Duelo al sol

Cuando era niña solía ver algunas películas con mi familia, a mi padre le gustaban las de vaqueros y mucho la de Duelo al Sol. Esos vaqueros sudorosos, curtidos, malos y buenos, guapos y feos se retaban, sólo el fuerte sobrevivía, el que simplemente tenía mejor puntería, o según el guion el más valiente, bondadoso y aquel que conquistaba a la bella vaquera.

Esas escenas quedaron en mi retina, aunque siendo sinceros siempre he tenido alma de mar (y sangre castellana) y he preferido las películas de piratas, por eso que eran libres y navegaban surcando mares, robando tesoros, corazones y bebiendo ron. Ya de mayor continué amando a los valientes, a los viajeros y a los que bebían ron. Yo he surcado algún mar, no he robado tesoros (quizá algún corazón despistado) y cuando puedo y me dejan bebo ron.

Y la otra mañana desayunando y leyendo sobre la 94ª edición de los Oscars, se me cruza Will Smith, actor consagrado en el mundo del cine, que desde el respeto a quienes hacen de esta profesión un arte bonito y a preservar, otros lo denigran amparándose en sacar a relucir la parte más baja del ser humano, la violencia. Will, tras un chiste de Chris Rock sobre Jada Pinkett, (la mujer del actor quien sufre alopecia desde hace años) en el que dijo que podría actuar en alguna secuela de G.I. Jane, hizo que el actor devenido ahora a ofendidísimo y amantísimo esposo, subiera al escenario y delante de todo el mundo de la farándula le propinara una sonora bofetada. No contento con ello, tras bajar y sentarse, siguió con palabras amorosas al presentador, que como pudo intentó recomponerse con cierta dignidad de semejante torta a mano abierta, (así a lo bruto) propinándole estas bellas palabras, (me van a perdonar por su vulgaridad, pero citaré literal): “Mantén el nombre de mi mujer fuera de tu puta boca”.

Por muchos motivos, la escenita propiciada por este actor me daña la vista, el oído, la sensibilidad y pisa mi toque romántico con el que suelo emplearme a fondo en aliñar a diario mi vida real. La broma, de mal gusto para algunos, desafortunada para muchos o bien una salida de tono del presentador que quiso hacerse el gracioso sin gracia, no deja de ser eso: una broma.

Llevo varios días leyendo a mujeres alabar que ese esposo ofendido defendiera la dignidad pisada de su mujer, apoyando que le propinara un bofetón a ese presentador. Hombres y mujeres diciendo que “olé” que muy bien que ellos harían lo mismo. Me vais a perdonar, pero es que sinceramente no alcanzo a entender que unos minutos antes y mientras el presentador soltaba el chiste, Will, se riera y segundos después tras la mirada de su amantísima esposa, se levantara y como si hubieran apaleado a su Jade, se lanzara a por el presentador sin prisa, sin pausa y con muy mala leche propinándole el bofetón.

¿Y ella? ¿Qué es lo que hace ella? Nada. Ella no hace nada. Valiente señora, ella. ¿Alguien le impidió sujetar a ese hombre lleno de mala leche, indicarle que se quedara quieto y que ella subiría al escenario a decirle lo que creyera conveniente, si es que así lo consideraba? Porque aquí se nos llena la boca con la tontería de la igualdad, pero cuando una mujer tiene la oportunidad de expresarse libremente y sobre todo sabiendo que millones de personas han sido testigo de la broma pesada, que menos que dejarte de sonrisas, brillis-brillis y subir cual leona a defenderte. Yo lo habría hecho así. Por otro lado, si tanta lucha por visibilizar su situación y aparecer bella, (porque guapa estando rapada lo está, todo hay que decirlo), quería darle, ¿por qué ofenderse públicamente? Claro, que yo no soy la mujer del Smith (ni ganas), ni vivo en Hollywood, ni llevo un matrimonio abierto en el que todo vale. Pero esa es otra historia.

A lo que iba. Por otro lado, leo a las feministas encolerizadas que lo que hizo Will era puro machismo, que todo es producto de un heteropatriarcado opresor y bla, bla, bla. ¿Perdona? Que no, queridas, que la cosa no va de machismo, ni feminismo, ni opresión imaginaria, que en todo caso la más machista resultó ser la callada por respuesta que ella dio y el incitar a su macho a que la defendiera quedándose en silencio mientras él se subía al escenario. Esto va de ser una persona con inteligencia emocional, educación, respeto y elegancia; cosa que a todos nos ha quedado claro, por lo menos a mí, que carece este Príncipe de Bel Air destronado. Por favor y por favor, ¡qué vergüenza ajena me daría ver a mi pareja envalentonarse delante de medio mundo mientras yo les planto sonrisita de mujer modosa, callada, dulce (y también cobarde)… relegada al segundo plano.

¿Qué habría pasado si Will en vez de negro hubiera sido blanco? Ajá, Will Smith a estas horas estaría en la cárcel. Pero claro parece ser que el color de la piel en este caso, da libertad para el libertinaje o las tortas a mano abierta y aquí no pasa nada. Que aquí lo de menos es lo de la alopecia de su Sra. que lo que queda claro es la impunidad de alguien que sabe que luego se va a ir a la fiesta tras la entrega de los Oscars y… todos fueron felices y comieron perdices. A los hechos me remito.

Pero ¿y si el presentador hubiera sido una mujer graciosa que se hubiera reído de una alopecia del Sr Smith? Pues, “Ay qué graciosa estuvo ella mofándose de los cuatro pelitos del actor, y pelillos a la mar”. Y sigo, ¿y si la pareja de nuestro actor hubiera sido hombre? Ay Dios mío, que la homofobia hubiera corrido por todas las butacas de teatro y de seguro nuestro Will no habría podido ir a celebrar su Oscar y lucir sonrisa en la fiesta porque le habrían invitado, pero a marcharse.

Pero y ya acabo, ¿y si ambos hubieran sido hombres blancos? Pues nada, que el actor estaba preso de su testosterona machista y de seguro no habría vuelto a sentarse en su butaca a seguir propinando insultos al presentador. Entonces, ¿qué es lo que exactamente reclamaba Will con el bofetón? Pues visto lo visto, salvar su matrimonio por haber compartido las risas anteriores con el presentador mientras su mujer le lanzaba gélida mirada y él ni se había previamente percatado o igual su hombría mancillada por las supuestas y sonoras infidelidades de la dama. De otra manera no se explica.

Pero a mí que me gusta ver el lado romántico hasta en las realidades más duras diré que nuestro Will se habría ganado el respeto ya perdido de su público y no sé, (ni me importa) si el de su Jada querida, si cual caballero francés del siglo XVII hubiera subido al escenario y en vez de caer en lo fácil, bravucón y vulgar hubiera solicitado con amabilidad el micrófono y acto seguido mirando a los ojos a Chris le hubiera dicho: “Por mi honor y por el amor que profeso a mi Jade, le reto a un duelo. Con testigos, espada y daga”. Se hubieran escuchado los aplausos en la sala, Will, hubiera mirado al público y sonriendo les habría dirigido estas humildes palabras: “Queridos hombres: Si amáis a vuestras mujeres, amadlas primero y defendedlas siempre. Con abrazos, con palabras, con hechos». De seguro que, por esta actuación, le habrían dado su segundo Oscar. 😊

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