Derribemos las puertas

Los partidos políticos llevan manejando España a su antojo durante 43 años. No les ha bastado con ostentar el poder y gobernar con mayor o menor acierto, sino que han prostituido año tras año, mandato tras mandato, la soberanía nacional, apoyándose en su posición predominante para generar redes clientelares de un tamaño sin parangón en el resto de las administraciones públicas mundiales y generando una superestructura que mantiene a la Nación en quiebra técnica.

Me explico: la partitocracia necesita tener al máximo número de enchufados para sobrevivir y esa infinita maraña de ministerios, consejerías, concejalías, organismos autónomos, empresas públicas y organizaciones y asociaciones privadas subvencionadas desde lo público obliga al trabajador medio a entregar una parte prohibitiva del salario para su sustento. Y este estado elefantiásico no solo está perjudicando gravemente el poder adquisitivo de los individuos y las familias de hoy, sino que el enorme gasto público ya nos ha impuesto una deuda de más de un 120% del PIB nacional. Nuestros hijos, nietos, bisnietos y un interminable etcétera de generaciones seguirán siendo gravados injustamente por un sistema político paternalista a todas luces fracasado.

La lamentable situación es hoy palpable en la calle. Mi generación (años 90) es la primera que vive peor que su antecesora. Los jóvenes de hoy vivimos peor que nuestros padres en un país donde hay más gasto público año tras año pero que nuestras posibilidades menguan con la misma velocidad. El acceso a la vivienda está claramente mermado; el acceso al mercado laboral dista mucho de incluir una posibilidad clara de desarrollo profesional medianamente estable; la formación de una familia dista mucho de ser una realidad segura para gran parte de la juventud. Nuestros padres no vivían con esta incertidumbre. Y esto solo puede ir a peor salvo que necesariamente se produzca un giro de 180 grados en la manera de plantear el presente y el futuro del estado.

Es evidente que “más estado” no implica “mayor bienestar”. Creo que ya nos ha quedado claro a todos. Nuestros padres contaban con oportunidades laborales suficientes para iniciar un proyecto de vida. ¿Y qué aporta más bienestar que el hecho de no tener que preocuparse por el mañana? La realidad es que vemos día tras día como los grandes partidos políticos han convertido las administraciones públicas en agencias de colocación de sus afiliados más fieles. Crean puestos públicos de forma continua para situar allí a alguien a quien le deban algo. O a alguien que pueda arrastrar un número de votos aceptable y poder seguir así con una interminable rueda que acabará por aplastarlo todo.

Según el proyecto creado por los oligarcas políticos, la inmensa mayoría de los ciudadanos debemos aguardar calladitos a la intemperie mientras ellos celebran calentitos una detestable bacanal dentro del palacio. Y además el ciudadano debe trabajar para pagarles la fiesta y el palacio. Y sin poder disfrutar del vino y el cobijo de unas paredes firmes. Allí dentro están todos: socialdemócratas, comunistas, terroristas, separatistas, falsos liberales acomodados. Y si alguien de los que están fuera deciden alzar la voz ante tan grave injusticia podrá ser acusado de antisistema o ultraderechista. Tan simple como repugnante. Pero si queremos acabar con su fiesta de amiguetes sufragada con el trabajo duro de tantos, solo hay una salida: derribar la puerta y acabar con el carnaval de mentiras que ya ha durado y nos ha costado demasiado. Y hoy, no mañana, debe ser el momento.

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