Hablar de lo que ha sucedido en las últimas horas con Kylian Mbappé es hablar de la crónica de una ruptura anunciada. Los caprichos del jugador galo han desembocado, quizás algo antes de lo esperado, en la bomba deportiva de la semana. Los galones en el fútbol se ganan, no se firman, y esta vez, el marrón es muy grande para capearlo.
Empecemos por las peticiones del jugador galo. El asunto económico es, sin duda, el menor de los problemas. ¿Quiere 150 millones de prima de contrato? Ahí están. ¿75 netos al año? Sin problema. ¿Derechos de imagen? Todo tuyo. Mbappé jugó a dos bandas para conseguir un contrato estratosférico que le llevó a romper los estándares del fútbol mundial, para satisfacer su avaricia y la de su familia.
Sin embargo, el gran problema es la invasión de funciones que Kylian quería para quedarse con la llave y las escrituras del PSG. En un equipo en el que hay grandes estrellas, y entre ellas Leo Messi y Sergio Ramos, capitanes de Barcelona y Real Madrid, no se puede pretender asumir los galones por contrato. Mbappé debe ganarse el respeto de sus compañeros, la confianza de su entrenador y el aplauso de la afición, o será solo un jugador mediocre que se estancará.
Y en este punto, ¿Qué pasa con el Real Madrid? En principio, nada. El club blanco ha pasado página, y Florentino Pérez ve la escena con el disfrute de no haber cometido el error fatal y el alivio de quedarse en las puertas de su fichaje. También es cierto que el PSG vetó la vía del club blanco para la salida del jugador, pero ahora Kylian Mbappé debe estar arrepentido y metido en un buen lío.
Ahora, Mbappé se encuentra en una cárcel dorada de la que pide salir a gritos. Consciente de su error de renovar, busca el apoyo de los que un día le quisieron, pero pinta negro en el mercado actual y, especialmente, en el Real Madrid que, con sus éxitos recientes, ha demostrado que en el fútbol la billetera no mata al galán.
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