Sepulcros blanqueados

Estamos ya tan acostumbrados a nuestros propios discursos catastrofistas, que no irrealistas, a ver con impotencia cómo se resquebrajan los cimientos de nuestra propia democracia con el amparo del propio Presidente del Gobierno y su juego de traidores, que hay veces que lo macro, la inmensidad de lo estratégicamente delicado, el ataque continuo a los criterios de cohesión, de cooperación interterritoriales, a denostar la grandeza de nuestro país, nos impide observar con verdadera exactitud esas grietas que no se ven, esas grietas estructurales que van resquebrajando los cimientos no de nuestra Historia, sino de la historia de todas y cada una de las personas que más dependen de la estabilidad de España, aquellos que son víctimas más directas de los agravios y que lo son por una interpretación de la compasión que en nada tiene que ver con la legitimación de una igualdad que es, y debe ser, el mejor instrumento bajo cuyo paraguas todos queremos amparados no sólo ante la Ley, sino entre nosotros mismos.

Comienzo mi artículo con este enorme párrafo confiando en que nadie se haya atrevido a leerlo en voz alta, ya que bien podría crear patente como sistema de detección de síntomas de deficiencia respiratoria; o quizás como herramienta para medir capacidades descabelladas de verdaderos ejemplares de bravías proezas pulmonares y vocálicas. Y sí, precisamente lo hice intencionado para que, al final, el efecto de la longitud del párrafo nos hiciera comprender su significado. Posiblemente esa longitud haya provocado en el lector la sensación de quedarse más con ese detalle que la profundidad que las mismas palabras expresan. Efectivamente, hemos perdido la oportunidad de comprender porque intencionadamente hemos creado el efecto de distorsión al superponer un asunto que nada tiene que ver con lo dicho pero que le quita o resta valor en nuestro subconsciente.

Y así, con esta magnífica técnica, ha sobrevivido la izquierda en el poder durante el tiempo que lleva aniquilando esperanzas de futuro. Porque, posiblemente, aquellas personas sobre las que menciono son las más vulnerables en nuestro sistema han podido presentir la protección de algunas medidas del Gobierno. Sí, aquellas a las que la inmensa mayoría de personas que se postularon no pudieron alcanzar, como el Ingreso Mínimo Vital, que ni resultó ingreso ni está resultando vital. Y no lo es, entre otras cosas, porque el coste de la vida, la subida del IPC que estamos sufriendo todos, está muy por encima de las expectativas de aquellos que lo están cobrando. Por cierto, conozco de varios casos a los que, de repente, se la han retirado este año bajo parámetros que no tuvieron en cuenta cuando se la concedieron. Más despropósitos.

Pero no queda todo ahí, por supuesto. Porque al amparo de las instituciones y del marco constitucional los del PSOE de Sánchez han sucumbido al chantaje de los nacionalistas, y no lo han hecho una vez, sino que lo hacen cada vez que la aprobación de una norma considerada importante requiere de su apoyo. ¿Consecuencias? Cesiones a los presos políticos y a los presos asesinos terroristas, concesiones y privilegios de unos territorios sobre otros… vamos, nada que se asemeje a aquello que nos enseñaron desde pequeños bajo la palabra “igualdad” que tanto pronuncian los de la izquierda en sus delirios de gloria.

Porque claro, ahora resulta que lo más preocupante es el acceso de los jóvenes al mercado laboral. Pues pongan ustedes a un joven con una preparación mínima y a una persona mayor de 45 años con la misma o mucha mayor preparación y experiencia y dígame usted quién tiene más probabilidades de encontrar empleo y luego me habla de discriminación positiva mientras saca una ayuda a bombo y platillo sobre la que dicen que podrían beneficiarse unos 70.000 jóvenes mientras una enorme población mayor de 45 se encuentra en el desempleo y no tiene medios para pagar su alquiler o hipoteca o se han visto obligados a volver a casa de sus jubilados padres que apenas subsisten con una triste pensión que no sube ni de lejos al ritmo que lo hacen los precios. Pero, señoras y señores, esa es la igualdad de la izquierda que, por cierto, también quiere emular el Partido Popular y así lo hace Mañueco en su campaña en Castilla y León ofreciendo más ayudas aún a los jóvenes para emanciparse, aunque no tengan ni ingresos. Supongo que quiere sentirse más socialista y más de izquierdas que Pedro Sánchez o Yolanda Díaz porque si no es que no lo llego a entender.

