El poder de las palabras

Las palabras nunca son inocentes, las palabras tienen poder, mucho, porque nos ayudan a conectar con las personas, a designar y dar forma a lo que nos rodea. Las palabras definen la realidad y a su vez, dan forma a la acción, a la convivencia y también a lo que concebimos como humanidad a día de hoy.

Las palabras crean realidades, unimos inmediatamente un hecho, objeto o sentimiento a una palabra y eso se asienta en nuestra mente como algo real, lógico y veraz. Pero como todo en la vida, puede ser un arma de doble filo, porque también cuando una palabra deja de tener su significado real por manosearlo sin decoro y que valga para todo, esa palabra pierde su significado y su valor.

Las palabras crean realidades, pero también pueden destruirlas. Así, hasta hace relativamente poco tiempo, todos teníamos claro que era un fascista, desde cualquier ámbito y espectro político y social lo distinguimos claramente, hoy, un fascista puede ser desde Mussolini, a un chaval que abre la puerta de un local a una señora mientras le da los buenos días, con una pulsera de España en la muñeca o Sabina saliendo de los toros. ¿Qué es un fascista entonces?

Pues todo, o casi todo lo que la izquierda chic que sufrimos diga que lo es, por lo tanto si todo lo es, nada lo es ya, porque ha quedado carente de sentido, ha pasado de ser un insulto ofensivo, si alguien se atrevía a decirlo, a tomártelo a risa. De la misma manera, está semana nuestro Ministerio de igualdad, ha sacado una encuesta donde asegura que el 58% de las mujeres españolas ha sufrido «violencia machista», donde mete en el mismo saco la violación, la agresión, las miradas, las bromas o los comentarios que te hagan «sentir ofendida», y estamos en las mismas, todos teníamos claro que era la violencia machista, y que existe claro está, pero cuando se sabotea al punto que es igual una violación, una agresión física o una mirada que la persona en cuestión «siente» como una agresión…

Pues tenemos un problema, porque se desvirtúa el hecho y se tomará a risa lo que es un problema real. Un hecho se puede juzgar, un sentimiento o un pensamiento no, porque pensar todavía no es delito, y matar a alguien no es lo mismo que pensar matarlo, y de lo que uno hace, a lo que otro «siente» que está haciendo puede haber un universo.

Entiendo que en los tiempos que corren, con el problema económico que tenemos encima, y pensando en recortar a funcionarios y jubilados, hay que hacer ver que mantener el Ministerio de igualdad es «súper importante, tía», porque los datos dicen que España es uno de los 5 países más seguros del mundo para ser mujer, y claro, algo hay que hacer, las subvenciones no vienen solas, y si en violaciones y agresiones no llegamos, pues metemos dentro los «como me siento» y eso sube exponencialmente, pero no todo vale para mantener el sillón, sobre todo cuando estáis tirando por tierra a las verdaderas víctimas de esa lacra, y de paso haciendo ver que cualquier hombre es un potencial delincuente.

Hay violencia machista en las señales de tráfico, en el aire acondicionado, en que te pongan un zumo, en los piropos, en que te miren, en que piensen… pero que te quiten la tarjeta SIM de tu móvil y se la guarden, que haya 16 niños prostituidos bajo la tutela del gobierno Balear o que nuestro Vice moños guiñe el ojo en pleno directo en «al Rojo Vivo» a una periodista, son tonterías que no hay que exagerar… Porque aquí es violencia machista lo que diga «la señora de el Diez minutos, tía».

Todo no es fascismo, ni todo es violencia machista, mucho cuidado con las palabras, porque igual que crean realidades , las destruyen y si todo lo es, nada lo será, y cuando tengamos enfrente a verdaderos fascistas o a violentos machistas, que los hay, lo mismo no los reconocemos, en este batiburrillo de todo a cien que tenemos montado.

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