Los profesionales del hospital bilbaíno de Basurto están en pie de guerra contra el traslado de la unidad de cirugía cardíaca al vecino hospital de Cruces. Aunque, dicho de esta manera, no suena todo lo indignante que realmente es. Como denunciaba Carlos García, concejal del Partido Popular en la capital vizcaína, se trata de una muestra más del desmantelamiento que está ejerciendo el gobierno de Iñigo Urkullu en la sanidad pública vasca.
Nadie entiende esta postura por más que desde el Gobierno Vasco se intente justificar lo injustificable. De hecho, la propia dirección del departamento afectado encabezaba la manifestación del pasado junio que finalizó frente al consistorio bilbaíno y que solicitaba algo tan sencillo como que no se cierre una de las unidades quirúrgicas más importantes del hospital, hecho que lo único que producirá será aumentar los tiempos de espera y deteriorar una sanidad pública bastante tocada.
Y es que, a todo lo anterior se le suma lo habitual en el resto del territorio nacional que se está convirtiendo en norma: falta de SAMUR, médicos de familia, pediatras, etc. Como el mismo edil manifestaba en redes sociales, algo tendrá que decir el propio alcalde. ¿O es que acaso, el máximo mandatario de una ciudad como Bilbao no puede pegar un golpe encima de la mesa y mostrar el malestar ante sus jefes? Pero claro, que difícil es morder la mano que te da de comer…
Aquello que realmente debería preocupar es que Osakidetza, el Servicio de Salud Vasco, con uno de los presupuestos más altos del panorama nacional tome decisiones como esta, lo cual solamente puede significar que vienen tiempos turbios. O buenos, depende del punto de vista. La sanidad privada está haciendo su agosto particular. Realmente, lo lleva haciendo bastante tiempo. Y eso tampoco debería de considerarse malo. El problema es que no se puede estar criticando y atacando a la empresa privada en general, poniéndolos como auténticos demonios capitalistas y luego, dedicarse a pisotear la punta de lanza del estado de bienestar social que algunos tienen todo el día en la boca.
Porque esos mismos solo saben sacar pecho de la sanidad pública. El hecho de que sea ‘gratis’, universal y puntera, no vale. Es importante, por supuesto, eso es innegable, pero solo con eso no vale, o al menos, no hay que conformarse: cierres de ambulatorios, listas de espera para operaciones interminable, camas en los pasillos… no es algo de lo que sentirse muy orgullosos. No se puede machacar a Amancio Ortega por donar máquinas, caras, muy caras, a distintos hospitales y luego tener cualquier ambulatorio de la costa mediterránea sin aire acondicionado porque el que había ha pasado a mejor vida.
Pero es que los fallos no solo están en el propio sistema. Empiezan antes de dar el propio servicio, en la misma universidad. Siempre la misma queja: no hay suficientes sanitarios. Y, sin embargo, las plazas universitarias no aumentan. Todos los años miles de buenos estudiantes se quedan fuera porque tuvieron un mal día en cualquier examen y eso les bajo unas décimas la nota de acceso. Pero bueno, esto es un tema que merece un artículo aparte, uno muy largo… Lo más preocupante de lo ocurrido en Bilbao es que uno le pone el cascabel al gato, y el resto de las comunidades se envalentonan. Y como este país ya está más que acostumbrado a los recortes y asumirlos como habitual, pues nada, a seguir apretando el cinturón del de siempre, que no se queja y siempre habrá alguien que se aproveche de la situación.
A nadie le extraña hoy en día el hecho de contratar un seguro privado, es más, en determinados círculos, y no adinerados precisamente, es frecuente. Es muy lícito, no será la que suscribe estas líneas quien lo critique. Lo que habría que preguntarse es por qué si España tiene un sistema sanitario tan maravilloso, cada vez hay más gente que decide pagar una cuota mensual de su propio bolsillo por lo que pueden obtener “gratis”. ¿No será que algo falla? Quizás la culpa sea del cambio climático, que ahora está muy de moda.
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