Cuando una pregunta deja en evidencia

Hay ocasiones en las que el ser humano manifiesta abiertamente su opinión sobre cualquier tema sabiendo que esta traerá consigo una serie de consecuencias. Las reacciones que se acaban generando en el público son dos: a favor o en contra. En el Siglo XXI nos encontramos con personalidades de toda índole que manejan la oratoria como nadie. Los hay a quienes les viene de serie, pero también quienes la han logrado adquirir mediante sus experiencias o tras ser bien asesorados por un experto en la materia. Tanto los unos como los otros tienen un fin: convencer a la ciudadanía sobre algo o alguien.

El ser humano es interesado, egoísta y narcisista por naturaleza, aunque no lo llegue a exteriorizar. Puede haberlos incluso que carezcan de escrúpulos y estén dispuestos a todo con tal de alcanzar su objetivo tan enriquecedor. En unos casos, el dinero es el actor protagonista y en otros, sin embargo, el ego y la búsqueda de popularidad. Tampoco es descartable que todas ellas vayan unidas sí, ya que la fusión resulta ser una perita en dulce que la inmensa mayoría de los seres humanos se encuentran deseosos de degustar.

Mentir, omitir cosas u ocultar la prueba del crimen son situaciones que se dan con la intención de evitar que la verdad salga a la luz. Si esta no emerge al 100% se debe a que algún interés hay por parte de alguien en ocultar algo malévolo y de lo que ese alguien busca lucrarse. Ese hecho objetivo, de tener el pueblo constancia sobre ello, lo más seguro es que acarrease la alteración del orden en la propia sociedad. Verdad que todos nos movemos por haberes pero considero que eso no debe ser sinónimo de perjudicar a terceros o, lo que es lo mismo, dejar cadáveres por nuestro camino, para poder salir beneficiados en nuestra popularidad o billetera. ¿El fin justifica los medios? Para mucha gente sí, desde luego. Para mí, no.

Hay veces, situaciones, momentos y circunstancias en los que una pregunta aparentemente inocente puede provocar cataclismos sin comerlo ni beberlo. La típica que el ser humano no se espera porque lo tiene todo bajo control. Tras hacérsela a la persona, experto o profesional de los medios de comunicación se activa el famoso “excusatio non petita, accusatio manifesta” que acaba dejando en evidencia al receptor de la cuestión, aquel que sabe que miente u oculta algo a sabiendas. Cuando uno sabe que miente y se siente acorralado, ahí comienza su momento sudoración, que servirá a su vez para quitarle la venda de los ojos al ciudadano medio que da al emisor credibilidad absoluta por el mero hecho de aparecer en prensa escrita, radio o televisión.

Los del Cuarto Poder poseen tanta fuerza que, por medio del dinero y las influencias que manejan, son capaces de comprar al mejor orador o supuesto experto que sea capaz de defender las tesis que ellos mismos plantean con la finalidad de instaurar en la opinión pública el mal llamado discurso oficialista. Contra este tipo de métodos, una simple cuestión puede servir para que aquella persona o institución acabe sacando, contra su voluntad, la realidad de lo que hay o la opinión que uno realmente piensa. Dicho de otra manera, una simple pregunta capciosa acarreará que los argumentos falsarios, la mentira y la omisión de informaciones quede en evidencia logrando así que los amos o élites de turno no se salgan con la suya. Tras lo dicho, en este artículo voy a lanzar varias cuestiones sobre un tema que sigue de actualidad y que servirían para lograr desactivar al charlatán de turno que tira de verborrea con fines inter€r€sados.

Todas las preguntas tienen relación con la pandemia y van dirigidas tanto a expertos como a medios de comunicación y sus correspondientes periodistas subvencionados: ¿Por qué no se han realizado debates entre expertos oficialistas y disidentes en televisiones o radios generalistas? Se nos ha querido vender por parte de todos ellos que, en la Ciencia, con respecto a este asunto, había consenso y para nada. Detractores como Luc Montagnier, ganador en 2008 del premio Nobel de Medicina, ya tristemente fallecido, fue altamente vejado y tratado como si fuera un simple becario en prácticas. Los hubo incluso que se metieron con su edad. De hecho, gracias a personas como él, los avances surgen en la ciencia. Si nadie la cuestionase no existirían los avances que se dan. Otra pregunta que se me viene a la mente es la del ¿por qué no se han recordado las incongruencias del bando oficialista en los temas del covid y la vacuna o los aciertos del bando disidente en cada pronóstico vaticinado? Tan solo hay que recordar cuando los primeros aseguraban que, si el 80% de la población se pinchaba la terapia génica experimental, España obtendría la famosa inmunidad de rebaño. Y creo recordar que, en la actualidad ya hay personas que tienen, al menos, cuatro “vacunas” puestas.

La tercera y última, la considero tan importante que merece un párrafo independiente. Esta tiene que ver con la negación de las miocarditis y pericarditis, incluso de las famosas muertes repentinas que se siguen dando. ¿Por qué antes las plataformas poco arbitrarias y mucho subvencionadas negaban todas esas causas, asegurando incluso que se trataban de bulos lanzados por negacionistas y ahora pretenden asociarlo todo al covid persistente, no dándole ni la más remota posibilidad de que todo esto pudiera deberse a la propia “vacuna”? Todas estas cuestiones no se han fraguado en radios ni televisiones; tampoco en medios de comunicación existentes en España. ¿Cuál puede ser el motivo? Fácil, porque ejercer de activista sale mucho más rentable que hacerlo como periodista. Lo primero te garantiza el pan durante décadas. Ejerciendo como lo segundo, dependes exclusivamente de la gente de a pie que te siga.

En definitiva, no creo que haga falta lanzar proclamas para convencer a la población. La verdad saldría a la luz, en muchas situaciones, haciendo la pregunta oportuna a aquella persona que sabe la verdad y que por intereses la oculta. Que se lo digan al exdiputado por Ciudadanos, Pablo Cambronero, que fue a preguntar si el Gobierno se dedica a manipular el tiempo con productos químicos y, a continuación, todos los medios de comunicación fueron contra él. Eso sí, fue salir en el programa presentado por Iker Jiménez, el de Horizonte, para hablar sobre los famosos chemtrails y, automáticamente, nuestros cielos ya no tienen actividades sospechosas que tengan que ver con las estelas y las fumigaciones en general. Lo dicho, una simple pregunta puede desactivar a un indeseable y también dejar a todo aquel estómago agradecido en evidencia.

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