Otra cuestión de fondo son las políticas de la mujer y el enfrentamiento de muchos grupos feministas con políticas como la Ley Trans. Lo más triste de todo esto es que dicha Ley, y yo me declaro pleno defensor de los transexuales y sus derechos, estoy convencido de que van en contra de los intereses del propio colectivo. Pero no quiero entrar hoy en eso porque sería largo y complejo de explicar. En este caso me conformo con recordar la salida de Carmen Calvo del Gobierno coincidiendo con esta polémica y con los ataques de grupos feministas a la que se declara luchadora feminista toda su vida y, por supuesto, las críticas de muchos grupos feministas que, precisamente, tildan las políticas sobre la mujer de este Gobierno como contraproducentes igualmente contra sus propios intereses y la lucha que han defendido toda su vida. Tanto es así que ya hay grupos feministas que se han agrupado para crear un partido político bajo cuyas siglas defenderse de la, según ellas mismas, utilización de las mujeres con objetivos electorales que hace el Gobierno de Sánchez y su cuadrilla.

Y es que, volviendo al colectivo LGTBI, no puedo sino expresar la misma opinión que estas feministas sobre el sobredimensionamiento que se ha llevado a cabo en torno a políticas que, en muchos casos, podrían ser contraproducentes para personas no heterosexuales. Y en esto quiero insistir en el concepto de igualdad. No es posible construir un mundo y una sociedad igualitaria ni hacer políticas de igualdad partiendo, marcando e incrementando más si cabe, los elementos de desigualdad. Una cosa es la exigible protección que deben tener todas las personas independientemente de su sexo, raza, origen u orientación sexual y otra bien distinta es construir políticas en torno exclusivamente a una realidad con el objetivo de adueñarse de un movimiento que en nada históricamente tiene que agradecer a la izquierda (más bien lo contrario), más allá de la aprobación histórica del derecho al matrimonio, un derecho que repudiaron durante muchos años y que no fue sino la consecuencia de la lucha de muchísimas personas a través de su vida y a través de asociaciones, dejando muchos de ellos y ellas su propia vida en esta lucha.

Todo por el voto guay. Y qué difícil es hacer entender lo negativas que resultan estas estrategias a través de la legislación para hacerse con el voto de un colectivo. ¿Es necesario para ello crear una serie de etiquetas sobre comportamientos o formas de sentir o expresarse? La respuesta es que desde el punto de vista de la propia libertad no, y que esta fórmula no es sino un sistema de clasificación artificial que podría provocar y, por desgracia, estoy convencido de ello, ya está provocando, serios problemas de personalidad y psicológicos a muchos jóvenes que han encontrado no en sí, sino en estas etiquetas la fórmula para expresar un “yo” que nunca hubiese existido de no haberse creado esas mismas etiquetas. Definitivamente NO a las etiquetas, no a la diferencia y sí a la LIBERTAD y a la IGUALDAD.

Pero claro, todo forma parte de un párrafo tan largo, tan extenso, tan bien escrito, que pareciera que no nos demos cuenta de que lo que hay detrás de lo escrito no tiene nada que ver con las intenciones finales de quiénes lo escribieron. Han puesto un enorme árbol disfrazado de carnavales para evitar que veamos un frondoso bosque en el que vivir en esa libertad que nos es dada como seres humanos y a la que nos debemos como sociedad. Hoy, más que nunca, estoy plenamente convencido de que los colectivos más vulnerables pueden ser los protagonistas de un Gobierno que quiere sus votos pero a los que no aportan verdaderas soluciones sino que incrementan, a la larga, sus problemas. Hacen políticas sobre el estigma y no sobre la verdadera y auténtica igualdad. Y esto, por desgracias, nos pasará factura como sociedad, si no lo está ya haciendo.

Acabo este artículo mencionando un texto de la Biblia que habla de los fariseos, esas tumbas blanqueadas. Nunca abráis una tumba porque ya sabéis lo que encontraréis dentro.

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.” Mateo 23:27

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