
A una servidora le vienen a la cabeza miles de películas en las que el tren juega un papel de actor secundario o, por lo menos, adquiere un rol más que visible: Asesinato en el Orient Express, Polar Express, Ana Karenina, cualquiera de Harry Potter… Eso en la gran pantalla; cuando se trata de RENFE, ya son palabras mayores, y el caballo de hierro, como decían los indios, se convierte en el protagonista indiscutible de la vida de miles de españoles. Y en la de los madrileños, más aún.
Y es que a determinada gente se le hincha la boca cuando habla de la alta velocidad, que también ha tenido sus momentos de gloria, pero ¿qué ocurre con el resto de los trenes? Los del día a día, los del español común que los utiliza todos los días para llegar al trabajo. Pues eso, que el caballo de hierro se convirtió, hace ya mucho, en un caballo de hierro oxidado; cuando no es un pito, es una flauta, y cuando no, el metro de Ayuso sufre más incidencias. Al menos eso es lo que salió de la boca de todo un Ministro de Transporte una de las tantas veces que el ferrocarril no quiso moverse.
En cualquier caso, pase lo que pase, el señor Puente, el mandamás de dicho ministerio, a lo suyo. Él bastante tiene con repartir estopa en Twitter, ahora X, como si de un adolescente maleducado se tratara. Lo suyo es sacar la cara por el 1, su 1, que para eso lo nombró. Tantas veces como sea necesario. Tanto como para hacer el ridículo, volviendo al cine, al igual que aquella vez que Pedro Sánchez se iba a sacar la fotografía con Anne Hathaway. Pero qué más da, ellos son los más progresistas, son el azote del capitalismo y del fascismo, y en base a ello, se les perdona todo. Incluso el hecho de que miles de trabajadores lleguen tarde a sus puestos laborales un día tras otro, sencilla y llanamente, porque la gestión del Ministerio de Transporte y Movilidad Sostenible es un auténtico desastre. Y porque anteponen lo de la sostenibilidad a lo del transporte. Así nos luce el pelo.
Lo del progreso es algo que este Gobierno no ha terminado de asimilar, y eso que es la palabra clave de cualquier discurso. Cuando unos están lanzando cohetes al espacio, aquí el diseño estrella es un tapón de plástico que nadie es capaz de cerrar como toca. Cuando te están culpando del cambio climático porque conduces un coche de más de diez años, son incapaces de mantener una red ferroviaria y unos convoyes en condiciones para que puedas viajar de la manera más eco-friendly. Cuando la ministra Alegría acusa a Isabel Díaz Ayuso de absentismo laboral, no se acuerda, o no quiere acordarse, de que su jefe se tomó cinco días libres por enamoramiento. Cuando el señor Patxi López se dedica a ningunear de forma escandalosa a ciertos periodistas acreditados por el mismo Congreso, se sacan de la manga un Plan de Acción por la Democracia con el fin de controlar a todos aquellos que no siguen la línea del Gobierno. Cuando el Falcon lleva al Presidente del Gobierno a un concierto, ese mismo gobierno no es capaz de fletar un avión a Tailandia para traer de vuelta a una joven en coma, cuya familia ha tenido que hacer una recolecta y recaudar un dinero que no tenían. Cuando ocurren todas esas cosas y, aun así, hay quien se cree el rollo del progresismo, algo muy gordo, muy malo y, sobre todo, muy preocupante está sucediendo en el país.
De todas formas, madrileños en particular y españoles en general, cuando se trate de viajar en tren, sean previsores, porque lo de echar las culpas a otros, a los de siempre, se les da muy bien, pero de asumirlas y ponerles remedio, como que no. Eso sí, quitarse del medio para que un maquinista se haga cargo de la locomotora, tampoco. Mientras tanto, próxima parada: vaya usted a saber.

Muy cierto. El progreso sería que todo funcione