Ser patriota no cotiza en bolsa

Las sociedades normalmente evolucionan, aunque algunas no gracias a cuatro mentecatos con ansias de poder. Pero al margen de estos cenutrios, vamos cambiando cosas y conceptos que nos permiten avanzar hacia el tan cacareado progreso. 

Si le preguntas a un adolescente de hoy qué es un patriota, con suerte, te dirá que, Mel Gibson y, ante la cara de sorpresa tuya, añadirá, sí, hombre, sí, ese que lleva la cara pintada de azul… y se alejará de ti mirando su móvil con la última canción perra de Rosalía y pensando que es un tipo, tipa, tipe muy instruido. También puede que te conteste, un patriota es un facha, hasta tal punto les han lavado el cerebro que contestan, acción, reacción. Evidentemente, no tienen ni idea de lo que es el fascismo, ni dónde nació, ni quién lo creó, pero son gregarios y el grupo manda y salirse de la manada no mola. 

Los que nos consideramos patriotas, estamos solos y dispersos, como si se tratara de un grupo secreto que se reconoce, a veces, por una simple pulsera en la muñeca con la bandera de la patria que te vio nacer. Sencillamente, nosotros somos gente que protege aquello que constituye sus señas de identidad, su bandera, su lengua, su himno, sus costumbres o su gastronomía. Frente a un poder que no vemos y que pretende hacernos iguales, convirtiendo al individuo en un ser gris, homogéneo, mera máquina que sólo come y duerme. 

Un mundo de Tabula Rasa, donde se premia la mediocridad y se perdigue al que sobresale. Un único sistema donde las naciones se irán diluyendo como un azucarillo y que no puede traer más que guerras entre los pueblos cuando vean amenazado su hábitat y su riqueza personal. Por eso es tan importante recuperar el patriotismo, la necesidad de sentir que perteneces a un lugar que identificas como propio donde más gente siente lo mismo que tú. 

En España íbamos sobrados de patriotismo, la historia así lo atestigua, hasta que, a cuatro majaderos pagados por intereses creados, se les ha ocurrido tratar de cambiar un sentimiento profundo, una defensa a ultranza de lo que somos y de dónde venimos, un ansia de querer convencernos de que no fuimos grandes ni vencedores. Y, para ello, se han infiltrado en las escuelas, explicando una Leyenda Negra que no existió, queriendo que los chavales se avergüencen de sus antepasados, porque los profesores marxistas se los presentan como monstruos salvajes, sucios y analfabetos.  

Llegando a tal punto, que hasta las propias fuerzas de seguridad han entrado en el juego y te paran por la calle porque portas la bandera de tu Comunidad o la de España, pidiéndote que la guardes, o quizás en un arranque de patriotismo, has gritado “Viva España “, la palabra España es la que molesta y si gritas “Viva Corea” ni se inmutan. Siendo así cómplices de una guerra soterrada, donde ser patriota ya no cotiza en bolsa, más bien es un billete para acabar en un hospital con un ojo morado. 

Urge ser valientes y no mirar hacia otro lado. Plantar una pica en Flandes y decir alto y claro que somos españoles, herederos de aquellos que surcaron los mares con un único temor, que Dios no estuviera de su parte. Así que sí, soy española nacida en Valencia, doblemente leal y al que no le guste, le recuerdo que las fronteras están abiertas, buen viento los lleve. 

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