A la caza de la turista

Las andanzas de Jonko, mis andanzas, comienzan en un abismo en donde el placer y la curiosidad se encuentran. La primera escena está situada en un parque, en aquel espacio extenso que podría sonar a escapado en Madrid. Sí, El Retiro con una gran charca y lugares en los que el paseo te hacen sentir que conectas con la naturaleza. Sentada en un banco, se encontraba una mujer comiéndose unas pipas, con sus gafas de sol bien colocadas y disfrutando de ese astro que apretaba. Para ser exactos, marcaban los 45 grados, aún más calor sentía yo cuando observaba el roce de sus labios, cuando abría las pipas y la sensualidad con la que lo hacía.

Me acerqué al banco de al lado, ganas tenía yo de llegar a interpelar con ella, su look era veraniego y su manera de vestir juvenil. El movimiento de sus manos sacando y tirando ese alimento tan diminuto provocaba en mí gran excitación, puesto que sus dedos eran de pianista y tenía las uñas pintadas de color rojo pasión. Delgada y esbelta era esa mujer anónima, de labios carnosos y sensuales, no se encontraba nadie por el alrededor, quería acercarme, aunque aún no veía el momento de hacerlo. Saqué el móvil para disimular, a la vez que de reojo me la comía con la mirada, me retoqué el pelo, pues yo soy bien coqueto y fue en ese momento cuando di el paso de colocarme en su mismo banco. La sonreí buscando su aprobación, para que ella no se sintiera incómoda. Noté en ella que había una mezcla de timidez y extrañeza y esa fue la señal para comenzar a dialogar el uno con el otro.

Llegué a presentarme, tras señalarle el calor que hacía en pleno Madrid. Al principio, sus respuestas eran tímidas y monosilábicas, pero no es de extrañar cuando no nos conocemos y hay personas en las que eso llega a pasar. Ella me decía que era una turista que habitaba en Bilbao, yo la correspondí diciéndole a ella que estaba en tercer curso, sacándome la carrera en la Universidad Complutense. Ahora lo entiendo todo, yo soy cálido por ser de la capital y ella tímida y desconfiada, posiblemente por el clima, incluso también por las experiencias pudo ser influenciada. Las risas tardaron en llegar unas horas. El tiempo pasaba volando desde que comenzamos a dialogar. El sol desapareció tras darnos un recital y las temperaturas bajaron a los 25 grados. ¡Ahora se estaba fenomenal!

De pasear por El Retiro los dos nos dirigimos a un punto de unión. Ella necesitaba acudir al hostal en donde había hecho la reserva. Este se encontraba en el Barrio de las Letras. Sí, el mismo lugar en el que estaba el Congreso de los Diputados, un espacio en el que la oratoria solo sirve para convencer y vivir del cuento. Sin embargo, con la mía me encanta seducir y ambas partes salimos beneficiadas. Una vez ya estando dentro del lugar, por mi gentileza y hospitalidad esa mujer turista me invito a pasar a su habitación. Era el momento de actuar sibilinamente, para hacerla caer en mis encantos.

Nada más entrar a su lugar temporal de hospedaje, ella encendió la televisión. Todo eran desgracias; muertes, incendios, faltas de respeto de unos políticos a otros… así que, yo mismo la apagué porque ese complemento no iba a aportar nada. Su nombre era Enara, algo que no pude llegar a saber hasta que la luna le dio el relevo al sol. La turista como profesión era dependienta. ¡No era de extrañar puesto que era muy bella! Su actitud conmigo había cambiado, el diálogo entre los dos había fructificado para que ambos comenzáramos a abrirnos más.

Enara sacó del mueble-bar una botella de Martini Rossato y, nada más tener ambos una copa, tocaba brindar por el gran día que tuvimos. Ella brindaba por el presente y pasado cercanos; yo, bajo mis adentros, por el futuro también cercano, puesto que mi cuerpo iba a fundirse con el suyo con el paso de los minutos. Eso era algo que tenía claro, desde que la observé sentada en aquel banco en pleno Retiro.

El alcohol hizo su efecto. Fue ese momento en el que entre risas comenzamos a coquetear hasta que llegó el primer beso. Su timidez del inicio cambió hasta volverse empoderada. La rapidez con la que me besaba me hacía ver que la atracción por mí ahí estaba desde los inicios. No me extraña, ya que soy apuesto y un Adonis, al que las mujeres se rifarían, porque a seductor y ardiente pocos hombres me ganarían… por no decir ninguno.

La ropa nos estorbaba a ambos. Entre beso y beso, una prenda nos íbamos quitando. Escuchar sus suspiros llegaba a excitarme, era lógico puesto que su belleza y fogosidad la hacían tan deseable como si la Diosa de Ébano se tratara, pero en raza caucásica, claro. Una vez todas las ropas quitadas y con el alcohol rodeando nuestras almas, juntamos más nuestros cuerpos, su sexo y el mío se encontraban unidos al mismo tiempo que los teloneros de nuestros labios se besaban más y más rápido.

Los suspiros se volvieron gemidos. Todo empezó lento y los gemidos acabaron convirtiéndose en gritos. La pasión entre los dos ahí estaba. ¡Qué delicioso era estrenarme con una turista y más del mismo botxo de Bilbao! Yo me encontraba debajo y ella arriba. Juntos habíamos formado un cuerpo y no queríamos separarlos, tan solo moverlos para sentir más placer tanto el uno como la otra. Después de la cama vendría la ducha y la mejor manera de calmar nuestras ansias era apagar el fuego con agua, mientras lo hacíamos también con el agua cayendo de su cuerpo y del mío.

Ya dentro del baño nos incorporamos a la pequeña cabina de la ducha. No era enorme, pero eso lo hacía más interesante a la hora de que pudiésemos sentir roce con roce. Enara me deseaba, lo veía en su cara. Seguramente ella no se esperaba tener este desenlace tan pasional, pero yo lo tenía todo premeditado, por algo soy mitad galán, mitad pasional. Desconocía si tenía pareja o no, pero ¿qué más da? Posiblemente ya no nos veamos más y esta noche tendría que hacerla especial para que ni ella ni yo la lleguemos a olvidar. Quien ha probado mis labios, mi cuerpo, mi todo… sabe que como yo no hay dos. En el mejor de los casos, uno que esté dos o tres escalones por debajo de mi estatus carnal.

Lo hicimos de todas las maneras posibles, siempre con protección, desde luego, ya que ante lo desconocido siempre hay que ser precavido, puesto que luego pueden venir las sorpresas… y un niño. ¡No, por Dios! Yo quiero disfrutar de las mujeres. No quiero historias de amor, tan solo de deseo, ser una ONG de la pasión que sacie los instintos de cuantas más, mejor. Hoy lo ha sido Enara, una mujer turista que salió de la nada. Mañana será otra la que caiga en mis encantos y pasado… ¿qué pasado? Prefiero pensar en el presente del hoy y mañana. El futuro a medio-largo plazo lo esperaré con los brazos y demás zonas de mi cuerpo “abiertas”.

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