La vieja, decrépita, famélica y corrupta Europa

Con la caída de la Unión Soviética, muchas fueron las naciones que se convertirían en potencias nucleares. Ucrania, sin ir más lejos, era la tercera potencia en armamento nuclear. A través de un proceso de armisticio se deshicieron de todo su armamento nuclear a cambio de la paz. Una paz que el día 24 de febrero se ha visto quebrada, a manos de una Rusia que, amparada en su capacidad nuclear, se ha autoproclamado autoridad para decidir qué gobiernos deben existir y qué gobiernos deben ser derrocados, por lo civil o por lo militar. 

Las reacciones de la OTAN ante la violación de fronteras de un país con alma europea han dejado patente el enorme respeto, temor posiblemente, que le tenemos a una potencia nuclear como Rusia. Los «burrócratas» (y permitan esta expresión) europeos no han dudado en desplegar todo un arsenal de «medidas económicas» a cada cual más disparatada. Prometen congelar los bienes de Vladimir Putin y su ministro de exteriores en la Unión Europea y les hemos castigado sin la final de la Champions e incluso les hemos expulsado de Eurovisión ¡Qué drama! ¡Y por si fuese poco PornHub ha restringido el acceso a las conexiones rusas a sus servidores! ¿Cómo podemos ser tan perversos?

La burrocracia europea deja patente la enorme complejidad para conseguir que los países que participan en este circo consigan ponerse de acuerdo en algo, así como la irrelevancia que posee Europa en un contexto internacional. Debieron pensar que todo el monte es orégano y que desde el Kremlin no han previsto incluso un escenario de autarquía que pueda prolongarse durante años. Mientras Rusia masacra a los ucranianos, en Europa más progresismo, más LGTBIQ, más feminazismo y más refugees. 

Se puede afirmar «es una guerra que no concierne a la OTAN, pues Ucrania no es un país miembro». Es cierto, podemos mirar a otro lado, esto no nos concierne más allá de ser solidarios con los refugiados ucranianos. Seguramente muchos pensaron algo parecido hace décadas cuando Hitler se aventuró a invadir Austria con burdas patrañas de paz a Chamberlain y desde allí dio el salto hasta Polonia. Fue entonces cuando el mundo libre tomó consideración real de la amenaza que se cernía sobre él.

Hoy, las pretensiones imperialistas de Rusia ponen sus ojos sobre Ucrania «No es nuestra guerra», nos dicen los burrócratas europeos y el anciano adalid del progresismo al otro lado del charco, mientras Putin manda un aviso a navegantes «La adhesión de Suecia o Finlandia a la OTAN tendrá graves consecuencias». ¿Se imagina alguien el curso que hubiese tomado la guerra si en lugar de frenar al nazismo, los aliados hubiesen pretendido subirle los aranceles a Alemania?

Hoy Ucrania defiende sus fronteras de una invasión sabiéndose abandonada por aquellos que se autoproclaman demócratas y defensores de la paz mundial. Una guerra que ellos no han buscado y que se la han comido de lleno en medio de un tira y afloja de declaraciones y amenazas entre la OTAN y Rusia… mientras algunas formaciones como VOX venían avisando de las pretensiones invasoras de Putin ante la pasividad de responsables políticos.

Asistimos a diario a imágenes de mercenarios que atacan a la sociedad civil desarmada, que aplastan con sus carros de combate los vehículos civiles con personas dentro ¿Qué clase de invasión es esta y qué clase de sádicos han mandado al frente desde Rusia mientras estamos asistiendo a crímenes de lesa humanidad? ¿Qué honor hay entre mercenarios sedientos de sangre que sólo buscan causar daños humanos y materiales por su camino? ¿Hasta cuándo esta débil, vieja, decrépita, famélica y corrupta Europa piensa mirar a otro lado?

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