Liderazgo

Este fin de semana en Madrid tuvo lugar uno de los acontecimientos políticos de mayor peso en la última década. Y no me estoy refiriendo únicamente a España. Hablo de Europa. El que Santiago Abascal haya logrado reunir a los líderes europeos que ponen en valor la soberanía de las naciones y que la anteponen a las imposiciones ideológicas de una Agenda 2030 que ha impregnado los despachos de los burócratas de la Unión Europea, es un logro que no debe ser pasado por alto en absoluto. Primeros Ministros como Viktor Orban (Hungría) o Mateusz Morawiecki (Polonia) así como otros líderes llamados a gobernar «más pronto que tarde» unían sus voces a la de Vox para afear a la UE el hecho de someter a las naciones a unas aspiraciones globalistas que ya, desde hace años, arruinan a nuestros sectores productivos y, por ende, a los españoles y resto de europeos. 

Caso omiso han hecho la mayoría de los grandes medios de comunicación afines -con contraprestaciones económicas- al PSOE, al PP y a los grandes lobbies. Era de esperar. La «prostitución mediática» es ya un hecho con el que contamos de inicio. Y su silencio, lejos de ser un obstáculo, es una gratificante noticia. La Cumbre de Madrid ha hecho mucho daño al globalismo. Supone la consagración de un frente común que busca la defensa a ultranza de los intereses particulares de cada nación soberana. Con distintas sensibilidades, sí, pero un solo objetivo. Y es que cada estado europeo cuenta con una Constitución que los constituye -valga de redundancia- como naciones soberanas para elegir el camino a seguir hacia su futuro, en contraposición de la hoja de ruta globalista que busca igualarnos a todos en la pobreza y en la falta absoluta de oportunidades. Pretenden decirnos cómo vivir, cómo educar a nuestros hijos, en qué podemos y no podemos trabajar, qué negocios emprender y cuáles no y, sobre todo, qué debemos ser. Y este fin de semana, en Madrid, se ha dicho «basta». 

Que Vox sea otra vez y en solitario la única fuerza política nacional que lidere el hartazgo hacia el modelo europeo de la burocracia y el ataque a la soberanía nacional, tampoco es noticia. No interesa destapar las vergüenzas de un Pablo Casado que es útil siervo de los intereses globalistas y que de manera incesante anuncia su intención de pactar con Pedro Sánchez mientras atiza sin cesar a un Santiago Abascal que en poco tiempo ha evidenciado qué es lo que quiere cada partido. Tampoco interesa gritar a los cuatro vientos que, a día de hoy, Abascal es el único líder opositor a Sánchez al que verdaderamente le duele España. Y Europa. Y el hecho de caminar de manera incesante hacia la búsqueda de alianzas internacionales en beneficio de los intereses de los españoles es hoy la mayor muestra de liderazgo posible. A Casado le queda muy bien el papel de oposición facilona, marca del bipartidismo tradicional que nos ha traído hasta aquí. Y Abascal se muestra ya como un líder consolidado dentro y fuera de nuestras fronteras. 

Y si algo necesita España es un líder. Un líder que no se deje mangonear por una Unión Europea que ha perdido ya su objeto fundacional. Un líder que carezca de reparos a ir a Bruselas y a exigir lo que es bueno para el español de a pie y lo que es contraproducente para nuestro futuro como Nación. Y ese no es otro que Santiago Abascal. Y no es algo nuevo. Ya lo hizo Vox, a través de su Fundación Disenso, con la Carta de Madrid, de la que un servidor es orgulloso firmante. Y en este caso también situó a España en la vanguardia de un bloque para unir a la Iberosfera contra el comunismo salvaje que hace sangrar Hispanoamérica. Al fin y al cabo, vivimos momentos de urgencia. El globalismo no descansa. Nosotros tampoco deberíamos

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