista y posesivo y al que hay que castrar en vida antes de que muestren cualquier signo de debilidad o romanticismo. Ese hombre no les sirve para su relato.
Se les olvida que muchas de las mujeres de esta generación somos madres, trabajadoras y sobre todo individuos libres que obviamos hasta la saciedad su mensaje y que educamos a nuestros hijos en la igualdad real, esa que ama y respeta al prójimo. Pero desde la razón y el corazón. No sé el resto de mujeres si reprimirán su condición de féminas femeninas singulares, pero en mi caso espero seguir luciendo libertad de pensamiento, orgullosa sonrisa y provocación hasta llegar a cumplir así 108 años, tal y como lo hiciera mi querida, equilibrada y coqueta abuela Esmeralda (1910-2018). ¡Qué duro es ser una mujer provocadora con una ministra de Igualdad tan soez como impostada!
A ratitos escribo cosas.
Cuando me inspiro.
Cuando me deja la vida.
Cuando se me van las manos.
Cuando me rodeo de silencio.
Cuando dejo el pudor dormido.
Cuando bailan mis palabras.
Pero sólo a ratitos de los buenos.
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