El periodismo de Cristina Martín Jiménez está en las antípodas de las redacciones de la prensa tradicional caracterizándose, entre otras cosas, por una vehemente dulzura que refleja en sus trabajos y en la información que día tras día publica en sus redes sociales. El trato con sus lectores, además, es exquisito. Tras más de dos años de vorágine pandémica, Cristina ha sacado a relucir su vocación por el periodismo de guerra, combinando en La verdad de la pandemia y en La Tercera Guerra Mundial ya está aquí (Ediciones Martínez Roca)-este último libro es un apéndice prolijo del primero- un amplio espectro de temáticas: psicología, historia, tecnología, literatura, geopolítica, educación, espiritualidad… Complementando su labor con citas celebres, compartiendo mensajes de sus seguidores y haciendo de su estilo una maldita hemeroteca acerca del argumentario publicado y difundido por los popes del lobby GAFTAM. Cristina, refleja en el libro su admiración por el Premio Nobel de Medicina de 2008, el virólogo Luc Montagnier (Q.E.P.D.).
Si algo resaltaría de su último libro sería su basamento en la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, comúnmente calificada como “distópica” o “profética”, pero que la autora considera que es “desiderativa”, ya que explica cómo Huxley fue amamantado de teorías filosóficas y científicas en las que la ley del más fuerte prevalecía sobre el ser humano débil. Providencialmente, he leído antes Un mundo feliz que La Tercera Guerra Mundial ya está aquí, eso me ha hecho entender muchas cosas del trabajo de Cristina.
Cuando adquirí el primero, el librero me aseveró que el libro de Huxley se parece más al mundo actual que 1984, de George Orwell. Entiendo lo que me quiso decir, pero considero que ambos libros clásicos comparten visos con la situación que atravesamos, ¿o es que ya nos hemos olvidado del estado de alarma a nivel nacional declarado inconstitucional, por partida doble, por el TC? Venimos de un tiempo muy siniestro en el que la geolocalización de la población se ha sofisticado con la excusa de la crisis del coronavirus, así como la hiperregulación.
Se me vienen también a la mente las palabras del general de la Guardia Civil que abiertamente desveló, mientras leía un papel, las líneas de trabajo de las FCSE en cuanto a “evitar el estrés social” que producen los bulos y a “minimizar el clima contrario a la gestión de crisis del Gobierno”. Respecto a más parecidos covid-orwellianos, tampoco es menos cierto que los umpa-lumpas que se dedican a reescribir la Historia en Wikipedia, han ejecutado su particular olvido a la escritora protagonista del presente artículo, borrando de la autodenominada “enciclopedia de contenido libre” todo rastro de su prestigiosa biografía profesional.
Otro eje fundamental del libro es la relación de la amenaza globócrata de la Agenda 2030 -desmenuzada por Cristina- con el transhumanismo y que tanto el Ministerio de la Verdad de los mass-media como la Big Tech ejercen una colaboración necesaria. Siendo puristas, la Agenda 2030 en una hoja de ruta abocetada en el seno de la ONU (suscrita para España por Mariano Rajoy en 2015) pero son otros órganos supranacionales como la Unión Europea (EU Green Deal y el plan de recuperación Next Generation EU) y el Foro de Davos (Great Reset) los que la han desarrollado. Todo ello bajo el telón de fondo de un coronavirus, que ya tiene una omicroniana variante asturiana, según los medios del sistema comprados con publicidad institucional, por la Big Pharma y fondos de inversión como BlackRock.
Paralelamente, la Agenda Transhumanista, mantra de la que yo considero la iglesia de la inteligencia artificial, cuyo máximo gurú es Elon Musk, ocupa otro puesto nuclear en el último libro de la escritora sevillana, que detalla con absoluto rigor la manera en la que para el mundo contemporáneo, lo más fácil es tomarse la pastilla de soma y que “gracias” al tándem Musk-Gates (aparentemente, uno “conservador” y otro “progresista”) el implante cerebral en monos felices que se pasan el día jugando a videojuegos será una realidad en humanos en un futuro no tan lejano. La mayor damnificada, como en el 100% de los designios de la globocracia, es la libertad del ser humano, libertad que los cristianos estamos convencidos que viene exclusivamente de Dios, no de ningún faraón que nos ofrezca una estafa piramidal al uso. Cristina, además, denuncia que los estados están volviendo a incorporar el totalitarismo teocrático en las instituciones.
Tras la lectura, me reafirmo en la idea de que esta “guerra mundial”, cuyo objetivo a batir es la soberanía nacional, no va de izquierdas y derechas. Por desgracia, en España, todavía no está la mayoría de la sociedad civil preparada para abandonar dicha dicotomía que se encuentra sellada en el subconsciente de cada españolito desde su más tierna infancia. Primero fue el Black Lives Matter, luego la marea verde proaborto, seguidamente lo hizo el bicho y ahora tenemos una guerra que lleva librándose desde 2014 –pero que hasta que los medios y los políticos occidentales no han empezado a hablar de ella, no existía para el común de los mortales- la programación sin microchip cerebral incrustado está siendo todo un éxito del Gran Hermano.
En base al libro, si tuviera que definir tercera guerra mundial, lo haría con la siguiente acepción: dícese del conflicto geoestratégico posterior a 1945 –ya sea político, económico, religioso o étnico; incluyendo también las epidemias, el terrorismo islámico, la carrera espacial y el ciberespacio- en el que se catalizan las intenciones de las organizaciones globócratas en torno al derrocamiento de EEUU como primera potencia mundial. Estando todo esto, coordinado con la deformación de la realidad por verificadores y expertos que normalizan un lenguaje bélico.
Si tiramos de hemeroteca, llevamos varios años inmiscuidos en esta tensa Mátrix, descaradamente. Con la colaboración necesaria del propio gobierno de EEUU (salvo Donald Trump en la mayoría de ocasiones) y la del resto de estados del mundo libre, financiados por magnates como Soros o Gates; con la ayuda inestimable del conservadurismo y del progresismo, de las jerarquías religiosas y del ateísmo militante. Nos está quedando un mundo feliz ingsociado (por Ingsoc) en donde la caza mayor es nuestro locus de control interno, nuestra esperanza y el amor entre humanos, con uno mismo y con Dios; promocionándose el ocio gratis y las ideologías estancadas en el culto al líder, haciendo que vayamos vendiendo poco a poco nuestra libertad por un plato caliente de lentejas. En fin, les deseo una buena lectura del libro y que sea, si no lo son ya, unos indómitos luchadores.
He estudiado Producción de Audiovisuales y Espectáculos
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