La cristianofobia y el ‘arte del desarraigo’

Es cierto, la cristianofobia se utiliza como arte, mala arte en realidad para dañar a todo lo “establecido” como “ordenado”, “bien” e incluso “educado”. Hoy prima la intolerancia al cristianismo, mejor dicho, la cristianofobia como expresión social de “moderno”, progre o incluso global.

No es de extrañar que frecuentemente se incendien templos cristianos alrededor del mundo sin explicación alguna, el último en Elche (Alicante), aunque el más popular ha sido el de la catedral de Notre Dame en París en 2019, del que aún no se ha podido recuperar totalmente. Esto genera un gran debate que sólo en contadas ocasiones he podido escuchar, y que ciertamente, creo cada vez más necesario. ¿Por qué solo sucede en las iglesias de confesión cristiana? Cuanto menos, resulta llamativo, aunque sinceramente no dudo de que no sea casualidad. ¿Acaso se tienen noticias de incendios en templo de otras confesiones? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no se dice abiertamente que los cristianos estamos siendo atacados?

Hablemos de las cruces cristianas; cuántas están siendo atacadas, cuestionadas, retiradas, demolidas. ¿Qué mal hace un símbolo? No lo dudéis cada ataque es un intento de debilitar a los cristianos. No se trata más que de cristianofobia disfrazada de falsa ideología en un intento por doblegar la tradición y cultura de nuestros antepasados. Nos quieren huérfanos de arraigos, seremos más manejables… Por un lado, al globalismo que se está implantando a pasos agigantados y, casi sin resistencia, le conviene que no tengamos nada y seamos felices en la implementación de la Agenda 2030, y si de paso no tenemos creencias ni fe suficiente, aun será más sencillo extirparnos todos los valores como la familia, las tradiciones o el amor. Su método es letal para la sociedad tal cual la hemos conocido.

Las familias ya no querrán tener hijos porque estará sobrevalorado. Una mascota sería mucho mejor. Además, no conlleva tanto gasto, ni responsabilidad y viven menos tiempo. A lo peor ya ni quieren ser “familias” sino encuentros entre “personas” que no es preciso que convivan. ¿Para qué? Un “encuentro sexual” sería suficiente, quizás ya ni eso… Y ahora surge la ancestral necesidad de perpetuar la especie. Si los que pueden “no lo desean por que se les ha vendido el estereotipo de que todo tiene que ser perfecto” y eso es prácticamente imposible de alcanzar… ¡Todo controlado resulta una locura! Y, por el contrario, los que no pueden” están ansiosos por dejar una huella en este mundo…y ahora las mejores clínicas ofrecen grandes avances en fertilidad desafiando a todos los impedimentos lógicos y que la diosa naturaleza impone con férreas leyes biológicas. Así lo controlan todo.

La ley de la contradicción que tanto le gusta a la progresía, siempre desafiando las leyes naturales, cuestionando el cielo, el suelo, y buscando rizar el rizo al contrario de lo establecido a lo largo de años de tradición, cultura, valores, familia, historia… De todo esto, no hacen más que apartarnos, aislarnos en un intento desesperado por romper los vínculos afectivos más profundos que tiene el ser humano… pero queda un rescoldo prendido, cual trozo de cisco en un brasero antiguo, ancestral, una brasa capaz de recuperar el espíritu de los valores… la fe.

La fe es un arma peligrosa para luchar en su contra. Guerras Santas por motivos de imposición de tradiciones y confesiones ha habido demasiadas…. Y ahora, ¿Se trata de motivos religiosos o de querer privar de ellos? ¿Por qué no se incendia o destruye ningún templo de otra confesión? ¿Por qué son solo las de índole cristiana?

Pensemos, ¿por qué llegan a nuestras costas a diario los embajadores del islam? Es una gran contradicción favorecer la inmigración y la destrucción de nuestra sociedad cristiana, sabiendo que lo que las élites pretenden es un globalismo totalitario. Es como acabar con las hormigas con pájaros y luego introducir en el tablero de juego, gatos para que lo destruyan todo. No porque los gatos sean malos, simplemente es selección natural modificada por las preferencias de unos pocos que mueven los hilos de la función. No perdáis la fe, aunque sea la fe en vosotros mismos. La fe mueve montañas y hace invencibles a los que la profesan.

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