Mi vecina es de izquierdas

Tengo a una vecina muy particular… o quizás no tanto. Quizás sea una reproducción más que muchos ciudadanos han hecho del cinismo propio que hoy en día campa a sus anchas en Moncloa, en el Consejo de Ministros y que se ha ido diseminando por doquier en las filas de algunos partidos de izquierdas y, por qué no decirlo, alguno que otro de derechas.

Lo de particular sí creo que podría ser aplicable al conjunto de mis vecinos, ya que es la particular que siempre se está quejando cuando no le toca a ella ser la presidenta de la comunidad. Es el prototipo de la oposición permanente, con sus controles al Gobierno incluidos. Aunque lo peor de todo yo creo que son las decisiones que en ocasiones se han tomado cuando ha tenido la gestión o ha podido influir en ella.

Yo en particular siempre he tenido la paciencia de escucharla y tratar de entenderla, de darle la razón cuando creo que la ha tenido. El problema es que a veces la visión de los problemas en una comunidad puede tener una perspectiva excluyente. Es decir, hay quiénes verán los problemas siempre que a ellos les afecten o crean que les afecta (o incluso estén aburridos o con ganas de molestar al ajeno y se los inventen), pero nunca se preocupan cuando los problemas los tienen los demás. Supongo que bastante trabajo tienen con luchar por lo suyo como para tener que ponerse en el lugar del otro.

Ella es de esas personas que siempre están con una risita escandalosa y excesivamente extraña, casi vulgar, que por aparentar ser demasiado artificial personalmente me resulta poco asumible. Una sonrisa que intenta no quitarse, a lo Isabel Pantoja, cuando despotrica, ya que parece conocer que es un arma personal para molestar, más si cabe, cuando trata de exponer sus quejas. Extraña que una persona tan feliz pueda tener tantas quejas, mostrar tal nivel de frustración. Pero así es.

Ahora estamos de pintura general en la comunidad y el trabajo lo está haciendo una empresa que no es la que ella proponía como idónea y que, curiosamente, es la causante de algunos de los mayores destrozos que se han hecho en el edificio. Por suerte en la reunión comunitaria se aceptó el propuesto por mí, que asumo la presidencia en estos momentos. Ya se pueden imaginar. No hay día, y casi diría noche, en el que no se queje de algo, o algo le parezca mal. Lo último vino hoy, porque en los enrejados se usó anteriormente una pintura en negro satinado especialmente sucia al recoger todo el polvo y hasta romper los trapos al intentar limpiarla ya que posee unos granitos que despedazan cualquier tela como si de una lija se tratara. Algunos vecinos se habían quejado de eso.

La empresa, que está actuando con una enorme profesionalidad, propuso poner el mismo tono con una pintura de muchísima más calidad y que evitara ese gran problema. Pues no, ahora, según la particular vecina, el problema es que la pintura que se había puesto no es negra, es gris, y la que se está poniendo es oscura. Hay que decir que la pintura se había aclarado algo por el sol pero que en las zonas donde no le ha dado muestra claramente su tono original. Yo le expliqué con toda mi paciencia e infinita (o casi) comprensión, que la pintura no era gris, sino negro satinado, según me había confirmado un ingeniero de la empresa. Me lo negó mil veces. “¡Es gris!”. Claro que ella sabe mucho más que cualquier ingeniero, ya que es de izquierdas.

Pero el problema no quedó ahí, el problema era mucho más grande, era enorme, casi tan infinito como mi paciencia. El gran problema era que no se había votado por la comunidad el cambio en la calidad (a mejor) de la pintura. Y es que ella, que es muy de izquierdas, cuando se le acaban los argumentos, siempre tiene la misma coletilla… esto es una democracia, y hay que consultarlo todo a todos. Pero claro, ahí topó hoy con lomo de libro antiguo cosido a mano y armado con pegamento del de antes, conmigo.

