De tuyas a mías

Cómo cambian las cosas de tuyas a mías. El ejemplo más reciente es el ‘tema Errejón’. Dejando de lado que el peón que se creía torre ha caído por esos intereses políticos para distraer al personal, voy a entrar al trapo porque esa falsa moral me turba.

A nivel político, no se puede defender o atacar a alguien en función del partido al que pertenezca. Si algo está mal, lo está independientemente de que sus ideas casen con las de uno. Idem si algo está bien. En el caso que nos ocupa, he visto a la mayoría de la gente cuyas ideas políticas son muy contrarias a las de Iñigo Errejón lanzarse a la yugular del político; mientras que, en otros casos, defendían a capa y espada eso de las denuncias falsas y de no creer a alguien, solo por el mero hecho de ser mujer. Igualmente, los de ideología opuesta se dedicaban a enarbolar la bandera de ese “Hermana, yo sí te creo” cuando las acusaciones señalaban a alguien de colores ideológicos diferentes.

También, a nivel político, deberíamos saber que nadie es imprescindible. Cuando la gente consigue un cargo relevante, piensa que es intocable y, por tanto, perenne. Da igual los precedentes de otras torres e incluso reyes. Cada palabra y acto será tu sentencia de muerte cuando interese… y así ha sido; Errejón es el peón que se creía torre, sacrificado en pos de intereses para que se hable de este tema y no de otros que tocan directamente al PSOE. El sacrificio ha sido posible porque, en política, no hay amigos, sino socios interesados, y la caída de unos es buena para los intereses de otros. No hay lealtad entre ratas, ya que se comen las unas a las otras.

Errejón está siendo devorado por los mismos que guardaban sus secretos. Los mismos que, protegiendo los intereses del diputado, protegían sus propios carguitos, guardando, eso sí, esos secretos como balas en una recámara. De ser ciertas las acusaciones, no habría un solo culpable; cada denuncia al diputado es, en sí, testigo de cargo contra muchos otros políticos.

Iñigo no es santo de mi devoción. Es más, siempre he dicho que prefería a alguien como Monedero, debido a que ya sabes de qué palo va, que a esas personas que parecen más templadas, como es el caso de Errejón. Pero debo admitir que esta falsa moral de algunos me llama la atención. He hablado a nivel político, pero también, a nivel social, resulta llamativo y grotesco la señalización hacia este tema, especialmente en este momento en el que el Gobierno de España supura corrupción cual pústula supurando pus; una época en la que la precariedad de los ciudadanos aumenta a pasos agigantados, al mismo ritmo vertiginoso que la inseguridad ciudadana.

Los españoles estamos inmersos en un putrefacto barrizal social, pero hablemos de bragas y miembros viriles… Total, es lo que más consigue captar la atención del ciudadano, independientemente de su sexo. Si prestamos atención a los seguimientos en redes sociales y las interacciones entre usuarios, porque, seamos realistas, en esta sociedad repleta de falsedades, todos son muy puritanos hasta que abren un MD o, lo que es lo mismo, un mensaje directo.

Con esto, no estoy defendiendo que nadie, bajo ningún concepto, se tome libertades con nadie sin el consentimiento de esa persona, y mucho menos si, aún habiendo consentimiento, una de las personas pone fronteras a lo permitido. Pero sí defiendo la cautela que se debería tener a la hora de lapidar socialmente a alguien. Señores, mañana podrían ser ustedes los perjudicados, como ha sucedido en otras ocasiones; todo el mundo es bueno hasta que deja de serlo, y la belleza o el “estar buena” no es sinónimo de bondad ni de buenas intenciones. Hoy en día, muchas de las palabras y las actitudes pueden tergiversarse fácilmente. También, señoras, suponiendo que cada palabra de esa denuncia sea cierta, repasen su escala de valores, sea por la erótica del poder, por el morbo o, simplemente, porque un “buenorro de gym” les baila el agua. Si tienen familia, pongan en tela de juicio si merece la pena perderla y, no menos importante, si su seguridad vale menos que un encuentro lascivo, porque diversos estudios confirman la cantidad de psicópatas que hay rondando por el mundo.

Concretamente y, como ejemplo, puedo nombrar la tesis del investigador y psicólogo Iñaki Piñuel, quien hace unos años sentenció que a lo largo de nuestra vida nos toparemos aproximadamente con unos 60 psicópatas. Háganse lo mirar todos, por una u otra razón; eviten que el árbol les impida ver el bosque.

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