Las malditas etiquetas

Recientemente, la televisión nos bombardea con el mismo tema que llevamos arrastrando casi dos años; el covid. Las redes sociales arden con detractores de las vacunas y cuestionadores del virus. Por otra parte, el bando de los que salen con varias mascnike ispa 270 tata italia air max goaterra 2.0 asu football jersey custom paintball jerseys black friday wig sale custom paintball jerseys yeezy shoes under 1000 pasante kondom yeezy shoes for sale custom jerseys custom sublimated hockey jerseys black friday wig sale air max goaterra 2.0 custom kings jerseyarillas puestas y por si ellos fueran “obligarían por lo civil o lo militar que la gente se vacunase”, palabras textuales de nuestro presidente Cántabro, Revilla. Aunque, la cuestión de fondo va más allá de la propia apariencia y es que tras la futbolización de la política, llegamos un punto más en nuestra naturaleza inexplicable que es la etiqueta.

El presidente del PP, Pablo Casado, aparece con música pachanguera en su último congreso en Granada, los asistentes se volcaron a aplaudir con un afán absoluto de personalismo y cinismo. Lo mismo ocurría con María Jesús Montero clamando ante su plebe electoral la vuelta del impuesto de plusvalías, situación muy habitual en Podemos cuando Iglesias rehúsa el aplauso fácil y el fervor de sus fans hacen que sus palmas se llenen de euforia y terminando por la ilusión de los simpatizantes de Vox cuando Macarena Olona alza la voz.

El lector se estará preguntando qué relación tienen los dos párrafos anteriores y es que, guardan mucho más de lo que nos creemos. La política, el covid, la religión e incluso la vida privada se ha convertido en un asunto de Estado y “vox populi” ya que todo es político y nada es política. La tribu y los bandos siempre han existido en las sociedades humanas, un individuo necesita la aceptación de un grupo, aunque para ello tenga que interiorizar determinadas creencias y esquemas de valores. Lo cierto es que hoy día se ve acentuado con el poder de las redes sociales y “toda opinión vale”, cierto grupo de personas que deben seguir su dogma sin aceptar lo bueno del adversario.

Un ejemplo latente es la regulación de determinados anuncios de productos azucarados en horario infantil, la azúcar como el tabaco y el alcohol es un problema y cuando un menor sea lo suficiente adulto, podrá decidir sí consumir o no. La contra es que te sale un diputado del PP sentado en su mesa comiéndose un donut como sí el gobierno fuese a prohibir la azúcar o varios simpatizantes de Vox achacando que es una medida comunista. Lejos de la realidad, la actuación de consumo con estos productos es algo transversal que tanto conservadores como socialistas pueden estar de acuerdo, no sabía que PP y Vox fueran partidos libertarios. La problemática reside en no aceptar que es una buena medida porque la tribu te expulsa o te estigmatiza.

Lo mismo ocurre en nuestro Congreso de los diputados. Cualquier partido saca una medida de sentido común y la oposición vota en contra solo porque lo ha hecho “mi adversario”. Todo por el temor de que el terrorismo informativo saque en primera plana; “PSOE vota a favor de una enmienda de VOX” por ejemplo. Esto se extrapola al started pack social; sí eres de izquierdas tienes que ser hippie, odiar la tauromaquia y pedir la paz en el mundo. Sí en cambio eres de derechas tienes que fumar puros, vestirte de Álvaro Moreno y tener un cuadro de Franco. Los estereotipos son repulsivos pero lo preocupante es que en una generalidad existen.

Y para acabar con ello se necesita una sociedad concienciada, la partitocracia actual es un fracaso, al igual – y así lo demostró Jason Brenan- que la democracia occidental puesto que crea personas despreocupadas y por otro lado politizadas, pero no informadas, que escuchan a sus líderes creyendo que es la verdad absoluta y tienen que seguir la línea para no despuntar de su tribu. Todo esto, sumado a una creciente manipulación política, mediática y empresarial que atomiza al individuo que solo repite como un papagayo lo que dice su sacerdote laico sin romper la barrera y darse cuenta de los grandes problemas de este país; la corrupción, la desinformación y el sistema de partidos en sí.

Por tanto, tenemos que centrarnos en deshacernos de estas etiquetas y ya no hablo de estereotipos, si no de aceptar sí algo es positivo venga de donde venga, se necesita por tanto romper el dogma mental y plantearnos diferentes cuestiones sobre lo que ocurre a nuestro alrededor que todo pasa por el proceso que más teme una tribu; el pensar libremente.

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