Se ha intentado, de verdad que se ha intentado. Créame el querido lector que, el pasado sábado por la noche, cuando el dúo valenciano se erigió como ganador del Benidorm Fest y, a la postre, representante español de Eurovisión, todas las neuronas de una servidora, las pocas que le quedan después de los recientes exámenes, gritaban cual Pepito Grillo: “¡no escribas sobre ello, no escribas sobre ello!”. Y de verdad que se iba a haber cumplido hasta que, durante una larga sesión de zapping, aparecen partes de la entrevista que dio Pedro Sánchez en la Sexta y, claro, caída hasta el fondo de la tentación.
Una duda, si el nivel de esta sociedad lo marca la canción en cuestión o que el Presidente del Gobierno se rebaje a mostrar su sonrisa profident soltando tranquilamente que otros hubiesen preferido el Cara al Sol, dejando bien claro quiénes eran esos otros. Seguramente, sea un círculo que se retroalimenta continuamente; el intelecto de algunos, alza a otros al poder y esos otros alimentan a los primeros para que les sigan votando. Y así cuatro años más cuatro más cuatro… el tiempo que haga falta.
El campo de actuación de la izquierda es amplio, tanto que no deja ninguna parcela sin tocar y, por consiguiente, acaparar. Este fin de semana le ha tocado uno de sectores fetiche: el arte, más concretamente la música. Lo que está claro es que Eurovisión es un concurso cuanto menos peculiar (¡ojo! del que una servidora se considera una frikie) en el que no siempre el ganador es el que mejor canta o presenta la mejor canción. Y la provocación, muchas veces, la mayoría, pesa más que la calidad artística. Y los de Nebulossa, eso lo sabían muy bien. No solo provocar, sino que con quienes están ahora mismo en el Gobierno Central, las espaldas las iban a tener bien guardadas.
El enredo de este país es tal que alguien puede ir poco menos que a la cárcel por soltar un piropo y, sin embargo, la Real Academia considera que zorra, es simplemente la hembra del zorro. Faltaría más, hasta ahí llega incluso quien no se haya leído un libro en su vida. Pero claro, también se puede deducir que llamar a una mujer zorra para nada es despectivo, más bien una equivocación de denominación. O interpretar, como ha hecho el Presidente Sánchez, que el feminismo también puede ser divertido y, a partir de ahí, ir de gracioso con el nuevo término que ha inventado.
Claro que no solo a cierto sector de la derecha la canción le parece una horterada de mal gusto. Alguna que otra asociación feminista, de esas a las que la izquierda supuestamente siempre apoya, ya han anunciado su disconformidad con el tema y consideran que de cultura cero patatero, que lo único que se está ensalzando es el machismo. Y es que ver a un grupo de jovencitas, muy jovencitas, recibiendo al dúo alicantino al grito de que son zorras… pues que quiere que le diga, como que resulta un poco lamentable, por decirlo delicadamente.
En cualquier caso, lo dicho, ese es el nivel. Siempre quedará el consuelo, aunque mal de tontos, que habrá algún otro representante europeo que dará la nota, bien con su atuendo, bien con música, bien con lo que sea que supere a la hembra del zorro y consiga que España dé la campanada que estuvo a punto de dar Chanel hace dos ediciones. ¿Difícil? ¿Imposible? ¡Qué más da! Mientras dure el circo, todas las ovejas, esas que a donde van unas, van todas, a ponerse la piel de lobo, perdón de raposa, y a zorrear hasta Malmö.
Defender esa canción es algo injustificable