Lo vivo puede ir contracorriente

En ocasiones, cuando me siento ante el folio en blanco para escribir un artículo, tengo muy claro el tema que quiero tratar, bien porque haya tenido una especial significación durante esa semana, o bien porque realmente me siento afectado por lo que escribo. Pero en esta ocasión, me resulta harto complicado escribir sobre un tema en concreto, porque, conforme va pasando el tiempo, tengo la sensación de que los temas se atropellan uno sobre otro y ni siquiera da tiempo a tratarlos con un mínimo de profundidad, tal y como se merecen.

He hablado sobre esto con amigos y conocidos, todos coinciden plenamente con esta sensación, una sensación que ha ido in crescendo en el último año y medio. Y también coinciden conmigo en el análisis de que no puede ser casualidad que tantos temas, de tanta enjundia, se solapen uno tras otro; llegando a la conclusión de que sólo puede estar sucediendo algo así, si responde a la necesidad de que así sea.

 ¿Quién tiene hoy presente el pacto entre el PP y el PSOE para repartirse el Tribunal Constitucional, con la intención declarada de frenar las denuncias de Vox? ¿Quién habla hoy del silencio del Gobierno de España ante las protestas del pueblo cubano del 15 de noviembre? ¿Quién recuerda hoy que, hace apenas diez días, los comunistas celebraban, con una hoz y un martillo multicolor, el centenario en España de un partido criminal, que pretendía convertir a nuestro país en una provincia soviética más?

¿Quién tiene presente hoy que, hace apenas una semana, un diputado nacional de un partido separatista faltó al respeto a un periodista en plena sede de la Soberanía Nacional? ¿Quién medita hoy sobre el hecho de que el Gobierno de España ha indultado a una condenada por llevarse a sus hijos sin permiso, pasándose la decisión judicial por el forro de sus caprichos, sin más motivación que el marketing político? ¿Quién tiene presente hoy que, por una supuesta “equidad intergeneracional” (politiqueo puro), nos van a subir las cotizaciones a todos los que trabajamos para seguir pagando el nivel de vida de los políticos, bajo la excusa falsa de que así podremos cobrar una pensión?

¿Quién habla hoy de que, por ejemplo, del Partido Popular gallego apoya a los separatistas en sus propuestas en el Parlamento sobre “perspectiva de género en planes de salud”, o sobre la universalidad del aborto en el Sergas? ¿Quién recuerda hoy que el alcalde de Madrid ha mentido a todos sus vecinos, afirmando que derogaría Madrid Central porque era “un experimento fracasado”, con la intención volver a la situación anterior y, al final, ha puesto en marcha otro experimento mucho peor? ¿Quién tiene presente hoy a Sara Cernadas, que hace ocho días salía en los medios de comunicación pidiendo auxilio porque tiene 27 años, está sola, tiene tres hijos, uno de ellos enfermo y con lo que cobra por su trabajo a media jornada no puede pagar ni un alquiler? ¿Quién tiene presente hoy que ella no recibirá ninguna ayuda?

¿Quién habla hoy de que, mientras la izquierda se congratula y se aplaude a sí misma por un acuerdo en la Ley de Memoria Democrática que acaba con la amnistía de la transición (que ellos mismos promovieron) para investigar supuestos crímenes franquistas, quedan casi 400 asesinatos de ETA que no está investigando nadie? ¿Quién medita hoy sobre la ingeniería social de la izquierda, que pasa por derrumbar la Cruz del Valle de los Caídos y que, dando un paso más persiguiendo ese objetivo, va a cambiarle el nombre?

¿Quién comenta hoy que, sólo en 24 horas, han entrado por Canarias 748 inmigrantes ilegales con total impunidad, mientras que el Gobierno de España mira con recelo la defensa que Polonia hace de sus (y nuestras) fronteras? ¿Quién pone hoy el grito en el cielo por la majadería del día 18 de noviembre, en el que el Gobierno afirmó que pretende evitar los “días sin IVA” porque “afectan a la moral fiscal del contribuyente? ¿Quién se escandaliza hoy de lo sucedido ese mismo día, en cuanto a la vía libre del Congreso a la subida de sueldo de Sánchez y sus ministros?

¿Quién se acuerda hoy de que, este fin de semana, Zapatero y Monedero han sido observadores de las garantías electorales de Nicolás Maduro? ¿Quién se rasga las vestiduras hoy por el hecho de que hace tres días el PSOE se enjuagara las lágrimas con una mano por el recuerdo del asesinato de Ernest Lluch por parte de ETA, mientras que, con la otra mano, firmaba el pacto de presupuestos con Bildu? ¿Quién sigue carcajeándose hoy tras escuchar a Ada Colau llamar ¨líder mundial” a Yolanda Díaz, todo un producto (defectuoso) de la factoría Iván Redondo?

¿Quién habla hoy de la contradicción de que, mientras en unas regiones quieren imponernos un pasaporte para ser libres, en otras, gobernadas por el mismo partido, se niegan rotundamente a valorar siquiera esa posibilidad? ¿Quién está preocupado hoy por la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana que dejará a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado desamparados jurídicamente y sin medios prácticos de actuación? Y todo esto, sólo en los últimos días.

Podría escribir decenas de artículos como este y no sería capaz de finalizar la lista de preguntas, porque lo que está tratando de poner en práctica la progresía es convertir a nuestra sociedad en una masa incapaz de interesarse por nada, a base de superponer, capa sobre capa, una barbaridad tras otra. Piensen, amigos, que no hay cosas sin interés.

Pero hoy, 25 de noviembre, nada de lo anteriormente expuesto tiene ya importancia, lo realmente “importante” es que es el día de la “violencia machista” y los hombres tenemos que pedir perdón por el hecho de serlo. Mañana ya veremos…Yo prefiero celebrar que el 25 de noviembre de 1491, Boabdil entregó Granada a los Reyes Católicos, como último episodio de la Reconquista. Porque lo vivo puede ir contracorriente.

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