No tuve más remedio que recordarle que ella misma había situado, sin permiso de la comunidad y sin permiso de los vecinos de arriba, un enorme aparato de aire acondicionado en el exterior del edificio y a escasos 30 centímetros de la ventana de estos vecinos por debajo, algo no permitido. No tuve más remedio que recordarle que ella misma había impuesto contra la voluntad no consultada de los dueños de las cocheras que están bajo su casa, cuando se mudó, que el cierre automático se desconectara a ciertas horas porque a ella le molestaba, a pesar de ser una mayoría tan aplastante y ni siquiera ser dueña de una de las cocheras y conocer esta circunstancia cuando compró la vivienda.

También me obligó a recordarle las decisiones tomadas en su “mandato”, como eliminar y sustituir por un techo sin las tejas que tenían unos trasteros de la azotea, provocando que en verano poco de lo que se pudiera poner allí sobreviviera y, por supuesto, saltándose los derechos legales de esos vecinos de que la reparación dejara el edificio tal y como estaba antes de iniciarla. La empresa que lo hizo, por cierto, muy valorada por ella, hicieron un desaliñado que promete futuras inundaciones en época de lluvia en los mismos. O también tuve que recordarle la compra que se hizo de unos surtidores de riego para las macetas del patio central del edificio, gasto inútil porque no sirven para nada.

Hace un par de meses vinieron a preinstalar la fibra óptica al edificio. Ella interrumpió a los trabajadores que vinieron a hacer la instalación argumentando que no habían pedido permiso (para hacer una mejora que no constituye ningún cambio visible en zonas comunes y que aumenta la capacidad de conexión en los hogares). Finalmente tuvo que darse con un canto en los dientes ya que esta solicitud se tramitó positivamente por la propia comunidad antes de que ella llegara a formar parte particular de ella y apareció el papel firmado de ello. Hace unos días le dieron definitivamente el alta al servicio de fibra óptica y, cuál fue mi sorpresa cuando resulta que la primera vecina a la que se lo han instalado ha sido a ella.

Pero una de las cosas que más me han molestado en estos días es que ha llegado a interrumpir en sus labores a los trabajadores de la empresa increpándolos por cosas que ni siquiera tenían que ver con ellos. Tuve que decirle que, por favor, si tenía alguna queja, viniese a decírmelo a mí y yo hablaba con la empresa sobre aquello que ella considerara, ya que le correspondería a la presidencia hacer esas gestiones.

Pero bueno, ella es de izquierdas, es una mujer de izquierdas que utiliza a las personas cuando le conviene, que tiene que ser el centro del universo y para ello tiene que reír compulsivamente para que así la vean y tiene que imponer su disconformidad continuamente con lo que hagan los demás. Lo suyo siempre estará bien hecho porque es de izquierdas y, como es de izquierdas, los intereses de la izquierda que ella representa están por encima de todo lo imposible. Es tan de izquierdas que se permite no respetar el trabajo de instaladores, pintores, obreros, y de no respetar, en nombre de la democracia que ella representa, porque es de izquierdas, ni a quién ostenta la presidencia.

Ella me recuerda a aquellos que, en nombre de la democracia, y de la izquierda, salen a las calles a decir que son suyas mientras las destrozan en nombre propio, y de la izquierda. Pero también me recuerda al Gobierno, que ayer te decía que no, pero hoy te dice que sí con la misma prepotencia con la que esta izquierda se pega golpes de pecho de dignidad y democracia mientras trata de controlar a jueces y fiscales y utiliza las leyes para beneficio propio o de sus “aliados”. Lo demás, que se jodan, porque al no ser de izquierdas como ella, deben ser seguro la ultraderecha, aunque hayan cometido el error de aguantarle sus desdenes, que se salte los protocolos, las leyes y los intereses de los demás justificados en sus derechos legales. Hay veces que la izquierda se parece más a esa dictadura del proletariado que a otra cosa. Eso sí, el proletariado siempre seguirá siendo ellos, vivan en Vallecas o vivan en Galapagar o en Moncloa. Así son las cosas, dictadura al fin y al cabo… democrática, de una izquierda que ha heredado la ideología, como un apellido, aunque sin pagar impuestos, y usa ese apellido para justificarse en todo momento cn el descaro del que se impone por llevar ese apellido pero se deshace en elogios a conceptos que tan poco conocen, respetan y llevan a la práctica como es la igualdad.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*