España a la deriva

Primera reunión entre el presidente del Gobierno con el recién estrenado líder de la oposición y el resultado es una sensación amarga de que todo sigue igual, a pesar de que Pedro Sánchez se comprometió en la última Conferencia de Presidentes a poner en práctica una serie de actuaciones con el fin de contener la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos.

Según el Ejecutivo, Alberto Núñez Feijóo no concretó ninguna de sus propuestas, aunque tampoco era muy difícil saber lo que llevaba en la carpeta: reducción de IRPF e IVA. Pero Sánchez no quiere ni oír hablar de bajada de impuestos, lo cual es comprensible, ya que con esta situación está llenando las arcas de Hacienda a un ritmo nunca visto. Hay que tener en cuenta que el próximo 2023, si no surge nada inesperado, se celebrarán elecciones y es necesaria la cartera repleta de billetes para comprar votos. Ahí sí que se pondrán en práctica las medidas de carácter social de este gobierno progresista, es decir, tirar la casa por la ventana sin miramientos, ya que luego hay otros cuatro años para poder incumplir el programa electoral culpando de todo lo ocurrido a la derecha capitalista.

Para un estudiante de Economía ha de ser complicado seguirle el ritmo a Calviño, Montero y compañía. A veces afirman contundentes que el mercado se autorregula, otras que hay que intervenirlo. Recientemente, la ministra de Hacienda culpó de la subida de precios a la energía y el gas, impuestos que Feijóo le propuso bajar a Sánchez, pero claro, si los que dirigen España no están por la labor, cómo va a venir la oposición a decirles que hay que hacerlo. Eso sí, ya se encargó la portavoz del Gobierno de proclamar en rueda de prensa que el líder de los populares no había aportado medidas concretas.

Adriana Lastra, fue un paso más allá y publicó en Twitter que Núñez Feijóo no había llevado “ni un papel” a la Moncloa; las mismas redes sociales le colorearon la cara con una foto bastante explícita. Lo de la Sra. Lastra es un caso aparte. Alguien debió decirle que cargara contra todo aquel que opinase diferente a la izquierda y cada vez que habla, es para faltar el respeto y atacar. Tiene la necesidad de imitar a Alfonso Guerra, el azote por excelencia del PSOE, y el problema es que no le llega ni a la suela de los zapatos. Sería interesante conocer la opinión de toda aquella generación de socialistas sobre las políticas actuales del partido del trabajador; más de uno rompería el carné de afiliado.

La cuestión es que al público le queda la impresión de que aquí no se hace nada. Bueno, más que impresión, certeza. Y pasa el tiempo, todo sigue igual y los españoles se van acostumbrando. Lo que hace dos semanas parecía un escándalo, ahora es agua pasada y nadie habla de ello. Pero sigue ahí. Los 20.000 millones de euros para el ministerio de Irene Montero no solo son un insulto a la inteligencia, sino que se destinan a actos o campañas que, si no son ilegales, lo parecen, como el hecho de insinuar la dejadez de la Justicia ante la violencia de género. O bien acaban en manos de los organizadores de algún tipo de evento inclusivo, que últimamente están muy de moda, entendiéndose como organizador ese “artista” que enseña a “pintarte el toto”, mientras El Prado guarda en sus dependencias multitud de obras esperando una inyección económica para ser restauradas.

El ciudadano medio, el que madruga todos los días para tratar de llegar a fin de mes, no entiende de términos macroeconómicos, es más, a muchos, ni les interesa la política. Lo único que desean es traer un sueldo a casa y en sus ratos libres, disfrutar de la familia, aficiones, amigos o estar tirado en el sofá viendo una serie acompañada de palomitas. El asunto es que para poder hacer algo tan sencillo como eso, ha de haber una maquinaria por detrás que funcione correctamente, unos engranajes, que por mucho que quieran hacer ver, no giran como tocan y el barco se está escorando, a la izquierda, porque su capitán está completamente perdido y desubicado. Solo sabe dar golpes de timón hacia donde cree que sopla el viento y a veces ni eso, dejando a la madre patria a la deriva.

Lo que ocurre es que, con el fin de mantener el Estado de bienestar, su Estado de bienestar, ese de chiringuitos y nombramientos a dedo, es necesario que la hucha esté a rebosar para que haya de donde sacar y ahora mismo, toca apretar al contribuyente, que es quien la llena. Un trabajador cansado de esperar una buena intervención del presidente más progresista que ha tenido la nación, artífice del primer gobierno de coalición de la Democracia y aquel al que le “gustaría ser recordado como el político que arregló la economía de España”. Pero el número uno de los socialistas tiene la cabeza más ocupada en su próxima serie televisiva que en los problemas reales del país.

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