Las barbas cortadas del vecino

Los tiempos avanzan a pasos agigantados, no por la velocidad en la que se resuelven los conflictos o los grandes dilemas de las naciones o de la propia civilización, sino al sonoro cántico, a modo de sirenas, de aquellos que aportan soluciones drásticas y que podrían suponer una amenaza, según señalan desde posiciones contrarias, a los derechos fundamentales. Una de las grandes cuestiones que se plantean en Europa es la lucha contra la inmigración ilegal y, en ese sentido, Macrón puede dar por seguro que su pérdida del domingo tiene todo que ver con la polarización de la seguridad en un discurso que ha relacionado directamente crímenes y delitos al enorme número de inmigrantes indocumentados que ha poblado en pocos años las grandes ciudades del país galo, especialmente en París. Además, a esto se une la posibilidad, facilitada por el propio Gobierno francés, de que estos pudieran trabajar legalmente, aún no habiendo regularizado su situación en este país.

La más que aparente victoria, el próximo domingo, del partido de Marine Le Pen en las urnas, consiga o no la mayoría absoluta en el legislativo, deberá suponer, por la fuerza de los votos, un duro cambio de estrategia en materia migratoria en Francia. Pero ojo, dependiendo de la dureza de esta decisión, España podría verse muy seriamente afectada. Hablamos de que, en el caso de que los inmigrantes indocumentados sean perseguidos y se pretenda su expulsión, como estima el discurso de la ultraderecha, fácilmente se producirá una estampida de los mismos que cruzará fronteras hacia lugares más friendly, y ninguno ofrece mejores condiciones en Europa que España.

Existe, no obstante, un peligro que siempre he denunciado en los discursos en relación con la migración, y es la criminalización de toda la inmigración o las acusaciones que afectan a personas que realmente sí son sujetos de derecho en tanto y en cuanto han solicitado y han recibido la condición de asilo por razones políticas o por persecución en sus países de origen por múltiples motivos garantizados por España a través de su Constitución y referidos en los tratados de Derechos Humanos internacionales. Hablar de migración en nuestro contexto histórico es abrir un abanico de asuntos que afectan a muchas facetas de nuestras políticas y de nuestra propia sociedad.

No son pocos los que denuncian que, entre la migración que llega nuestro país o a Europa, se encuentran muchas personas que, finalmente, terminan cometiendo la mayoría de los grandes y más salvajes delitos que afectan a nuestra sociedad. Sin llegar a tener datos oficiales debido a cierto tipo de falta de transparencia por parte de las instituciones, bajo la excusa de no barajar términos discriminatorios, lo cierto es que, a diario, la mayoría de informaciones que llegan sobre violaciones, asesinatos, atentados a la vida en la calle… provienen de población migrante. Y esto sí se convierte en una amenaza cuando existe una convicción social de que el peligro de la inmigración ilegal radica en que parte de esos migrantes podrían estar huyendo de sus países tras la comisión de delitos o, incluso, que son enviados a Europa por los mismos países que así se ahorran su mantenimiento y la amenaza que representan, en un claro signo de desprecio a la sociedad Europea.

A esto habría que unir las condiciones de vida de esos países en los que han nacido y crecido estas personas, en los que, la mayoría de las veces, acabar un día vivo es vencer a la enorme posibilidad de haber podido sufrir las consecuencias de la inseguridad más absoluta, bien por los conflictos armados, bien por las guerrillas, o bien por la miseria que inunda las calles en espacios donde prima la ley del más fuerte, o del que menos escrúpulos demuestre. Yo suelo comparar estas situaciones con los ecosistemas. Si trasladamos a alguna especie, animal o vegetal de un ecosistema en el que se encuentra con dificultades para crecer por la existencia de otras especies que rivalizan en fortaleza habrá un equilibrio, pero si esa misma especie es trasladada a otros ecosistemas se corre el riesgo de que termine destruyendo a cualquier especie que no rivalice con la misma fuerza y hacerse con todo el espacio. Algunas personas que provienen de otros países podrían estar entrando en Europa como un elefante podría entrar en una chatarrería, con una convicción de supervivencia basada en una fortaleza e imposiciones que son propias del ambiente en el que han crecido y se han educado, así como el trato a las mujeres, su respeto hacia ellas, o a personas del colectivo LGTBI… Por supuesto que, ténganlo claro, lo primero que van a conocer son sus derechos y las ayudas a las que tienen acceso. Es más, de sobra es conocido que llegan, al menos a nuestro país, conociéndolas y hasta exigiéndolas. Otro asunto escabroso sería el de hablar de los extremismos religiosos y sus consecuencias.

