Esperando brotes verdes

Comentaba la semana pasada la importancia que en estos momentos hubiese supuesto, haciendo referencia a importantes economistas, la bajada de impuestos, justo la medida contraria a la que no ha dejado de tomarse de subirlos. Curioso es, no cabe duda, que la Ministra de Hacienda y vice secretaria General del PSOE, María Jesús Montero, llegase después de haber dejado la economía andaluza no en un muy positivo balance tras su paso por el Gobierno andaluz bajo los mandatos de Manuel Chaves, José Antonio Griñán y la mismísima Susana Díaz, a la que dejó plantada por un Pedro Sánchez victorioso en su rivalidad con la presidenta andaluza y que no ha dejado de agradecerle su apoyo desde entonces.

La portadora de la cartera de Hacienda es licenciada en Medicina y Cirugía. De hecho, sus primeras responsabilidades en el Gobierno andaluz fueron como Consejera de Salud, dónde obtuvo resultados más positivos que en Hacienda, ampliando prestaciones y servicios, y garantizando derechos de trabajadores sanitarios. No obstante, durante su mandato al frente de la salud pública andaluza recortó el número de sanitarios en casi 8.000, y eso sin tener parentesco con Ayuso.

Lo cierto es que, válgame la opinión, al frente de Hacienda, y ante la enorme crisis que atravesamos y que se nos cierne como nubarrones imposibles de evitar, en la madre de todas las crisis vividas en democracia en este país a partir de septiembre, mucho me temo que ni está dando la talla ni ha terminado de comprender que las decisiones que está tomando no sólo no van a ayudar sino que van a agudizar aún más los destrozos de la tormenta. Siento decir que no ha hecho sino oxigenar el fuego de la crisis alimentando la pérdida de poder adquisitivo y aumentando la desconfianza en los mercados, así como la viabilidad de muchas empresas, que no se ven ya capaces, y menos a partir del mes que viene, de pagar sueldos, deudas con el ICO, devolución de ayudas de los ERTEs…

Si no me equivoco, mucho me temo que la decisión que se tomará, ineludible, a partir del mes que viene, será alargar estos pagos para poder dar un poco de respiro a las empresas. El Gobierno es consciente de la que se avecina, maneja todos los datos, pero es anti alarmista, muy al estilo de Zapatero, que negaba la crisis. Hasta hace unos días el propio Gobierno de Sánchez negaba la posibilidad de una recesión, recesión sobre la que ya han tomado las medidas oportunas en el resto de Europa bajando los impuestos y aumentando el gasto público. Pero claro, aquí en España, eso sería algo así como desnudar una serie de políticas que han terminado por aumentar la deuda pública hasta cifras terroríficas en un momento en el que, también subiendo impuestos, no se consiguió un despegue real de la economía, que ha ido sobreviviendo con las aportaciones de esas ayudas que han posibilitado un cierto nivel de gasto y permitido que el dinero se moviera. Hoy en día el precio del dinero, con la inflación por las nubes y el IPC imparable mucho me temo que no da ni para pagar la luz. Veremos como muchas familias logran salir de esta, y espero que no sea ocupando viviendas ajenas o asaltando comercios.

No es que sea catastrofista, es que, realmente, la situación es muy grave. Sólo hay que salir a la calle, preguntar en los comercios, que cada día venden menos, consultar los datos y las estadísticas de ventas y darse cuenta de que la situación es seria. Podemos, igualmente, observar cómo el turismo extranjero se ha multiplicado por tres salvando al sector mientras que el turismo patrio o se ha reducido en el tiempo para poder asumir el alto coste o ha desaparecido por la incapacidad de muchas familias de poder afrontar ese gasto. La única alternativa al calor y al tedio de unas vacaciones en casa lo representan las terrazas de verano, lugares en los que se observan cuantiosos clientes y pueden dar la falsa impresión de que la cosa va bien. Pues no, lo que muchos vemos son las vacaciones que muchas familias se están pudiendo permitir y sin las cuáles terminarían pegándose cabezazos contra la pared en señal de desesperación absoluta.

España está avocada a un periodo muy complicado. Mientras tanto, la Ministra de Economía, Nadia Calviño, aún mantiene las esperanzas de evitar la recisión que ya no niega se aproxima bajo dos premisas, el ahorro energético y nuevas ayudas a sectores productivos como el transporte, la ganadería, la pesca o la agricultura. Mucho me temo que cualquier entendido en economía explicaría que, respecto al ahorro energético éste va unido a la producción y no supondrá un ahorro que condicione la economía si los precios siguen disparados y sigan afectando enormemente al consumo en los hogares. Por otra parte, las ayudas mencionadas no son sino un nuevo intento de inyectar un dinero que los propios sectores no son capaces de producir con el fin de bandear la crisis. Sin embargo, no son sino un parche y no una solución mientras sigan subiendo los impuestos y la inflación no permita que el poder adquisitivo de los ciudadanos aumente la demanda de compra de esos productos.

Imaginar que el coste menor de la energía en España respecto a otros países de Europa pueda repercutir en una industria mucho más competitiva es obviar que en el resto de Europa siguen siendo competitivos porque se han dedicado a reducir los impuestos y aumentar le gasto público. Es decir, no sólo han reducido los gastos de las empresas sino que siguen potenciando la inversión y el empleo, creando confianza en los mercados y apoyando, asimismo, con ayudas a los sectores más perjudicados. Y no olvidemos que la reducción de impuestos repercute, igualmente, en un aumento del poder adquisitivo de los ciudadanos que, en su mayoría, además, no vienen de ir arrastrando crisis tras crisis sin terminar de resolver desde hace más de una década.

En conclusión, podemos determinar que, si los países de Europa se encuentran en una pendiente con ruedas, los demás lo hacen poniendo freno a esa velocidad y controlando los tiempos para evitar la deriva y el descalabro. Mientras, el Gobierno de España, tan encantado de conocerse, no deja de preocuparse porque las mujeres se vean guapas en la playa, dejemos de usar corbata y se oscurezcan las ciudades, monumentos incluidos, para ahorrar como lo hacían nuestros abuelos, que no querían una bombilla encendida si era evitable o preferían no usar el horno por el alto consumo que generaba.

Bueno, con esa falta de luz, no nos veremos ni las caras cuando nuestro tren descarrile y Europa comience a exigir el cumplimiento de unas condiciones que seguiremos pagando, como siempre, los ciudadanos, para que el país pueda recuperarse y así podamos esperar al siguiente Gobierno de irresponsables que nos vuelvan a meter en el hoyo de una nueva crisis mientras se deleitan viajando sin ningún tipo de pudor a costa del dinero público y haciéndose selfies para deleitar a sus seguidores, sintiéndose ídolos o “ídolas” de masas como si las urnas fueran un sistema de votación de un programa de show talent de tercera en la división de los regímenes de las repúblicas bananeras.

Mientras, no quedará otra que sentarnos a esperar esos brotes verdes. Eso sí, cada cuál esperará el tipo de brote que, finalmente, le saque del asedio y la pena. Y es que no hay mejor terapia, dirían algunos autores subrealistas, que deleitarse con unos buenos brotes verdes. Debe ser de ahí de donde salga el humo que algunos y algunas no dejan de vender. El subrealismo político en estado puro. Los que necesitamos mantener los pies en la tierra seguiremos esperando esos brotes verdes económicos visualizando la divertida sensación que los idealistas de pacotilla y de tres al cuarto sostienen mientras disfrutan de sus otros brotes verdes.

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