El patriarcado opresor

Soy hijo de Cosme -QEPD- y de María Delia. Mi padre, fallecido en el año 1993, con 51 años, fue agricultor toda su vida y mi madre, ama de casa. No era por el tan nombrado mantra de la izquierda, el machismo opresor, el motivo era simplemente, a pesar de lo que puedan decir, porque, mi madre, físicamente, no podía asumir las maratonianas jornadas que mi padre sí que asumía en el campo.

Como la mayoría de los agricultores canarios que trabajan profesionalmente en la agricultura, mi padre era de profesión platanero. Él trabajaba en los plátanos que eran propiedad de mi madre. También en otros que pertenecían a otros integrantes de mi familia, además de en los aguacates propios que tenía en su finca. No dejaba de cuidar tampoco algunos de sus árboles frutales. Yo, como todos los jóvenes que nacemos en el mundo rural, trabajé mucho desde que tuve uso de razón.

Yo pertenezco a una familia de clase media, no ricos, gente que ha pasado toda su vida trabajando y sin dejar nunca de buscarnos la vida con sacrificio y en donde las excusas no estaban permitidas, con trabajo, esfuerzo y austeridad. Cuando cumplí los 18 años, yo ya había trabajado más que muchos de estos currelos podemitas, pero, faltaría más, no puedo entrar en ese exclusivo grupo del que se ha adueñado la izquierda, el de los currantes. Yo voto a la derecha, orgulloso y sin complejos, eso me convierte en un facha, burgués y latifundista y señorito.

He recibido una educación clásica, quizá la señora de Iglesias, o exseñora, la llamaría educación patriarcal, donde se formaba a los hombres y mujeres de hoy, perdón, a los machirulos opresores y mujeres de hoy. Una educación basada en el respeto, a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, mientras que un exrepresentante político que aspiraba a presidir nuestro país, Pablo Iglesias, llamaba a aplicar la justicia proletaria atacando a nuestros policías. Los de mi generación recibimos una educación en la que el maestro o la maestra tenían el apoyo y el respeto de los padres. Una educación en valores, en la que la Iglesia jugaba un papel fundamental, la catequesis forjó hombres y mujeres de bien, fueras o no católico, dicha formación era necesaria y no hacía daño a nadie. Con estos valores, orgullosos de ellos, hemos educado a nuestro hijo.

Yo recibí aquel cachete a tiempo, probé la cuchara de palo y me cayó algún cintarazo, sí y no por ello estoy traumatizado sino todo lo contrario. Soy una persona respetuosa y honrada. Todos ibamos a misa, muchas familias que conozco, militantes de base del PSOE, acudían cada domingo a nuestra iglesia de La Laguna, mi querido barrio ahora nombrado por haber sido parcialmente sepultado por el Volcán Tajogaite. Ahora esa educación es anacrónica; la iglesia es mala, los maestros han perdido el apoyo de los padres y son requeridos cuando la niña o el niño no recibe el aprobado porque, simplemente, no se lo ha merecido. Se llama a atacar a policías y guardia civiles deslegitimando la importante labor que realizan en las calles, luchando contra la delincuencia, contra la droga que desgracia la vida a tantos jóvenes.

Recuerdo vivir una juventud preciosa. Sonreir a una muchacha y si ella correspondía, luchaba por bailar una canción con ella. Todo ello, después de algunos días llamándonos por teléfono, fijo claro, o cabina telefónica, ese era el momento en el que me concedía una cita. Recuerdo aquellos primeros besos con fervor, recuerdo decirle que me encantaba y ser correspondido, nunca agredí o violé sólo o en manada a ninguna chica, porque no había mayor emoción para cualquier joven que recibir un sí por respuesta, sin palabras, sellando con un beso ese tácito consentimiento. Me alegro de que en mi juventud no existiera Podemos, me alegro de que nadie viniera a adoctrinarme, me alegro de la educación en valores que recibí, me alegro de respetar y ser respetado por los demás y no porque una ley o ministra de turno nos obligue, sino porque creemos que es lo más justo y porque así nos enseñaron.

Relativizar a la autoridad es uno de los grandes errores que hemos permitido cometer a nuestros gobernantes. Relativizar la importancia de que alguien nos diga cómo debemos educar a nuestros hijos, es otro gran error. Relativizar el adoctrinamiento que reciben nuestros jóvenes tendrá nefastas consecuencias para ellos; para aquellos hombres y mujeres del futuro. Ojalá me equivoque.

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4 Comments

    • Y tanto amiga Susana, unos jóvenes a los que no se les pone límites, que pasan de curso sin aprobar, a los que no se les enseña que el camino correcto es el esfuerzo, lel sacrificio o la “Meritocracia” van, muchos de ellos hacia un abismo.

  1. Gracias por su artículo, Sr Brito.
    Yo, que siento lo mismo que vd., no hubiera podido expresarlo mejor.
    Si alguna vez se le ocurre ver un programa de TV, de encuentros de pareja ,supongo que , como a mí, le entraran ganas de llorar de desesperación.
    Gracias a Dios y a nuestro padres, seguiremos siendo «normales».( aunque cada vez quedamos menos)

  2. Buenos días

    D. Jesús, es una triste realidad que pagaremos caro. No pretendo tener la razón absoluta, cada padre y madre gestionan la educación de sus hijos conforme a sus creencias y valores y ahí no entro, sin embargo, lo que está ocurriendo en este momento, es que hay una perdida e valores, de convicciones que están dejando a nuestra sociedad en manos de este globalismo de izquierdas.

    Espero que me euivoque pero está feo.

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