Será tarde… excesivamente tarde

Ya lo sé, no hace falta que ustedes me lo digan. Últimamente, escribo raramente y en negativo, he de reconocerlo. Mis dos últimos artículos, este inclusive, así lo hacen patente. Como decía nuestro querido y recientemente fallecido escritor D. Antonio Gala “No soy pesimista, soy un optimista bien informado”. Con esa misma cita me siento totalmente identificado.

Después de la sesión de investidura del presidente del Partido Popular, D. Alberto Núñez Feijóo, se han constatado dos cosas: la primera que el aspirante gallego es un gran político y orador. Él es alguien capaz de destrozar desde la tribuna a cualquier otro aspirante o dirigente de cualquier partido y, si a Sánchez se refiere, con muy poco se lo devora. Mientras que, en segundo lugar, al líder popular se ha podido demostrar que le faltó un suspiro, un pequeño empujón, para que pudiésemos desalojar al Sanchismo del Palacio de La Moncloa.

Tristemente, prosigo de la misma manera que inicié el artículo, con la pena de haber estado tan cerca y a la vez tan lejos de alcanzar la meta de poder despedir al Socialismo. Cerca porque nos hemos quedado a tan solo seis diputados de cambiar el rumbo de España o, mejor dicho, de darle un rumbo, un destino y los pasos necesarios para alcanzar la línea de meta. Y lejos, porque ahora no está a nuestro alcance: Ahora tan solo hay un objetivo: que Pedro Sánchez gobierne sin importar si sus decisiones son buenas o malas para España y sin importar quién o quiénes le acompañarán en esta sin razón como compañeros de viajes, aunque estos que lo hagan puedan ser cómplices y/o padrinos de quienes en el pasado mataron a sus compañeros socialistas.

En estos últimos días, he leído en un periódico nacional que el 17% de los votantes del PSOE hubieran apoyado a Feijóo en la investidura… y hoy he visto en otro medio de la misma condición que más del 40% de los también votantes socialistas rechazan la amnistía de Puigdemont. Como si fuesen el 100%, ya da todo absolutamente igual. Cada voto, cada votante que se levantó el domingo 23 de julio para votar a Pedro Sánchez sabía por estadística que es un mentiroso y, por historia, con quien iba a pactar y quienes serían sus socios de investidura y, aun así, le votaron.

Y si el segundo Gobierno Frankenstein consigue aglutinar los votos necesarios para que Sánchez vuelva a usar el Falcon hasta para ir a comprar el periódico, para volver a usar la Justicia y los medios del Estado a su antojo, para ahogar a los autónomos y empresas a impuestos y, a su vez, a la clase media dominante en nuestro país, para que en España existan ciudadanos de primera y de segunda… y también para que haya comunidades autónomas perseguidas como la de Madrid, motor económico del país, a la que acosarán y maltratarán tanto socialistas como comunistas. Todo eso volverá a ocurrir.

Pues sí, amigos. Todo será demasiado tarde para recuperar España, que ya ha sufrido un daño económico de dimensiones catastróficas y que podría ser peor con 4 años más de despilfarro sanchista. Demasiado tarde para parar a unos independentistas, cada vez más crecidos y fortalecidos por las ansias de poder de Pedro Sánchez. Demasiado tarde para recuperar la masa empresarial que se pierde cada día que pasa con este Gobierno. Demasiado tarde para bajar impuestos y aliviar la elevada presión fiscal que sufren todos los españoles y que ahoga a los hogares, mientras todo está por las nubes. Ojalá Dios me oiga y, como ya dije en el artículo anterior, ocurra algún inconveniente en el proceso que nos permita volver a votar y obtener, por lo menos, aquello que nos falta para poder gobernar. 

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