
Somos un país tan particular que, a estas alturas de la película, o reality, como definía a la política en España en los últimos años en un reciente artículo, aún no sabemos qué ocurrió realmente el día del apagón, pero conocemos mensajes privados del Presidente con un ex ministro hoy imputado y defenestrado de puertas para afuera por el partido que gobierna en coalición con otro que le aguanta carros y carretones con tal de seguir disfrutando de las delicias del poder. Delicias, por cierto, que incluyen unos ingresos que mucho quisieran la clase trabajadora a la que dicen representar desde púlpitos parados por esta a base de impuestos que no dejan de asfixiarlos.
Sí, queridos espectadores y espectadoras (modo reality), en las próximas elecciones ya deben estar pensando por quién votar, por el chulito, por la choni, por el sex simbol narcisista o por la reencarnación de Evita Perón. Tienen que elegir entre quedarse sin dinero o tenerse que gastar ese dinero en servicios privados porque lo público no le garantiza ni curarse en salud ni a su hijo llegar a tiempo al trascendental examen que, tenía planteado, le cambiaría la vida. Pues no, la vida se la cambiaría el no llegar a esa prueba de conocimiento, hay que estar prevenido porque las garantías en un Estado de Garantías, que diría en su momento Felipe González, son cada día menos garantistas. También puede elegir al candidato que más grita, el que más insulta a su oponente o el que más esconde sus vergüenzas… mientras la prensa se lo permita.
Hagan sus apuestas porque yo me bajo del tren, comeré sano y me cuidaré al máximo para no tener que recurrir a la asistencia sanitaria y me convertiré a la religión que más me haga rezar para así ocupar el máximo tiempo posible sin tener que gastar el nada dinero que me quede del poco que gane en cosas que muchas veces no necesito para respirar, que espero que no le pongan un impuesto al aire como le pusieron al sol. Borrar, borrar, no dar ideas…
Pero, realmente, ¿Saben lo que más me duele? Ya lejos de ironías y de bromas exageradas (o no), me duele que, en primer lugar veo a mucha, demasiada gente, sometida a la doctrina de una o de otra ideología, gastando su precioso tiempo en defender quimeras, en luchar por unos ideales que no se materializan en la política real, llena en demasiadas ocasiones de leyes oasis que, cuando recurres a ellas, si por un lado obtienes el beneficio por el otro te lo quitan. Me duele porque la política debería ser el baluarte de la esperanza y la razón que moviera a un país como el nuestro a cuidar los intereses comunes y no particulares de unos sobre otros. Me duele porque entiendo que la cooperación es el instrumento inicial y fundamental en el que se sustentan los verdaderos avances en derechos fundamentales como son la igualdad y la justicia social. Sin igualdad entre ciudadanos de un Estado no pueden abanderarse estos términos. Y sí, creo que la política también debería ser cooperativista y no frentista por defecto.
Me resulta sumamente curioso que, siendo los que más palos reciben, por interés de unos y de otros, sean los sindicatos los que más logros y objetivos perseguidos consiguen hoy en día. Pocos de los avances que la clase trabajadora consigue en estos momentos se lo deben a los sindicatos, y fundamentalmente los mayoritarios, los de clase. Ya sé que, para muchos, estas palabras deben ser una barbaridad pero, más allá de las lógicas discrepancias que se puedan mantener de cuña ideológica o incluso relacionadas con lo dicho en el párrafo anterior, son estos sindicatos los que defienden hoy en día desde la seguridad en el trabajo, con la lucha por la prevención de accidentes laborales, hasta la bajada de las horas de trabajo, justificadas perfectamente en ejemplos reales que justifican, bajo la respuesta del mayor rendimiento y la conciliación de la vida laboral y la vida familiar.
Y es verdad, como escuché recientemente a un líder sindical, que la inmensa mayoría somos clase trabajadora desde el momento en el que dependemos de una empresa, un empresario o una institución pública para recibir nuestro sueldo cada mes. Todos y todas estamos sometidos a unas leyes laborales que condicionarán no sólo nuestras horas de trabajo, sino también las condiciones en las que desarrollemos nuestra jornada laboral; también nuestros periodos vacacionales, o nuestros complementos salariales, el finiquito que nos corresponda cuando se acabe nuestro contrato o las indemnizaciones correspondientes.
Sí, pese a quién pese, hoy voy a romper una lanza a favor de los sindicatos. Ojo, eso no quita que pueda ser crítico con, obviamente, cualquier irregularidad que desde ellos se cometa. Eso sí, reflexionando sobre algunas respuestas absurdas o no del todo coherentes con la realidad. Y es que sabemos que otra de las cualidades en nuestro país, no quiero pensar que también en el resto del mundo, es la ingratitud. Yo me preguntaba, para aquellos que meten en su discurso el consumo de gambas o marisco, si no fuese por ese sindicato si mucha de la gente que sí se puede permitir hoy en día comer gambas o una mariscada, lo podrían estar haciendo si no hubiese sido por esa lucha sindical que mejoró sus condiciones, su remuneración y su tiempo libre. No hace demasiados años recuerdo que estos eran considerados artículos de lujo inaccesibles para la inmensa mayoría de trabajadores.
Lo cierto es que, finalmente, parece que en España lo que prima es el seguidismo, el criticar al opuesto, el lamentar por culpa del otro lo que han gestionado los propios o ignorar los errores cometidos por aquellos a los que defendemos. Y bueno, mejor no hablar de los rumores, porque, en ese caso, habría que recordar millones de citas, aunque yo me quedo con la de la escritora francesa del siglo XVIII Madame de Staël: “La murmuración se parece al humo porque se disipa pronto, pero ennegrece todo lo que toca.”
Aunque hay alguien, o algunos que, sin duda, estarán pensando en la cita de la película La emperatriz rebelde, en boca de la actriz Vicky Krieps: “Si te molestan los chismes no estás hecho para ser Emperador.”

Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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