Una libra de carne, nada más

En la inmortal, aunque antisemita, obra de Shakespeare «El mercader de Venecia», el judío Shylock reclama una libra de carne del cuerpo del cristiano Antonio tras el impago del préstamo que le concedió. A lo largo del drama cuando exige el pago de la macabra deuda ante un juez, este le apercibe que puede cobrarse esa libra de carne, pero sin derramar una sola gota de sangre.

Una libra de carne, traducida a peso ibérico sería medio kilo de piel, molla y cartílago, algo así como el peso de un hámster. El Gobierno hizo público el pasado año el Proyecto de Ley Orgánica de modificación de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, en materia de maltrato animal, el cual eleva las penas de cárcel para el denominado delito de maltrato animal desde los 12 hasta los 18 meses, o bien las sustituye por penas de multa de seis a doce meses.

Para que el delito se consume el animal maltratado actualmente ha de ser doméstico, domesticado, amansado o que no viva en estado salvaje, y ha de haber sufrido lesiones que menoscaben gravemente su salud. Si este proyecto de ley prospera bastará con que sea un animal vertebrado (¿verbigracia una rata?) y la lesión sufrida requiera tratamiento veterinario. Si las lesiones producidas no requiriesen ese tratamiento serán castigadas con una pena de multa de uno a tres meses.  

Un vistazo rápido del Código Penal nos informa que agredir lesionando a otro ser humano, sin que este precise tratamiento médico o quirúrgico para sanar, no se castiga con cárcel, sino con pena de multa de uno a tres meses, la misma que se impondrá por darle un sopapo a un mapache. Asimismo, el que golpea o maltrata de obra a otro ser humano sin causarle lesión, es castigado con la pena de multa de uno a dos meses.

La agresión penada a un animal puede incluir la de carácter sexual según la actual legislación y el referido proyecto de ley, lo cual nos conduce a un escenario normativo nefasto, o más bien marciano. La idiocia jurídica de un ministerio comandado por Unidas Podemos proyectó modificar los artículos 178 a 180 del Código Penal, rebajando así las penas de cárcel a violadores. Si esta nueva ley en defensa de los derechos de los seres sintientes vertebrados prospera, las penas privativas de libertad para el degenerado que sodomice a un chucho, por el contrario, aumentan. Entre el estupor y el descojone, uno no puede evitar recordar la orwelliana “Rebelión en la granja” cuando un concilio de cerdos que han tomado el poder espeta a los humanos aquello de “Cuatro patas bien, dos pies mal”

En este su país, “Matria” y pesebre de tontos de solemnidad que fingen ser juristas con escasa fortuna, ahora toca cambiar la perspectiva de género por la perspectiva canina, felina y bovina. No sería un desatino recuperar la del género, pero la del género humano así en abstracto, sin distingos de sexo, orientaciones o disidencias sexuales. Volviendo al Código Penal, el artículo 145 estipula que […] La mujer que produjere su aborto o consintiere que otra persona se lo cause, fuera de los casos permitidos por la ley, será castigada con la pena de multa de seis a veinticuatro meses […]. Tengan en cuenta que “fuera de los casos permitidos por la ley” se incluye a la mujer que aborte a partir de las 22 semanas de gestación al ser sintiente vertebrado que lleva en sus entrañas. El mismo artículo del Código Penal, por el contrario, castiga al facultativo que lleve a cabo ese mismo aborto consentido con penas de cárcel en lugar de multas.

A finales del pasado año, diversos medios se hicieron eco de una noticia que cuanto menos debería invitarnos a la reflexión. Un tribunal británico de apelación confirmó la legislación que permite el aborto de un feto humano con síndrome de Down hasta el mismo momento del nacimiento, tras denegar un recurso presentado por Heidi Crowter, de 24 años y con síndrome de Down, y Cheryl Bilsborrow, madre de un niño de dos años con el mismo síndrome. No hay forma de hacer una lectura feliz de esta noticia sin percatarse de la proliferación de políticas eugenésicas que recuerdan a las grabadas en Mein Kampf, lo cual no es óbice para que hoy en día “el nazi” sea precisamente el que considera una aberración darle matarile a un bebé con una discapacidad tres días antes de ver la luz del mundo, momento en el que adquiere el status de persona.

Tengan presente que acá en España la actual legislación reguladora del aborto permite que este se produzca pasadas 22 semanas si se presentan anomalías fetales incompatibles con la vida o enfermedad fetal extremadamente grave. Hasta la semana 22 también se permite si existe riesgo de graves anomalías en el feto. Uno se pregunta horrorizado si la deriva de estos tiempos no acabará incluyendo a un futuro bebé con síndrome de Down en estos catálogos ¿Es algo descabellado hacer un vaticinio tan espantoso? También nos hubiera parecido increíble hará dos años que por mandato de ley se excarcelara a agresores sexuales.

El Proyecto de Ley Orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, (traducción: boceto de la nueva ley del aborto) pretende eliminar el plazo de reflexión de tres días antes de interrumpir el embarazo, y a las adolescentes de 16 años llevarlo a cabo prescindiendo de la exigencia de consentimiento paterno o materno. Se estima así una merma de los derechos de la mujer el reflexionar durante tres puñeteros días antes de tomar una decisión nada trivial para su cuerpo y su vida. Y por supuesto los padres que se vayan a esparragar que ahí no pintan nada, ni siquiera la madre, en su día preñada de la ahora preñada.

Una libra de carne humana es la que exigía el colérico Shylock a su prestatario. En ese drama él mismo reconoce, cuando impone como grotesca condición para otorgar su empréstito la porción de un ser humano, que una libra de carne humana no arroja el mismo valor que una libra de carne de cerdo, ternera o cabrito. Actualmente, también esa libra de carne es una divisa cuyo valor fluctúa según su propietario sea un caniche, un lémur o un ser humano en proyecto, sea cual sea la sangre derramada. Es también aquí en su país condición de un préstamo: Si no se aceptan las tontadas y boberías de Podemos no se gobierna. Y ahora desde la atalaya de la corrección política, en una sociedad donde se folla a discreción, surtida de más de una decena de métodos anticonceptivos, se retrata como una vileza que una mujer encinta, que no ha tenido la cautela de usar ni uno solo de ellos, escuche los latidos de la persona que crece en su interior, a pesar de que sigue incólume su derecho a negarle la vida después. Una vida que, aunque habite en su cuerpo, no es la suya.

Esa libra de carne pudo haber sido o fue John Nash, Marie Curie, Abraham Lincoln o Clara Campoamor. No es menos cierto que podría acabar siendo un nuevo Pol Pot o un Pablo Escobar. También podría acabar siendo simplemente tu vecino el del quinto derecha, mediocre aunque cordial, que en nada te putea. Podría también ser Jesús Vidal, brillante actor afectado por una discapacidad, que al recibir el Premio Goya por su gran actuación gritó al gran público: “Mamá, gracias por darme la vida […] A mí sí me gustaría tener un hijo como yo, porque tengo unos padres como vosotros”. Esa libra de carne fuiste tú, y a alguien le pareció una magnífica idea que fueras humanidad.

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