
El Partido Popular piensa exactamente igual que el PSOE, actúa como el PSOE y vota con el PSOE en Europa. Y eso, ni más ni menos, significa que ya son socios en España, donde aplican más del 80 % de esas europolíticas, defendiendo las mismas causas. Entonces, ¿por qué actúan delante de los ciudadanos españoles como si fueran dos entes diferentes? ¿Por qué dan a entender a la sociedad que debe ser uno u otro?
Muchos que navegamos en las barcas denominadas de derechas, comandadas por Génova y en las cuáles remamos siempre, nos hemos dado cuenta de que no eran lo que decían que eran, y mucho menos son lo que ahora dicen que son. Pareciera que nunca han sabido qué son realmente. Lo único real es que el Partido Popular es lo mismo que el PSOE: dos partidos que llenan de mismas políticas todos los lares donde gobiernan. Son las mismas políticas, no hay diferencia. Actúan como uno en Andalucía, en Madrid, en Galicia, en las Islas Baleares, en Aragón y, en definitiva, en Bruselas, que es de donde viene todo.
Los de Alberto Núñez Feijóo usan palabras para seguir engatusando al posible votante del PP, pero la sociedad se está percatando de que lo traen todo cocinado desde Bruselas y que aquí hacen como si fueran uno del Real Madrid y el otro del Barcelona, cuando realmente son la Unión Deportiva Progre. Sin lugar a dudas, son la alternancia: mientras que unos juegan con la primera equipación, los otros lo hacen con la segunda, ambos bajo los mismos intereses: la burocracia bruselense, manejada por Von der Leyen.
Lo que España realmente necesita es una auténtica alternativa que le haga frente a este juego de tronos, que lo único que está consiguiendo es incendiar nuestra nación. Porque el bipartidismo es así. Lo que le hace falta ya existe. Hay un lugar desde donde divisar desde fuera, donde observar bien lo que representan el Partido Popular y el PSOE, alejados de su dominio y de los cantos de sirena que te afectan al estar dentro de ese corchete. Cuesta salir, claro.
Pero ha emergido una formación política diferente, cuyo líder, Santiago Abascal -que también se dedicaba a remar en esos barcos ya oxidados-, ofrece una oportunidad nueva. Tan solo hay que acercarse y comparar. Ir a una de sus sedes y preguntar lo siguiente: “A ver, ¿por qué os tengo que votar a vosotros?” Hay que escapar del qué dirán, que se expliquen y luego, que sea la mente propia quien trabaje. Es la hora de dejar atrás lo de siempre. No hay por qué votar lo mismo, con esa inercia. Así hice yo, como así me recomendaron que hiciera. Por ese motivo, os puedo decir que todo se ve mejor desde fuera.
La batalla es mastodóntica, pero está en sus principios, y las sombras de esas fuerzas a las que ellos etiquetan se ciernen como un ciclón imparable para destruir el cáncer woke del Pacto Verde y de esas puertas abiertas a la inmigración ilegal que se ha asentado desde hace años en Bruselas. Amigos, salid de ese corchete. Aseguraos bien de que lo que escucháis a través de los medios de comunicación, por la calle, en una cafetería, es lo correcto y no discurso fake de los progres. Hay que saltarse las reglas ya impuestas por la sociedad.
Hay más tierras donde asentarse fuera del sistema bipartidista y corrupto de este Estado fallido de las autonomías. ¡Animaos! Esa puerta que os animo a cruzar se trata de Vox. Vox no muerde, como dicen, ni mucho menos. Acudid a esa sede por la que seguramente habréis pasado de vez en cuando de largo: es la hora de entrar. Está a un pequeño paso. Doy fe de que merece la pena.

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