De camino a la nada

He encontrado unas curiosas recopilaciones musicales en Youtube con títulos como “Canciones para caballeros”, “Canciones que te hacen sentir como un jefe de la mafia” o “Canciones que te hacen sentir como Lucifer” (hace referencia al personaje de la serie televisiva “Lucifer”). Algunos de estos álbumes van acompañados de imágenes del famoso drama británico “Peaky Blinders”, también hay uno que reza: “Canciones para sentirte como el antihéroe”, teniendo en cuenta que la gente no suele distinguir entre un “antihéroe” y un villano pues… vamos listos. El antihéroe, puede mostrar mal comportamiento, pero tiene principios nobles, no hace el mal por hacerlo como es el caso del “villano”, no quiere ser el “amo del Mundo” y siempre acaba ayudando al más débil, aunque a veces sea a regañadientes. Creo que para entender esto no hay mejor ejemplo que “El loco Max”.

En el ámbito de los cómics hemos visto el lado oscuro de Spiderman y del “superhéroe por excelencia”, Superman. Los de La DC Comics han menospreciado a otro de sus personajes más longevos, después de Clark Kent, Batman, en una de las últimas versiones cinematográficas (dentro de “La Liga de la Justicia”) es presentado como ese personaje cuyo superpoder “es ser rico”, Mr. Wayne es mucho más que eso.

La Marvel permite que se descubran las identidades de los protagonistas dentro de la propia ficción, al menos esto es lo que ocurre en la versión cinematográfica de “Ironman”. Es poco menos que una herejía, puesto que el “anonimato” del héroe es uno de sus rasgos más atractivos y definitorios. Primero porque el héroe no busca notoriedad, simplemente hace lo correcto y no necesita fama. Segundo porque es un recurso para hacer que el lector/espectador sienta que es cómplice del propio héroe ya que conoce su “identidad secreta” mientras que el resto de participantes de la trama viven en la ignorancia. El espectador disfruta “guardando el secreto” y siente que forma parte de la vida de su héroe. Y es que en esto de destruir al “mito” se ha convertido en una práctica común y ni “El Dios del Trueno” se libra.

Con todo esto no quiero decir que “el malo” no tenga su “aquel”, de hecho, hay villanos realmente fascinantes como Lex Luthor, “El Joker” (ahora es una “vísssstima del sistema”) o el Dr. Octopus, entre otros muchos. Un superhéroe debe tener un contrincante a su altura, es decir un supervillano. Monstruos como el alienígena devora hombres Venom o el vampiro Dr. Morbius han sido elevados a la categoría de “superhéroes” y es que tengo la terrible sensación de que poco a poco se ha roto la barrera entre unos y otros, difuminándose entre sí, al final va a resultar difícil saber cuál es la “línea que separa el bien del mal”.

Pero esta “manía” de caracterizar alegremente y justificar la maldad no ocurre sólo en los cómics. Véase sino como sibilinamente la figura del “chupasangres” ha ido mejorando notablemente desde hace décadas. Tenemos “sanguijuelas” tan atractivos como “Tom Cruise” o “Brad Pitt”, adolescentes encantadores (La saga “Crepúsculo”) y una nueva y conmovedora versión del vampiro más famoso del Mundo, Drácula (“Drácula, La leyenda jamás contada”). ¿Y qué me dicen de la figura del “asesino en serie”? Como por ejemplo “Hannibal Lecter”, seguro que a más de uno le resulta atractivo este personaje, personalmente lo encuentro patético, pero eso es harina de “otro artículo”.

El colmo de los colmos es encontrarme con una serie de libros infantiles cuyo personaje principal es “El joven Moriarty”. Cómo es posible que el detective de los detectives se vea eclipsado por su antagonista, su “némesis”. ¿Acaso James Moriarty es mejor ejemplo para los niños que el propio Sherlock Holmes? Es verdad que el Señor Holmes no es perfecto, es más, presenta rasgos de “antihéroe”, sus “neuras”, su “drogadicción”, etc, pero de preparar y presentar un personaje que guíe e inspire a los más pequeños ese debería ser “El joven Sherlock Holmes” y no “El joven James Moriarty”.

Como ya comenté en líneas anteriores, ambos bandos salen perdiendo, héroe y villano se han fundido en un solo “ser”  y de paso han sido despojados de sus respectivas identidades. Desde un punto de vista social el problema estriba en que los “modelos” a seguir, los que deberían inspirar valores como la lealtad, la compasión, la empatía o el respeto por la ley y el orden son confusos porque todo es “relativo”. Si se atiende al aspecto puramente artístico, todos los personajes se ven gravemente afectados ya que han sido despojados de sus respectivas identidades, de aquello que, para “bien o para mal”, los hace únicos.  

A veces pienso que los artistas carecen de imaginación puesto que trabajan sobre las creaciones de otros y lo hacen con una falta de respeto pasmosa. Es como si no fueran capaces de confeccionar sus propios personajes e historias, conseguir lo que otros ya han logrado, que no es otra cosa que la de engendrar nuevos héroes que marquen una época introduciéndose en el subconsciente colectivo para que sean recordados durante siglos. Mucho me temo que es algo que se está haciendo a propósito, no es por falta de talento. Como en el mundo real los entes de ficción también se están viendo afectados por la “locura global” donde todo es relativo, es decir “donde todo es nada”.

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