Upside Down

O Mundo del Revés. Los lectores habrán visto, o al menos oído hablar de Stranger Things. Una serie situada en el típico pueblo americano en el que ocurren cosas extrañas, como no, debido a un mundo paralelo en el que habitan seres monstruosos, mientras en la vida, dígase real, los ciudadanos viven su día a día como si no pasara nada. Salvando las distancias, eso es lo que me ocurrió la semana pasada cuando me encontré con una amiga a la que hacía años que no veía. Entre taza y taza de café, me contó cómo acabó la carrera de Biología totalmente becada por el Ministerio debido a las excelentes notas que obtenía.

Hasta ahí perfecto, las decepciones vinieron entrevista tras entrevista de trabajo en las que el famoso “ya le llamaremos” se convirtió en su apellido, mientras veía cómo su sueño de ser investigadora se desvanecía dando la razón a quienes decían que en este país no se invierte en ciencia. Así que tras varios trabajos con contratos basura, decidió aprovechar el cerebro que tiene y presentarse a las pruebas de uno de los múltiples cuerpos de seguridad que hay en España, algo que, dicho sea de paso, sorprende a cualquier extranjero que viene de visita. No hace falta decir que accedió sin problemas a la primera y tal como me dijo entre risas: “Me han pagado la carrera para nada y ahora me pagan la nómina bien puntuales.” 

Toda esta introducción para relatar una de las miles de cosas que había visto vistiendo el uniforme. Una noche, les mandaron a una urbanización donde una vecina se quejaba del ruido que montaba su vecino. Llegaron al lugar y se encontraron que la misma que había llamado, era la okupa de un chalet, quien en compañía de su pareja, se quejaba de que alguien les había puesto una cadena en la valla de entrada y no podían salir.

Mi amiga y su compañero, incrédulos solicitaron a su sala de transmisiones que les confirmaran la llamada, ya que no les cuadraba nada del aviso y de lo que allí había. Mientras tanto, los dos okupas, quienes no tenían ningún reparo en reconocer su condición, exigían que con una cizalla o una sierra , les cortaran la cadena. El panorama no acababa ahí; entre gestión y gestión, desde fuera pudieron ver una gran pantalla de televisión, así como varios aparatos de aire acondicionado funcionando a toda potencia. Ambos honrados contribuyentes no tuvieron reparo en reconocer que le habían pagado, vaya usted a saber cómo, a un amigo para que les realizara el enganche de luz y agua.

El resto se lo puede imaginar el lector: papeleo y burocracia que terminará en los archivos de algún juzgado. ¿Y los okupas? Seguramente, en estos momentos, estén disfrutando de Netflix (quizás viendo Stranger Things) y recibiendo todas las subvenciones posibles de todos los estamentos de la Administración, mientras los cerebros de este país están rompiéndose los cuernos a estudiar de cara a los exámenes que vienen a sabiendas de que por muchas matrículas de honor, másteres o doctorados que adornen su currículum, lo tienen crudo, porque para determinados sectores, mientras seas honrado y cumplas, tienes todas las de perder.

Por supuesto, al final le pregunté a mi amiga qué ocurrió con la cadena. “Allí se quedó. ¿Te imaginas que alguien va a robar a una tienda y le pide al policía que le abra la puerta?”. Rompí a carcajadas. “No te rías” me dijo “eso está pasando cada día más y se nos está yendo de las manos”. En definitiva, un auténtico Upside Down.

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