Emiliano García-Page, presidente de Castilla la Mancha, campechano por naturaleza y todo un señor. Él es un hombre de pueblo llano, que lo mismo nos expone que su hija estudia medicina, en la teoría, que afirma con sonrisa en boca que su vástago varón es quien ejerce las prácticas en esa misma carrera… sin tan siquiera estudiarla. Emi, ¡eres un crack! Cuando el socialista se disfraza de ciudadano -y no me refiero al partido político, por algo va en minúscula-, nos deleita con su gran oratoria y tremendo sentido del humor.
Estoy seguro de que el presidente de la comunidad quijotesca caería en simpatía a todo aquel con quien se muestre a distancias cortas. Liberales y conservadores se mostrarían favorables a tomarse una copita con él de no pertenecer nuestro protagonista al partido de la rosa y el capullo. Hasta los más ‘fachorros’ que existan en España le darían la oportunidad de, al menos, tomar un café, un Martini o cervecita… en caso de no defender unas siglas tan coloradas, como la antítesis de lo que deambula por el rostro de su jefe el Pedrito que no es, precisamente, el Picapiedra, aunque este tenga el rostro tan duro como el hormigón armado.
Emiliano, esa risita de pillín que sale de él por inercia. Verlo encima de un atril mirando al público en un mitin y sus gestos de aldeano simpaticón embelesan a cualquiera. Su cara entre aniñada y con pequeñas arrugas que desprenden simpatía, ya me la estoy imaginando en la intimidad criticando a su líder y actual presidente del Gobierno, llamándole de capullo para arriba por las tropelías y gansadas que este va haciendo y que perjudican a los intereses de su formación política, además de a él como barón y líder de la antigua Castilla la Nueva.
Queridos lectores, he de confesar que estuve a punto de reestrenarme hace semanas y con este mismo dirigente, pero hoy ha sido el día de mi regreso. A saber ¡cuándo escribiré el siguiente! Todo va a depender del Jefe, ¡pero del mío en Minuto Crucial y no de Sánchez! También del tiempo que tenga y si el trabajo me lo permite.
Sí, yo soy igual que ese otro ‘ÉL’, aquel podemita de exmelena pronunciada y que ahora cuenta con nidos de estropajos en su cabeza… pero mi look es diferente y mis años también difieren con el macho alfa. La mala leche que tengo es la misma que la del ser supremo y mi pelo, que cuenta con ganas, también viene acompañada de un cerebro con amplitud de neuronas y no me refiero a ese caso de corrupción. Con la edad, uno pasa de todo… menos de curso.
Volviendo a nuestro Emiliano García-Page, digno político que es un cachondo mental que destila carcajadas a rebosar. Las mismas que se exteriorizarían en tabernas por parte de grupos de txikiteros vascos o las mismas que sucumbirían entre madrileños saliendo de tapeo. Unos de pintxos y otros de tapas, ¿Vino o cerveza? ¡A gusto del consumidor!
En su última comparecencia, Emiliano me recuerda a la película Torrente y a su protagonista, José Luis Torrente, que no Ábalos. Para ser exactos a una de las famosas frases que pasarán a la posteridad del filme, esa misma en la que el protagonista pregunta aquello de: ¿Nos hacemos unas pajillas? Tras ella, el Cuco, el amigo tontín de este soltaría eso de «¿con la mano o con la boca?, pero como continúe relatando toda la secuencia, creo que me acabaré yendo del lugar que vengo con tremendo rapapolvo incluido y con razón.
Por ese motivo y para terminar, tras meses de ausencia en las que no he dado señales, quiero con este artículo de opinión, tirando de humor, darle las gracias al director por su paciencia y a todos los que por privado pidieron mi vuelta. También, como es lógico, mandarle un saludo efusivo al gran Page por esa forma de ser tan entrañable que tiene y por lo golfete que es con su hijo además de gran protector con su ‘vástaga’. Ya tan solo me queda por decir la frase más cachonda con la que puedo concluir este artículo de opinión que tiene la finalidad de deleitaros a propios y extraños: Emiliano, ¿nos hacemos unas ‘pagellas’?
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