Conozco a personas que trabajan en centros de acogida de menores, que también sabemos todos que no siempre son menores, que llegan a tirar la ropa que el centro compra a las caras de las personas cuidadoras exigiendo que la ropa que les compren sea de marca. Y nada pueden hacer por controlar esos desaires, por la rotundidad con la que actúan y con las muestras de amenaza que dan en esos momentos. Estas situaciones pasan, se dan, suceden.

Pero uno de los problemas que se plantean es la criminalización sistemática de todos los que llegan por hacerlo de forma irregular, como dije anteriormente. En eso estoy absolutamente de acuerdo. Pero, sin embargo, nadie es capaz, hasta el momento, de plantear que la asimilación dentro de la normalidad de la entrada de inmigración de forma irregular no sólo es una falta a las normas internacionales y hasta un delito, sino que supone una invasión territorial y un enorme peligro por el desconocimiento real de la realidad que supone cada una de esas personas, de las que desconocemos su pasado y sus circunstancias. Sólo sabemos que fueron capaces de arriesgar sus vidas por llegar a Europa, una idea trágico romántica que lleva adheridas otra serie de planteamientos como lo que son capaces de arriesgar con tal de conseguir sus objetivos y deja la duda de lo que podían llegar a hacer de no poder lograrlo una vez en Europa… o sí.

Podría sonar algo sórdido para algunas almas sensibles, pero a aquellos que se horrorizan de cualquier comentario que puede poner en duda la bondad o las bondades de la migración ilegal les invito a que consulten los datos reales, echen un vistazo a la realidad que viven muchos barrios y municipios y comprueben los resultados electorales en Francia, donde es la ultraderecha la que promete unas medidas que no están demasiado lejos de las que han llevado a la izquierda en Reino Unido al poder. En Europa no está ganando la ultraderecha, sino el mal menor para muchos ciudadanos que ven cómo la izquierda idealista protegida en sus mansiones y por su seguridad pagada con dinero público pretenden ignorar.

¿La solución? En primer lugar, diría yo, cambiar las políticas de natalidad para evitar una despoblación autóctona, crucial para mirar al futuro económico y a la estabilidad de las pensiones. En segundo lugar, establecer unas cifras de población migrante necesaria para establecer métodos de entrada legal y controlada, con la documentación pertinente y con un certificado de antecedentes. Una vez en España, la necesidad de que las personas migrantes pasen por un periodo de adaptación en la que reciban cursos lingüísticos y de integración social, conocimientos de derechos y obligaciones y la firma final del reconocimiento y aceptación de las normas europeas y españolas.

Por supuesto, medidas de control y garantía que eviten el efecto llamada y que realmente no premien la acción de poner en riesgo sus vidas y de cometer la ilegalidad de entrar de forma irregular en España y en Europa. A esto uniría fórmulas para posibilitar el acogimiento, desde Europa, de personas solicitantes de asilo de forma regulada y garantista.

En definitiva, medidas que deberían haberse puesto en marcha hace muchos años y que hoy en día están poniendo en juego la estabilidad política y social de Europa y muy en riesgo a España, vistas las medidas que países limítrofes como Francia están dispuestas a aplicar, provocando la salida de mucha de esta población, y más que probablemente con destino a España. Agárrense que vienen tiempos complejos y difíciles de digerir.

Por cierto… en Cataluña parece ser que lo tienen claro…

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