Radical ante los pares

Creo recordar haber leído en alguna parte que al cerebro de los humanos le encanta meter las ideas en cajitas de dos en dos. Así, colocadas en estanterías, alineadas una tras otra, se colocan allá entre las meninges las cajas que contendrán: a los altos y a los bajos, rubios y morenos, gordos y flacos. También están ahí metidos los rojos y los azules, los fachas y esa una nueva especie de moda que es como aquellos gallifantes de mi infancia, los socialcomunistas.

A nuestro cerebro le va bien clasificar el mundo que nos rodea en pares y se empecina en su tarea organizativa como si le fuese la vida en ello. Es normal ya que así se ahorra muchos quebraderos de cabeza, cada idea tiene una contraria y nada más que una, y si por casualidad hubiese varias maneras de describir una realidad, siempre se puede usar el calzador para arrimarlas a algún extremo. Sino que se lo digan a esos pobres que se empeñan en ser de centro, toda su vida sometidos a terribles interrogatorios para encontrar la respuesta que por fin les permita ser clasificados a un lado o al otro de la línea divisoria… ¡Qué se habrán creído estos centristas!

El problema de esta tendencia a la reducción al absurdo que tiene nuestro cerebro es que cuando tratamos de resolver un problema o mejorar una determinada situación, también solemos pensar que sólo son dos los caminos que se pueden recorrer y esto casi nunca es así de fácil.

El ejemplo más cercano lo tenemos con los súbditos de Isabel II “The Queen”. A los británicos les convencieron de que la solución a todos sus males vendría de la mano de algo tan simple como otro genial “gallifante”: el Brexit. Les dijeron que, para poder mejorar, vender más, pescar mejor y tener los más punteros servicios lo único que había que hacer era elegir entre dos posibilidades, el sí o el no a Europa. Sus cerebros compraron el mensaje, lo llevaron al parlamento y hasta sus últimas consecuencias y así les está yendo. Ahora es el llanto y el crujir de dientes, la burocracia y el olor a pescado sin vender, como el del pobre Ordenalfabetix de la aldea gala que ya tampoco podrán visitar sin pasaporte.

Hay otros muchos ejemplos de los cantos de sirena de los pares. Sanidad pública o privada, ateo o religioso, todos y todas, con cebolla o sin cebolla… y desde ninguno de ellos podremos construir nunca nada.

Para poder avanzar o mejorar cualquier situación es necesario ser radical. Así sin anestesia. Radical en cuanto a lo que buscar la raíz de los problemas se refiere. Ser radical en el despojarse de la venda que nos dan las posiciones inmovilistas de los pares para, desde múltiples ángulos y combinaciones, encontrar la fórmula que mejor nos cuadre a nuestros propósitos.

Mucho se habla de que hay que abandonar la zona de confort y creo que es verdad. En este caso esto supone abandonar a los pares que nos dan un logo, un lema y un color para abrazar una visión amplia, sin sectarismos ni populismos. Una visión que puede ser incómoda cuando el análisis nos haga ver que nuestras posiciones iniciales eran mejorables pero que sin duda nos llevará a encontrar la mejor de las respuestas.

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