Habemus Papam: León XIV

El papado ha poseído tradicionalmente un gran poder político sobre vastos dominios, pero con los Pactos de Letrán de 1929, firmados entre la Iglesia Católica y el entonces Reino de Italia, se formalizó una reducción territorial a 0,44 km² -44 hectáreas-. Actualmente, el poder del sucesor de San Pedro no es meramente simbólico, sino principalmente espiritual.

La Iglesia Católica conserva soberanía interna -hoy sería impensable que potencias extranjeras pusieran o quitaran al Papa-, diplomática -tiene representación en numerosos países y organizaciones internacionales- y económica -la Santa Sede administra el Instituto para las Obras de Religión, conocido como el Banco del Vaticano-. Además, gestiona su propia seguridad, sus medios de comunicación, etc., sin olvidar el gran patrimonio artístico que se encuentra intramuros.

Sin intención de extenderme más en la presentación, me gustaría comentarles la que ha sido la noticia de la semana a nivel internacional: ni más ni menos que Habemus Papam. Los católicos, y muchísimas personas más alrededor del mundo, nos exaltamos de júbilo y sorpresa al conocer la noticia. Ayer, 8 de mayo de 2025, pasadas las 18:00 horas, 133 cardenales electores, tras varias congregaciones previas y guiados por el Espíritu Santo en el Cónclave, eligieron y mostraron sus respetos al 267.º Romano Pontífice -comúnmente llamado Papa-. El nuevo Papa es el hasta ahora Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Robert Francis Prevost, quien ha desempeñado hasta ahora el cargo de Prefecto del Dicasterio para los Obispos. En pocas palabras: la Iglesia deja de estar en Sede Vacante.

Es importante señalar que León XIV es, a partir de ahora, el sucesor de San Pedro, no el sucesor del Papa Francisco, como erróneamente mucha prensa -intencionadamente o no- se ha aventurado a calificarlo. Francisco ha realizado una labor pastoral que ha roto muchos esquemas, acercándose a los más necesitados y yendo, literalmente, a las periferias urbanas y sociales. Sin embargo, no ha modificado los dogmas de la Iglesia, porque ni siquiera con un concilio podría hacerlo. Por ejemplo, una cosa es pecado o no lo es. No obstante, se podría decir que ha desarrollado el Concilio Vaticano II, dando más protagonismo a las mujeres dentro de la Santa Sede.

Estoy seguro de que el nuevo Papa contará, entre otras cosas, con la cercanía a los jóvenes de San Juan Pablo II, con la magistral herencia teológica que nos dejó Benedicto XVI y la construcción de puentes entre la Iglesia y los más necesitados de Francisco. Esto demostraría que León XIV dejaría la huella de los tres anteriores pontífices, todos ellos fieles al concilio anteriormente mencionado.

Comprendemos que vivimos en un mundo cada vez más interconectado y geopolíticamente tenso. Por eso mismo, León XIV deberá centrarse espiritual y pastoralmente en las relaciones con Estados Unidos, China, Rusia, Ucrania, Israel y Palestina, así como -por acontecimientos recientes- entre India y Pakistán. La crisis de los refugiados también es un problema por el que la Iglesia ora constantemente. Sin embargo, estoy seguro de que León XIV evitará politizar la Iglesia y tenderá puentes con todos los agentes del panorama geoestratégico global, buscando el entendimiento, la paz y la justicia social de los pueblos.

En añadidura, la creciente secularización de la población mundial -que afecta cada vez más a las familias y a los jóvenes-, la convivencia entre el Vetus Ordo y los movimientos surgidos tras el Concilio Vaticano II, el papel de la mujer en la Iglesia, así como los escándalos sexuales y financieros ocurridos en años anteriores, constituyen los principales retos internos de León XIV.

La comunicación siempre debe ser un objetivo prioritario en la Iglesia, porque los jóvenes y la sociedad del siglo XXI desean que Nuestra Madre la Iglesia les comunique la Buena Nueva en un lenguaje actual. Esto se vio patente ayer en la bendición Urbi et orbi, incluyendo a las personas que seguíamos su proclamación a través de internet, radio o televisión, otorgando la indulgencia plenaria. No obstante, como decía el padre Jesús Silva, párroco en Madrid e influencer, en una reciente entrevista en Antena 3, un pontífice jamás podrá cambiar los dogmas de fe, ya que una cosa es o no es pecado; no hay relativismo ni concilio que cambie el Evangelio. Es entendible -y es lo que esperamos los católicos- que León XIV deba tener la cabeza fría ante los problemas del mundo, y el corazón caliente para poder discernir cuáles son los problemas sociales que afectan al mundo.

Respecto a la labor papal, me gustaría destacar que los cristianos debemos huir de las etiquetas políticas: se nos examinará al final de nuestra vida por lo que hayamos hecho -el amor dado y recibido-, y no por lo que seamos. Tanto las personas conservadoras como las más progresistas están llamadas a acoger la Palabra de Dios, a “querer lo que Dios hace y hacer lo que Dios quiere”, como dijo San Ignacio de Loyola.

En conclusión, vale la pena recordar que el último mensaje precónclave fue pronunciado por el cardenal decano Re durante la misa Pro Eligendo Pontifice. En él, hizo un sincero llamado a los cardenales -y, yo incluiría, a todos los católicos- a dejar de lado, en este momento histórico difícil y complejo, las posturas personales y a poner por delante algo mucho más importante: la unidad de la Iglesia. Tengo la esperanza, y casi la certeza, de que ha habido mucho consenso, más aún viendo que gran parte de los cardenales eran novatos. Esto es señal de que la elección de León XIV es una llamada a la unidad de la Iglesia, en la que imprimirá su esencia, pero que al mismo tiempo mantendrá lo esencial de la Iglesia y del Evangelio, que continuará por siempre. ¡Viva León XIV y viva la Iglesia Católica!

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