¿Y ahora qué?

A falta del voto de los residentes en el extranjero, los resultados electorales están ahí y el sentimiento de miles de españoles que aún no dan crédito a los números del pasado domingo es ¿qué va a pasar ahora? Ni unos pensaban sacar tantos escaños, ni los otros tan pocos. Conclusión: por mucho que se le dé la vuelta, por mucho que se quiera decir, Sánchez tiene los números a su favor y no va a dejar escapar ese trono dorado en el que se le lleva aguantando desde hace cinco años y, si no hay un milagro, habrá que soportarlo otros cuatro de legislatura.

Dicho esto, cabría reflexionar sobre varios aspectos. El primero a cerca del protagonismo que han tenido, o esa es la sensación que ha habido, de las agencias demoscópicas o análisis o como quiera usted llamarlas. Si han corrido ríos de tinta en contra de Tezanos, desde estas columnas de Minuto Crucial los primeros, ¿por qué no se ha de hacerlos contra aquellas que llegaron a dar hasta la mayoría absoluta al Partido Popular? ¿No tiene que dar ninguna explicación cuando con un sesenta por ciento escrutado, aún seguían en sus trece, diciendo que lo números iban a cuadrar?

En una tertulia de estos días postelectorales, Carolina Bescansa, independientemente de que no sea santo de mi devoción, dijo una cosa curiosa, al menos para los profanos en la materia, como una servidora. Hablaba de una teoría que lleva estudiándose en Estados Unidos hace mucho tiempo, la teoría del caballo de carreras o algo similar. El asunto es que los americanos tienen demostrado que, en determinados casos, como ha ocurrido en esta campaña electoral, cada agencia demoscópica ofrece continuamente datos para ver qué partido va en primera posición y así hasta que, durante ese periodo preelectoral, no importa denunciar lo que el gobierno ha hecho mal en su mandato, no importa mostrar al ciudadano cuál es el proyecto político de cada formación. Lo único que importa es llegar el primero en las encuestas. Resultado: batacazo.

Por otro lado, si algo ha quedado demostrado este fin de semana es que da lo mismo lo que hagas, es indiferente que tus leyes favorezcan a los delincuentes, que coloques a tus peones en los distintos poderes del Estado para que desaparezca esa independencia y dependan de ti, del amo. Que el Tito Berni reciba comisiones por todas partes entre otros turbios asuntos es algo secundario. Por no hablar de la economía, el empleo o directamente el vagón de cola europeo en el que llevamos instaurados una muy larga temporada o sencilla y llanamente los ahora llamados cambios de opinión. Todo eso y mucho más es lo que a la vista de los resultados y, como se suele decir, las urnas han hablado, al votante no le importa. Todo eso es lo que se ha legitimado y blanqueado con los votos del pasado domingo.

Y, por último, la política tiene dos cabezas o dos mitades o cómo usted quiera denominarlas: la matemática y la moral. Los números le dan a Sánchez, para gobernar. Que nadie dude que los va a utilizar, es más, posiblemente esas reuniones que van a mantener después de verano con calma, es una mentira más a la que España está acostumbrada: lo tiene hablado y más que hablado, pero lo más preocupante es, cuál va ser el precio a pagar. Luego está la vertiente moral, la que debería de estar muy presente en todos los dirigentes, pero que desgraciadamente, por mucho que intente convencer al ciudadano, cada vez escasea más. ¿Cómo explicarle al ciudadano que el partido más votado, el que más escaños ha sacado, no va a gobernar? ¿Cómo se le puede justificar a un estudiante que se esfuerza y aprueba todos los exámenes que se quede sin plaza en la universidad? ¿Cómo se puede convencer al ciudadano cumplidor con todas y cada una de sus obligaciones, que tiene menos derechos que un delincuente? Que, dicho sea de paso, también dispone de más derechos que el policía que le ha detenido.

Entonces ¿y ahora qué? Pues ahora a sentarse delante del espejo y a soportar, si es que eso es posible, el todo vale, el autoritarismo, la política del demérito, de la mentira, de la falsa noticia… de Pedro Sánchez en estado puro. Y, por supuesto, a quien corresponda, disfrute lo votado.

Haizea Delgado