Solo sé que no sé nada

El pasado 29 de marzo se aprobó el Real Decreto por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la ESO. Al día siguiente, ya en el BOE, pudimos enterarnos bien de qué iba la vaina. Y no va de otra cosa que de bajar el nivel académico todavía más y de impregnar todo de feminismo y propaganda progre; de convertir a los jóvenes en auténticos zombies, en amebas, en seres lobotomizados pegados al teléfono todo el día, listos para ser manipulados al antojo de, cómo no, Pedro Sánchez. Ni más, ni menos.

La ministra Pilar Alegría Continente, sustituta de Celaá, nos trae un texto que rezuma por todos lados el hedor de los artistas antes conocidos como Los Marqueses de Galapagar, dónde se desarrolla el contenido de las asignaturas y la línea de enseñanza para alumnos de 12 a 16 años. Así, entre una cantidad ingente de desvaríos, podemos observar que eliminan el estudio de la Historia de manera cronológica, adornan materias como Geografía, Física o Lengua con ideología de género, ecodemocracia y relaciones socioafectivas, introducen el estudio de los animales como seres sintientes y dan un enfoque socioemocional a las nuevas Matemáticas inclusivas con el fin de que estas acaben siendo atractivas para las mujeres a golpe de decreto. ¿Que no te gustan las mates? pues las nuevas mates trans te van a flipar.

Entre todo este disparate, cabe destacar que se quitan de un plumazo la optativa de Filosofía. Desde mi punto de vista, debería ser una troncal, pero bueno, de qué sirve el pensamiento crítico en los tiempos que corren, ¿no? Claro que escuchando a Gabriel Rufián ya sabemos por dónde van los tiros. Según él, que tiene más de tronista que de diputado, de haberse impartido correctamente la asignatura de Filosofía, VOX no contaría con tantos votos. Entonces me pregunto, ya que forma, en cierto modo, parte del Gobierno, ¿por qué no propone que se enseñe la Filosofía correctamente? ¿No sería más fácil darle más importancia a la asignatura para así conseguir que VOX desapareciese?

Probablemente, Superman sabe que eliminando la Filosofía del juego se consigue una sociedad aún más anestesiada y que quizá, con gente más inteligente suelta por las calles, su chiringuito separatista podría irse al traste. Aunque tampoco deberíamos descartar la posibilidad de que se viesen superados a la hora de desarrollar el temario y no hayan sido capaces de explicar a autores como Sócrates con perspectiva de género y quitarse el marrón de encima ha sido lo más sencillo, quién sabe.

Lo que realmente me pone de mal humor es que todo esto lo hacen con una impunidad pasmosa. Nadie sale a la calle a luchar por la educación. Esta vez no se han quemado contenedores en la Castellana y ni los estudiantes ni la Marea Verde han salido a lloriquear por las ciudades. Como siempre, con este Gobierno, los funcionarios y sindicatos desaparecen siempre que los sueldos se mantengan en su sitio y otra vez, los tan queridos docentes nos demuestran de qué pasta están hechos y que lo único que les mueve es la guita, las amplias vacaciones y las pocas horas lectivas.

A lo largo de mi vida me he topado con un montón de niñas tontas cuya vocación, decían, era enseñar, cuando la realidad era simplemente que habían descubierto el secreto de la felicidad: ser maestras. Los buenos docentes saben perfectamente de qué estoy hablando y sé que todos nosotros, los mortales, en algún momento hemos sufrido en nuestras carnes a un mal profesor endiosado que lo único que consiguió es que aborreciéramos la asignatura que impartía.

Soy consciente de que hoy ganaré muchas enemistades con lo que estoy diciendo y que, como pasa con los médicos, todo el mundo conoce a un profesor que se queja muchísimo, que nos recuerda todos los días que es buenísimo, que trabaja muchísimo, que no da abasto con tantos alumnos malísimos y que por empatía se ha ganado nuestro apoyo incondicional. Es normal, en España hay más profesores que judías y les gusta demostrar lo mal que viven más que a un tonto un lápiz. Se rasgan las vestiduras cuando sus manos, en vez de tener callos, sólo están manchadas de tiza y si han pisado una fábrica, ha sido en alguna visita escolar. Se han camelado a la sociedad yendo de víctimas y ahora actúan como la Mafia Siciliana presionando sólo cuando les interesa. Saben que el Estado es una fuente de la que no para de brotar dinero: consiguen sus dos mil cuatrocientos pavos al mes, se pegan tres meses de parranda al año, van al instituto treinta horas a la semana y a vivir que son dos días.

Lo triste es que casi ninguno sale a pedir que se retire la ley Celaá y a la mayoría le importa un bledo que España se sitúe al final de la cola en calidad de educación. Luego vendrán los llantos y las quejas cuando los alumnos les peguen en clase y cuando los padres se den cuenta de que no dan palo al agua con el dinero de todos o cuando abran los ojos y vean que la culpa de que los chavales no sepan situar el Tajo en un mapa es simple y llanamente suya. Ya llorarán.

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