¿Legalizará España la prostitución?

Desde las altas esferas empresariales y políticas, como a los ciudadanos de a pie, la prostitución es un tema que genera luces y sombras o, mejor dicho, un tema tabú. Como estudiante de Derecho, siento un gran asombro hacia cualquier asunto que permita desarrollar y exponer un enfoque jurídico de la situación, sobre todo, si estamos ante algo tan complejo como es la prostitución. Y sí, al hablar de la prostitución estamos refiriéndonos de manera directa a los derechos de las mujeres.

El consentimiento presenta un papel centran en este asunto, para así, tener en cuenta la gran diferencia existente entre las mujeres que llevan a cabo este oficio en libertad de aquellas que son coaccionadas y amenazadas para la realización de la misma. Llámese como explotación sexual. También debemos observar el tráfico internacional de personas, en este caso, comúnmente conocido como ‘trata de blancas’.

Pienso mucho en esas pobres niñas que residen en pequeñas aldeas de países del Shael a los que un día llegan hombres blancos que les dibujan un horizonte de felicidad y prosperidad en nuestra Europa. Lo que ellas pensaban que sería un sueño cumplido se acabaría tornando en una auténtica pesadilla. Son niñas, chicas jóvenes, lanzadas al abismo de crueles mafias que las explotarán sexualmente y en todos los sentidos existentes. A partir de ese momento, se genera una relación de subordinación de las jóvenes hacia hombres adultos de absoluta dependencia.

Porque, imaginemos, con el ejemplo anterior que, si una niña es engañada de una aldea pobre del Sahel, donde el sueño europeo y nuestro tecno-progreso, bienestar social y democracia es visto como algo inalcanzable, en la actualidad, para dicho grupo de países que son azotados por la corrupción, el terrorismo y las tiranías o los conflictos armados esa niña es llevada a Italia o Bélgica, desconocedora de cualquier atisbo del modo de vida occidental o del idioma, ¿cómo se podría sentir?

Posiblemente, engañada y explotada en un país extranjero. Padecería, como sucede en muchos casos, condiciones infrahumanas y con un sueño que se desvanece y languidece a un ritmo vertiginoso. Esa prostitución involuntaria necesita de una coordinación de las autoridades para conseguir proteger a las víctimas al mismo tiempo que acaba con las crueles mafias. Y, por supuesto, las mujeres que ejercen este trabajo en libertad necesitan dotarse de derechos y obligaciones al igual que otro trabajador.

Que nuestra visión democristiana no frustre las vidas de miles de mujeres que necesitan de la protección y el ampro de aquellos mecanismos de la ley para cotizar en la Seguridad Social o darse de alta en sus respectivos locales. Todo ello hará que muchos integrantes de la sociedad se liberen de ese estigma hacia aquellas mujeres que deciden llevar a cabo esta opción laboral, ya sea por elección o por pura necesidad.  No juzguemos, seamos acompañantes. Es cierto que la legalización no acabará nunca con la clandestinidad, pero este asunto merece otro artículo.

Si los legisladores, de derecha a izquierda, pretenden acabar con esta enorme desigualdad; legalizar la prostitución se convierte en algo fundamental. Es un debate de altura de miras y no de partidismos o lucro personal. Los derechos de las mujeres van por delante. Por ese motivo, que se sienten a intentar hablar y que sea con las mujeres, con las trabajadoras sexuales. Mientras tanto, que sigan ahogando entre los gritos de Cortes Generales, Parlamentos autonómicos y Corporaciones locales. ¿O acaso la sociedad nunca ha ido un paso por delante del Derecho y, por ende, del legislador?

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