La oligarquía, ese enemigo silencioso

Según la Real Academia Española, la oligarquía es el “grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político”. Es decir, son “los poderosos”. Los que la mayoría de veces -tradicionalmente y por desgracia- deciden el rumbo político, social y económico que seguirá España y que, normalmente, es en sentido contrario a los intereses del español medio. Hoy en nuestro país contamos con una caterva de acaudalados sirvientes del globalismo que nada temen cuando se trata de hacer públicas sus tenebrosas aspiraciones para con el futuro de los españoles. Los poderosos no tienen patria. Solo ambición.

Unos van con traje y otros con camisetas repletas de eslóganes ideológicos aparentemente simpáticos. Unos dicen defender a los emprendedores y a aquellos empresarios que se juegan su patrimonio presente y futuro para llevar a cabo un proyecto concreto y otros han jurado una lucha incesante por los derechos de los trabajadores frente a la barbarie “neoliberal” -palabro que, a día de hoy, sigo sin saber muy bien qué significa-.

Sí. Han entendido bien. Me estoy refiriendo sin tapujos a los grandes dirigentes de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y de los grandes sindicatos de clase (UGT y CCOO). Pues bien, ni unos defienden a los primeros ni los otros a los segundos. Solo son herramientas políticas al servicio del globalismo más pernicioso y estos días así han evidenciado. Ambos han utilizado su patrocinado acceso a los grandes medios de comunicación para realizar una operación a gran escala de blanqueamiento a los más que presumibles indultos a los políticos presos por golpismo. En este asunto han abandonado su tradicional teatro de enfrentamiento -que es lo que les da de comer- para ponerse al servicio de Pedro Sánchez y compañía y dar su bendición para llevar a cabo lo que a todas luces es, quizás, la medida política más vergonzosa y traidora de la Historia de la democracia española: la puesta en libertad de los que han intentado doblegar nuestra Constitución y nuestra Nación.

De los cabecillas traidores, inútiles y chupópteros de UGT y CCOO, sinceramente, no esperaba otra cosa que una actitud rastrera y sumisa con el PSOE porque al fin y al cabo son filiales de la misma matriz: el marxismo. Ciertamente del Presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, tampoco esperaba una postura contraria pero sí cierta vergüenza en apoyar los indultos de manera tan abierta. Al fin y al cabo, el IBEX es otra herramienta más para obligarnos a los ciudadanos a vivir, pensar y actuar como mandan los cánones de la asquerosa Agenda 2030. Los apoltronados líderes sindicales y Presidente de “la Patronal” parecen no haberse enterado de que la primera víctima del ataque a la Libertad en Cataluña -y, por ende, en España, es la generación de riqueza y empleo. ¿Pero no existen estas organizaciones precisamente para lograr dicho objetivo? Pues obviamente no. Son buenos siervos de su amo. Buenos estómagos agradecidos a los que al parecer en nada le atañe el futuro de los españoles de a pie que, al fin y al cabo, son los que pagan sus sustanciosas nóminas.

Ellos están diseñados única y exclusivamente para impulsar un Nuevo Orden en el que todos pasemos a ser mano de obra barata y que vivamos en una sociedad “multiculturalizada” donde nadie pinte nada, donde nadie pueda disentir y donde todos seamos un maldito número fácilmente sustituible por otro. Los poderosos no están entre nosotros, están por encima de nosotros asfixiándonos con sus políticas de violencia supina hacia nuestros derechos y libertades y encimándonos cual rebaño hacia un matadero diseñado para acabar con nuestra forma de vida occidental.

Ellos son cooperadores necesarios del golpe de estado en Cataluña al dotar de legitimidad la puesta en libertad de sus artífices para que puedan volver a su hoja de ruta y seguir destripando las entrañas de un ordenamiento constitucional que, mal que les pese, les sobrevivirá a todos ellos. Los líderes políticos del separatismo no mienten. Quieren los indultos para seguir peleando por una independencia que supondría la desaparición -jurídica y de facto- de lo que conocemos como España. Y la oligarquía está detrás de ellos, azuzándolos para crear un caldo de cultivo adecuado para implantar sus objetivos de convertir nuestra Nación en una granja de hormigas con la que entretenerse.

Ya se han caído las caretas. La mayoría de españoles ya saben con quien se juegan los cuartos los tradicionales grandes partidos. No sabemos hasta qué punto el Partido Popular modificará su tradicional aquiescencia con la hoja de ruta de los sindicatos mayoritarios y la patronal. Tendrán que decidir si siguen financiándolos y dándoles cancha en lo político o si toman la misma decisión que tomó Vox desde el minuto uno de su creación: mirar por los intereses de los españoles, de los que verdaderamente nos estamos jugando nuestro futuro y el de nuestros hijos. Es hora de tomar decisiones y yo estoy encantado de estar en el lado correcto del tablero.

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