El hundimiento

Los tiempos difíciles crean hombres fuertes. Los hombres fuertes crean buenos tiempos. Los buenos tiempos crean hombres débiles. Y los hombres débiles crean tiempos difíciles. El párrafo, evidentemente, no es mío. Se le atribuye al escritor Michael Hopf. Estoy convencida de que nos encontramos justo en ese punto. Lo que no sé es si tenemos remedio.

Dos puntales principales han saltado por los aires y, con ellos, amplios sectores de la ciudadanía están siendo arrastrados. Uno es la comunidad política (salvo honradas excepciones) y el otro el cuarto poder, también salvo honradas excepciones. Forman una argamasa encanallada, casi infernal, con vasos comunicantes. Los políticos juegan a ser reporterillos (Twitter a tutiplén y Televisiones) y los periodistas actúan como kamikazes de la cosa pública. El resultado es un desahogo moral como nunca antes se había visto. Escuchar al diputado Gabriel Rufián entrevistando a Esty Quesada (¿qué hacemos con los de Vox?, ¡matar!), me convenció de que hemos tocado fondo. Las imágenes de la despedida a Jean Paul Belmondo me hablaron de que otro país (bel mondo) es posible: una bandera reconocida sobre el féretro y jóvenes revestidos para la ocasión, lejos de nuestra mugre nacional.

Tenemos un ministro de interior que se suma a una señalización irresponsable. Fue la Fiscal General del Estado quien destacó su condición sexual, en una conversación telefónica con Villarejo. Es una mujer que consideraba “un éxito asegurado” meter jovencitas en la cama de peces gordos, para obtener información comprometedora. Esos son los estándares de España. Como buena feminista, afirmaba que prefiere trabajar con hombres. Debe ser un síndrome socialista de los de toda la vida. La misma Victoria Kent se posicionaba contra el sufragio femenino: su señoría sabía a quién tenía que votar, pero el resto de las damas no estaban preparadas para elegirla a ella.

Hace semanas saltó la noticia de un apaleamiento a un joven (por lo visto homosexual) aquí, en Galicia. Lo asaltaron con resultado de muerte, sin que se hayan esclarecido los hechos a día de hoy. No conozco muchos más casos, (hasta que surgió la noticia de Malasaña), aunque las televisiones y los rotativos se empeñen en hablar de “un preocupante incremento” de las agresiones “homófobas”. Si somos rigurosos, (según datos del Ministerio de Interior) las cuentas no salen.

Son legión los que pontificaron desde su púlpito, a precio de oro: desde Jorge Javier Vázquez (Jorgeja), hasta el Gran Wyoming (¿tan grande es?), pasando por Susana Griso o Carmen Chaparro. Ellas hacían pucheritos (por el bótox) y los otros dos apuntaban al mismo blanco. Dicen que cierto partido es la causa y la agresión el efecto. Hablan del “discurso de odio”, que podría suponer un “delito de odio”. Es curioso, porque tal tipificación se estableció con el gobierno Rajoy. Entonces la llamaron Ley mordaza, combatiéndola en todos los frentes. Si les va bien, encuentran delitos de odio hasta en la sopa. Eso sí, si el que delinque es majete, (como “soy una pringada”), entonces es “libertad de expresión”. A Marlasca le reconocemos, al menos, su coherencia. Le preguntaron por aquel entonces si tal ley amenazaba las libertades civiles. Contestó rotundamente que no.

A partir de una premisa falsa, pues, (el supuesto incremento en la violencia llamada LGTBIQ+fobia), se decreta una alarma. La alarma incendia los medios y salta a los bares y las peluquerías. Después se señala al culpable de algo que no ha sucedido. Hasta en un manicomio hay más espacio para la salud mental. Horas antes de la manifestación convocada, el joven de Malasaña se desdijo y narró los hechos a la policía. Otro gay le había grabado a fuego el pompis, pero fue un acto consentido, aunque violentamente sin sentido. Las dos agresiones (dos, en un país de 48 millones de habitantes) se redujeron a una, y discutible. Los manifestantes, y todos los corifeos, no estaban dispuestos a que la verdad les chafara el aquelarre. Preguntado Marlasca, se pronunció hablando a trompicones. Según él, “hay infradenuncias”, es decir, está seguro de que las agresiones son muchas más de las que conocemos. Esa es la razón por la cual una denuncia falsa (¿hay denuncias falsas?) debe computar en el haber como verdadera. No paran de repetirnos que no debemos tomar buena nota, so pena de equivocarnos.

La violencia entraña siempre un material que la alimenta. El violento carga contra quien se convierte en objeto de su ira patológica. Resulta imposible crear espacios protegidos, como si fueran laboratorios sociales con todas las variables controladas. Se diría que pensamos: a todos los demás, pase, pero a mujeres o colectivo LGTBIQ+… ¡bajo ningún concepto! Seguramente hay personas que odian a los homosexuales, ¿por qué engañarse? Seguramente hay personas que odian a los que tienen éxito, ¿o acaso no? ¿Y el odio a la gente de Vox?, ¿quién lo alimenta? ¡Ah!, ¡no!, ¡que ese odio les llega rebotado, por lo odiosos que son! Wyoming señaló con didactismo profesoral al partido, sin despeinarse ni aflojarse los tirantes. Se refirió, claro está, al proyecto de ley en marcha. Pero olvidó ofrecerle a su audiencia la versión completa: que es el lobby feminista europeo quien está contra los planes de Irene Montero y su equipo de iluminadas. Sheila Jeffreys ha publicado un libro en el que expone el argumentario. Lleva por título “El género daña”. Lidia Falcón (y el Partido Feminista) se ha destacado por sus críticas a la mal llamada ley trans, así como Lucía Etxebarría, a la que Instagram le ha suspendido la cuenta, impidiendo que continúe con sus vídeos en directo. La conclusión es clara y estremecedora: no se puede discrepar, bajo amenaza de exclusión social, estigmatización, libelo. El debate sobre nuestras propias vidas está prohibido, ¡y eso que la dichosa ley amenaza la patria potestad! No existe el menor respeto a los hechos ni a las personas. Que se lo digan a Quique Peinado, presentador de Buenismo Bien. Le sacó la cara (y los colores) a la ministra de igualdad, diciendo que tiene un (con perdón) “coño como una mesa de grande”. Ella (el azote del heteropatriarcado) lo considera “un piropo muy bonito”. Todo esto sucedió en la SER, que es como un vertedero. Si eres guay, vete allí a buscar trabajo, o a TVE. Si no lo consigues, no desesperes: sobran medios donde vomitar a diario.

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2 Comments

  1. Sigamos el ciclo, los tiempos difíciles crearán hombres fuertes….
    La deriva del cuarto poder casi me da más miedo que la de la comunidad política, tienen más seguidores.
    De todas formas no debemos dejar de mirar con el rabillo del ojo , los gritos de fuera maricones y sidosos de nuestro barrio, que algunos corearon este fin de semana en el barrio de Chueca.
    Felicidades por tu artículo

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