¿Prohibir o regular?

Estos días nos vuelven a distraer con asuntos, que no son triviales, pero tampoco perentorios. Más cortinas de humo. Me refiero a querer acabar con el oficio más antiguo del mundo, lo que es un disparate, máximo si quienes proponen o alientan esas medidas, son los clientes más fieles. 

Existe prostitución porque hay demanda, de lo contrario ni existiría. El sexo no es una ciencia exacta y menos si lo asociamos a eso que llamamos “Amor”, pues ambos pueden darse juntos o separados. Hombres y mujeres buscan el placer a lo largo de sus vidas, con mayor o menor fortuna, privarlos de esa búsqueda sería una temeridad, ya que podría llevarnos a que algunos de ellos echaran mano a la violencia para conseguirlo. 

No todos consiguen tener relaciones sin pago, para satisfacer sus deseos. Ello no impide, no obstante, que se persiga a las mafias que actúan en todo el mundo y que tratan con seres humanos aprovechándose de su desesperación, o hambre. Hay que perseguir a esas mafias, colaborando a nivel internacional y acabar con sus actuaciones criminales hasta erradicarlas. Pero pretender cortar por lo sano sin hablar tan siquiera con la parte más importante, es decir, la prostituta, es un brindis al sol que las sociedades no pueden permitirse. 

Pongamos un ejemplo, hay mujeres que ganan más de tres mil o cuatro mil euros al mes y que te miran con desprecio cuando les ofreces novecientos mil euros por ocho horas de trabajo en una oficina, no quieren ni oír hablar del tema. Por tanto, el asunto es más peliagudo de lo que nuestras necias e ignorantes autoridades nos quieren hacer creer. Hay oferta, insisto, porque hay demanda y esto desde muchos, muchos años. Así que antes de prohibir tocaría, decidir qué es lo mejor para regularizar un trabajo que algunas mujeres ejercen de forma voluntaria, sin ser obligadas a ello. De lo contrario seguirán prostituyéndose pero esta vez de forma clandestina y con mucho más peligro para sus vidas. 

Evidentemente, nosotros vivimos en una sociedad tan hipócrita que asistimos al espectáculo de que, los clientes más poderosos, son los que más gritan para abolir estas prácticas. Las mujeres que hacen la calle, la mayoría de ellas me producen respeto porque, como trabajadora social, sé que a veces la vida te lleva a hacer cosas que no hubieras hecho en otras circunstancias. Cada persona, tenemos detrás de nosotros una historia, una vida y si fuéramos realmente “progresistas” tendríamos los recursos suficientes para que nadie tenga que vender su cuerpo por pura necesidad. 

Así pues, debemos exigir soluciones ajustadas al problema que se quiere resolver, pero no desde un “buenismo feminista” totalmente ajeno a la realidad. Legislar para que accedan a su regularización podría ser el comienzo de una posible negociación entre los agentes implicados. Muy al contrario, desde el Gobierno se propone perseguir al cliente, siempre que no sean ellos claro, pensando que las multas les harán recapacitar. 

La pregunta sería ¿no es mejor que se pague por un servicio a que aumenten las brutales violaciones? Porque, evidentemente, tener sexo en un país cuyos ministros están de camisa de fuerza, es y cada vez será más, un deporte de alto riesgo, con un billete a comisaría. 

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2 Comments

    • Lo que no hay es voluntad de acabar con las mafias, porque normalmente los gobiernos están implicados, ya que es el segundo mayor negocio después de las drogas o las armas, que ya no recuerdo.

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