Delitos de odio

No sé ustedes, pero yo, desde hace unos años a esta parte, no siento más que crispación social por todos lados. Una crispación que lejos de amainar va creciendo cada vez más. Parece que no tenga fin. Todo conduce al enfrentamiento entre personas, por todo, por cualquier cosa, antes solo era política, religión o fútbol, pero ahora además es por orientación sexual, género, cambio climático, y ya el colmo, por la historia. La historia tampoco es como los historiadores y catedráticos han plasmado en sus tesis y libros, hay que tergiversarla o retorcerla para buscar víctimas y culpables y compensar a las segundas de los primeros. Nosotros que ni habíamos nacido ni nuestros antepasados en muchos casos. Demasiado estamos hipotecados ya por décadas con el déficit público que tenemos, como para también tener que indemnizar a las víctimas del pasado.

Y es que, el propio delito de odio, parece tener propiedad privada. Parece que solo es delito de odio cuando va en una dirección: cuando un hetero ofende a uno del resto de colectivos, (colectivo, ese término que detesto porque distingue y etiqueta a las personas por sí mismo) o cuando un hombre ofende a una mujer, pero nunca al revés. Debe ser que las mujeres somos seres de luz que no ofendemos nunca a un hombre o que los no heteros nunca emiten frases de odio contra los que lo somos. Sí, algunos vienen de haber sufrido discriminación en el pasado, pero también algunos lo utilizan para victimizarse en la actualidad. La humanidad es diversa y nadie tiene la exclusividad de la bondad, como tampoco del odio.

No sería noticia ni voy a reproducir aquí la cantidad de frases ordinarias y ofensivas que ciertas feministas radicales lanzan en sus manifestaciones públicas contra los hombres y absolutamente nadie las califica de delitos de odio. Muchos de los panfletos de la manifestación del 8M, podrían ser juzgados por delitos de odio, pero al ser contra el hombre, parece que no es ofensivo. Tampoco es una novedad lo que algunos participantes de las marchas en los días del orgullo lanzan contra la religión católica. No pretendo señalar a nadie en particular, solo pretendo visibilizar que el odio va en todas direcciones, no solo en una: hay gente misógina, hay gente racista, hay gente machista, hay hembristas y hay analfabetos, pero basta ya de que unos siempre sean las víctimas y los otros los verdugos porque no es así. Al menos en el 2022 que estamos.

Se ha llegado a crear un halo de ofensa que ya nadie es libre para opinar en libertad si no es señalado por el dedo inquisidor. No se crean que me es fácil escribir estas líneas porque no lo es, pero me indigna la victimización porque ofende a los verdaderamente vulnerados. Por ejemplo, lo que se ha hecho esta semana con los chicos del Colegio Mayor Elías Ahuja, es una auténtica cacería de brujas. Hay que analizar la situación y el contexto, y sí, las expresiones son muy machistas, si se toman en serio, no si se entienden dentro de un teatrillo que todos los años hacen y que las chicas responden igual. Se ha politizado, se ha retorcido e incluso se ha instrumentalizado para justificar ciertas ideologías de género o de educación sexual.

Es delirante que hasta el presidente del Gobierno, el líder de la oposición y algún otro oportunista se haga eco en sus redes de ello y, sin embargo, no se esté haciendo absolutamente nada, por ejemplo, por impedir o ilegalizar que toda la juventud incluso la infancia, esté todo el día siendo taladrada por la música reguetón que tiene unas letras absolutamente detestables y que entran sin duda alguna dentro del machismo más siniestro y por supuesto, genera delitos de odio. El asunto del Colegio Mayor tenía que haber quedado en el ámbito del colegio y no más allá, pero aprovecho para denunciar que hay otro delito de odio que se ejerce sistemáticamente y es el de clases. En este caso, como el colegio es de chicos de clase alta, el escándalo incuestionablemente es mayor.

Además, esa misma semana, unos jóvenes defensores de la constitución española y del castellano en la educación, S´ha Acabat, tuvieron que ser protegidos por la policía porque otros muchos identificados como nacionalistas, les increparon con violencia en la Universidad Autónoma de Barcelona. No es la primera vez, ni será la última. Es un atentado a la democracia y un delito de odio. Es alarmante que jóvenes no respeten las ideas de otros y que los tilden para más retorcimiento del asunto de fascistas. Este tema yo lo considero muchísimo más preocupante que el del Colegio Mayor, y, salvo error, ni un pronunciamiento, ni un tweet del presidente, no vaya a ofender a sus socios de Gobierno.

Llenan todos sus discursos con la palabra democracia, entendiendo como tal que todos los ciudadanos somos libres de opinar y de elegir un partido político en las urnas, pero cuando el resultado de éstas es contrario a lo suyo, y sí, hablo de la izquierda, hay que frenarlos, hay que impedirlo, hay que luchar y calentar las calles si es preciso. ¿A quién les interesa el enfrentamiento? ¿Quiénes no lo evitan? ¿Quiénes echan leña al fuego? ¿Quiénes desentierran asuntos de pasado ya superados para retorcerlos y volver a juzgarlos? ¿Quiénes sacan rédito político de todo esto? Reflexionen y seguro que fácilmente encuentran la respuesta.

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