Ni izquierdas ni derechas

A medida que se suceden los diferentes acontecimientos políticos en nuestro país, más evidente se me transparenta todo lo que acontece. Hoy en día, no percibo diferencias entre los unos y los otros. Las diferencias ideológicas, que se me insinúan sutiles y apenas perceptibles convierten a los políticos en una masa gomosa. Son imposibles de diferenciar para saber quién es quién.

El resultado de este consenso, es conseguir una sociedad que los mantenga, además de una globalización donde se acabe con la diversidad en todos los aspectos, para convertirnos en robots consumidores de todos sus intereses y exigencias. Es el consenso progre. Todos debemos ser exactamente iguales. A estas alturas, ya no caben dudas al respecto de que se hacen propuestas ideológicas y radicalizadas, donde todos votan a favor y en las que dejan muy atrás la libertad personal, la libertad de las familias e incluso, la libertad de las mujeres de ser ellas mismas por sus valores y creencias.

Así pues, me queda muy claro. Este consenso se dedica a establecerme un camino del que no pueda salir. Un camino hecho para ser una ovejita más, uno que cuenta con todas las facilidades que me llevan en una única dirección, en un único pensamiento, porque no encuentro una salida a este encierro que no lleve aparejada una etiqueta, una mirada reprobatoria de los que están en él y a través de sus reacciones, me obliguen a volver a pertenecerles, a ni siquiera plantearles que se equivocan y que puedo, quiero y debo, ante todo pensar por mí misma.

El sentido común me avisa. La diferencia entre izquierdas y derechas ya no existe. Es cuando más me fijo en las personas. Y otro día, amanece. Saludo al panadero que ha madrugado hoy y prepara su puesto, saludo al jardinero, ya comienza con la poda un año más, también lo hago a mi vecina que sale a la compra… Todos y cada uno de ellos, en su diversidad, son la España que madruga, la España plural; la que trabaja, la que contribuye, la que me representa.

Me enorgullece esta España que siento tan cercana y tan vital. A pesar de la falsedad del consenso político, resiste como siempre ha sabido y sabrá a lo largo y ancho de nuestra piel de toro geográfica. El patriotismo despierta en mí y cada día, en cientos de personas que sienten este país como algo nuestro, como lo primero a proteger frente al consenso empeñado en romperlo. El patriotismo es la única y natural respuesta de los que despertamos y alzamos la voz, de los que nos posicionamos enfrente del pensamiento único, de los que no nos asustamos ni medio segundo más.

En estos días navideños en los que las familias nos vamos a unir y a disfrutar, aunque sea telemáticamente, vamos a olvidar por unos momentos a aquellos que nos fracturan y nos separan. Y este consenso progre que nos quiere dirigir, comenzará a aceptar, tarde o temprano, que salimos más fuertes y que despertamos. La fuerza del sentido común se abre paso, sin izquierdas ni derechas. Feliz Navidad a todos.

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