Dime de qué acusas: política y educación

Hace unas semanas, cuando me encontraba discutiendo con alguien sobre política en un foro, la persona en cuestión visitó mi perfil y vio que me dedico a la enseñanza, pues concretamente soy profesor de filosofía. Lo que me dijo entonces, me ofendió bastante, especialmente porque revela, al acusar, el concepto que esta persona (y muchas otras) tienen de la educación y la enseñanza, empezando por los propios gobernantes, que creen que el sistema educativo necesita de sus mediocres puntos de vista y no dudan en meter sus zarpas para adaptarlo a sus designios con el beneplácito de todos aquellos que, al aplaudirles acríticamente, los mantienen en el poder, crecidos y cada vez más más soberbios.

Lo que la persona en cuestión me dijo fue algo como «tus pobres alumnos estarán adoctrinados a juzgar por tus publicaciones». Obviamente se refería a mis publicaciones políticas y especialmente a las críticas hacia el gobierno (cosa que llevo toda mi vida haciendo, y nunca antes con tanta dificultad como ahora) y también a mi posición crítica hacia la hegemonía incuestionada del postmarxismo cultural, que, en vez de contrarrestar fuerzas para equilibrar el panorama político, se asume como dogma a imponer en todos los ámbitos sociales y humanos. Incluyendo, claro está, la educación.

Bien, yo lo tengo absolutamente claro:  el aula no es un podio desde donde lanzar mítines. Si alguien hace esto, esa persona no es un buen docente. Es cierto que los alumnos, especialmente los jóvenes que están en bachiller, empezando a entender la realidad que les rodea y curiosos por formarse opiniones y posicionarse. Ante todo, intentan siempre querer saber de ti, porque de algún modo, eres uno de sus referentes, así que tratan de averiguar si eres creyente, a qué partido votas, qué opinión tienes sobre cualquier tema.

El compromiso con la enseñanza no es sólo en el aula, se extiende a los pasillos y habitáculos entre las clases, donde te paran para hablar contigo y vuelven a querer saber de ti y tus puntos de vista. Yo siempre he defendido un modelo de enseñanza cercano; no me gusta ser ese señor frío, serio y distante de los sistemas educativos decimonónicos, pero de ahí no se sigue que la interacción con los alumnos tenga que ser la de autoproclamarse líder de la manada, guía espiritual o aprovechar el «poder» que te da la tribuna y la pizarra para dirigir pensamientos.

Obviamente e-ducar, que proviene del latín «duco» (guía, conducir), es siempre un tipo de orientación que trata de ofrecer a los jóvenes las herramientas cognitivas necesarias para afrontar el mundo que les rodea… Pero no hay mejor herramienta que el pensamiento crítico, y su estímulo es la razón de mi profesión, lo que implica no aleccionar jamás para evitar caer en la autocondescendencia mental de la que parecen presumir hoy en día ciertos sectores sociales y políticos que no hace tanto huían, al menos teóricamente, de tal actitud.

La asignatura que enseño es filosofía y en ella claramente se tocan temas controvertidos y siempre de máxima actualidad: modelos políticos, feminismo, religión, sistemas económicos, métodos de comunicación y discurso, la verdad, el conocimiento, activismo, ecología, globalización, sexualidad, inmigración, moral, cultura, historia etc.

Algo debo estar haciendo bien cuando muchos alumnos a lo largo de mi trayectoria me confiesan que cuando explico a Marx, parezco comunista…que cuando explico a Santo Tomás, parezco cristiano…que cuando explico a Simone de Beauvoir, parezco feminista y que cuando explico a Locke, parezco liberal. En clase soy todo eso y al mismo tiempo no soy ninguno…porque la devoción e inspiración hacia el ejercicio docente de la filosofía trasciende lo meramente profesional y llega a ser puramente vocacional…

Y la vocación del filósofo, no es la de dar mítines para formar un ganado dócil acorde a mis ideas y valores sino la de formar pensamientos propios y autocríticos, siempre autocríticos. ¿Con qué derecho alguien se cree capacitado para acusarme de aleccionar a los jóvenes? ¿Con qué derecho si no es sólo porque eso es precisamente lo que esa persona hace o haría en mi situación? Y, de hecho, así ocurre en nuestros días. Muchos profesores están tan entusiasmados y ensimismados con su propio ideario que se creen legitimados a contaminar con sus discursos las mentes de aquellos que necesitan constatar primero por ellos mismos en qué creen o qué quieren defender.

Por increíble que parezca, hay docentes que están enseñando las bondades del ateísmo. Por ejemplo, mientras omiten las del cristianismo (pues el hecho de que fuera esencial para forjar el término «persona» es ya algo digno de mencionar y dar a conocer). Hay docentes que deliberadamente atacan partidos políticos y ensalzan otros. Hay docentes que directamente prohíben oponerse a ciertas ideas y postulados.

Todo esto lo sé yo y lo sabemos todos los profesores. Es algo que está ocurriendo y es una absoluta perversión de la enseñanza (y más aun tratándose de la filosofía) y esos docentes no son auténticos docentes sino prostitutas del status quo y las tendencias ideológicas dominantes.

No es tan difícil, créanme, interactuar con los alumnos dejando a un lado tu propia visión del mundo. No es tan difícil hablar de las bondades y los errores de todos y cada uno de los enfoques con que los seres humanos han proyectado sus existencias a lo largo del tiempo.

No es tan difícil exponer lo que hay en el mundo, con sus pros y sus contras, con sus aciertos y sus errores, para que el alumnado conozca, sepa, contraste y se forme. No es tan difícil ayudar a que alguien se forme como adulto y no como militante. No es tan difícil enseñar a hacer una crítica a diestro y siniestro. No es tan difícil respetar al otro, al verdadero otro, al que opina no ya de un modo diferente sino de un modo contrario a ti.

Como he mencionado, es habitual que, tras la clase, muchos estudiantes se acerquen a mí y me pregunten sobre si creo en Dios, a qué partido voto, si estoy de acuerdo o no con cierto tema, lo cual me indica que no doy muestras en clase de mi pensamiento propio, pues de otro modo no necesitarían preguntar.

Me indica además que la forma que tengo de dar clase les hace dudar y, por tanto, que sienten que mi discurso es ambiguo y nada claro en lo que se refiere a mi postura personal hacia los temas en cuestión. Que ven indicios claros sobre una cosa y su contraria en mis palabras. Y así debe ser. Ya he sembrado en ellos el dilema y sólo ellos, desde su circunstancia personal y a lo largo de su experiencia vital, resolverán esos enigmas.

A mí no me compete esa resolución; sus vidas son suyas, sus mentes son suyas, sus parámetros morales son suyos y, lo siento, yo no soy un fascista.  No es tan difícil que, durante la clase, tu persona se quede fuera del aula y sencillamente seas un educador…Sólo hace falta una cosa: vocación.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*