Libertad de prensa versus instrumento para la paz social

El pasado miércoles, día tres de mayo, se celebró el día internacional de la Libertad de Prensa. Toda una nueva anual oportunidad que la UNESCO aprovechó para recordar los grandes retos del periodismo, especialmente bajo la amenaza que supone la Era Digital. La Libertad de Prensa es un concepto contundente y claro, recogido en el artículo 19 de la Declaración de Derechos Humanos, donde se establece que “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Como la inmensa mayoría de derechos fundamentales, están recogidos en las constituciones de la mayoría de los países democráticos del mundo. En España, sin embargo, este concepto fue evidenciado con décadas de antelación con la aprobación del decreto de 10 de noviembre de 1810 en las Cortes de Cádiz, que posteriormente incluirían su protección en la primera Constitución de nuestro país, aprobada en 1812 por estas mismas Cortes, en sus artículos 131 y 371. Sin embargo, no fue sino Suecia, en el Siglo XVIII (1776), quién primero reconocería este derecho en el texto de su propia Constitución. Hablamos, por lo tanto, de un derecho de amplio y antiguo reconocimiento e impacto.

Se calcula que alrededor de un tercio de los países del mundo no reconocen este derecho o lo vulneran con asiduidad, especialmente países que no disponen de un sistema democrático o que, si lo tienen, carecen de los debidos y correspondientes niveles que garanticen los derechos fundamentales.

La libertad de prensa ha sufrido múltiples inconvenientes a lo largo de los tiempos y su mayor enemigo en Europa han sido los totalitarismos, el fascismo y el comunismo principalmente, que siempre quisieron asumir el control absoluto de los medios de comunicación, un acuarto poder que en ocasiones ha demostrado llegar a tener más fuerza que el primero, consiguiendo con el poder de la información derrotar a gobiernos enteros. Quizás el caso más sonado de la Historia sea el del caso Watergate que acabó con el mandato del Presidente norteamericano Richard Nixon en 1974.

El caso es que un asunto tan aparentemente simple se puede volver complejo desde un punto de vista jurídico, en la protección de otros derechos o en la regularización de la propia profesión periodística. Hoy, se le suma una nueva amenaza con el Era Digital y las nuevas formas de comunicar, a la vez que de vulnerar esos derechos.

Entendemos que, desde el otro concepto “hermano”, el de libertad de expresión, nos encontramos, como en el artículo 20 de nuestra Constitución, con una limitación en la defensa al derecho al honor, la intimidad y la propia imagen, con interpretaciones específicas posteriores en las leyes que la desarrollan en torno a la privacidad de la vida de personas públicas. Sin embargo, esa limitación, en demasiadas pocas ocasiones, se ha vuelto un arma que ha permitido exteriorizar más allá de lo que debiera ser el respeto a la vida de esas personas públicas, bien por decisión, propia, por disfrutar de una profesión con esa proyección, o por ser parte del grupo de políticos electos que ocupan nuestras instituciones.

No muy lejanos suenan los ecos, por ejemplo, de los escraches, los dados a algunos y los no asumidos por aquellos que los dieron. A este respecto no existe una relación que sí debiera incluirse en la protección a los menores en relación a su vínculo con sus propios padres, siendo estas personas públicas y que pueden recibir escarnios en sus entornos a causa de estas circunstancias. Se nos llena la boca para defender a los menores pero, a la vez, lejos de protegerlos, en algunas ocasiones, nuestra sociedad permite que sean víctimas del acoso a lo privado de sus propios padres.

Otro elemento privativo o condicional sobre este derecho es el interés del Estado, los secretos de Estado o aquellos asuntos que puedan suponer, mediante su divulgación, un peligro para la propia sociedad, para su estabilidad o para el mantenimiento del orden público. En este punto son muchos los gobiernos con poco interés democrático que abusan de ello para someter a los medios a la previa censura que supone una contradicción con la defensa del propio derecho. Eso sí, si hablamos, por ejemplo, de una forma despectiva o con intención de confundir o de engañar sobre asuntos como la inmigración, con connotaciones machistas, o los homosexuales, con connotaciones homófobas, en una situación de tensión social sí podríamos estar incurriendo en una falta grave sobre el buen uso y decoro que debiera darse a la utilidad del derecho de prensa.

Como dije en un principio, hablamos de un derecho cuyo ejercicio entraña un gran poder, a la vez que una enorme amenaza en el caso de no ser usado con corrección. De hecho, en este aspecto, por ejemplo, nos encontramos con una enorme relación entre la Era Digital, la multiplicación excesiva de medios informativos (o desinformativos algunos, según se mire), y temas tan importantes como la Ley de Protección de Datos.

Una vez más, nos encontramos ante una coyuntura en la que es difícil ser un ciudadano de a pie y poder establecer un verdadero criterio que controle y legitime, a la vez, este derecho. Mientras tanto, estudiosos de la Paz y de los Conflictos vienen desarrollando, desde hace ya décadas, estudios que podrían sernos muy útiles a la hora de establecer este tipo de criterios. También encontraríamos importantes señales en la conocida como Carta de Valencia, por haberse firmado en esta ciudad española, pero que no es sino la Carta de Responsabilidades y Deberes Humanos, en noviembre de 1995. Anteriormente a esto, en 1960, el estudioso de la Paz (pazólogo) y sociólogo Johan Galtung, creó el concepto “Periodismo de Paz” que lleva desde entonces estudiando y divulgando fórmulas para establecer criterios positivos en los medios de comunicación y en la forma de trasladar la información y las noticias. En España tenemos estudiosos como Francisco Jiménez Bautista, profesor de la Universidad de Granada, que con su teoría sobre la “Paz Neutra” nos ofrece una nueva y muy interesante perspectiva.

No hay lugar ni tiempo para desarrollar todas estas teorías y estudios pero sí para invitaros a verlos, a investigar sobre todo ello y a despertar de la continua pugna a la que nos lleva, en no demasiadas ocasiones tener una visión del periodismo como el paradigma de la transmisión de la polémica, del dolor y del odio para convertir nuestra sociedad, a través de sus medios de comunicación, en un instrumento transformador hacia una visión reparadora, positiva, y resolutiva que nos permita avanzar por encima de estancarnos o retroceder por medio del enfrentamiento, la transmisión del dolor y el pesimismo constante sobre quiénes somos y en qué nos hemos convertido.

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