Que no decidan por ti

Cada día que pasa estoy más convencido de que la evolución social no ha dejado de convertir a los ciudadanos en plenos instrumentos, cada vez más manejables, de los poderes políticos en el mundo. Y uno se da cuenta de que los problemas no son problemas hasta que, desde arriba, se habla de ellos, hasta que se cuestionan argumentos y se instruyen en consignas a las que los propios ciudadanos nunca habrían llegado si no los hubiesen impuesto discursos fáciles que, en su mayoría, no profundizan en las propias cuestiones porque esto supondría que ellos perdieran la hegemonía del discurso para cederlo al pueblo.

Y es que esto forma parte de las fórmulas que los extremos políticos están utilizando en el mundo, especialmente en Europa y concretamente en España, para aumentar la atracción de las masas en un momento histórico de gran desconcierto, de continuas crisis y fluctuaciones, de un descontento decadente que va más allá de fórmulas de derechos y libertades para incrustarse en el mundo emocional. Absorbidos por metáforas de la realidad, a través primero de la televisión y, posteriormente, de las propias redes sociales, de Internet, mayores y jóvenes han acabado en muchas ocasiones por desconectar de la realidad; de una realidad no sólo física y actual, sino de la realidad histórica y social producto de siglos y siglos de evolución.

El conocimiento de la historia real de nuestro mundo, de nuestro país, de los países de nuestro entorno y del resto del mundo, la falta de capacidad reflexiva y de pensamiento, la falta de capacidad crítica, fomentada a través de la reducción de asignaturas en la educación elementales para ello, y la potenciación al máximo del margen emocional han transformado hacia la visceralidad y la radicalidad las respuestas de muchas personas ante los estímulos sociales; todo ello, casi siempre, desde una perspectiva profundamente materialista, egocéntrica y con una absoluta falta de empatía. Esto lo digo, incluso, desde el punto de vista de la reivindicación de muchos colectivos y sus miembros, que en ocasiones utilizan estas plataformas sociales con el único fin de reivindicarse a sí mismos ante el resto o de limpiar su propia conciencia. Es más, es necesario denunciar que, en ocasiones, ciertas reivindicaciones sociales se han convertido en una auténtica dictadura del discurso único y aceptable e impuesto, sobre el que una aparente mayoría, carente de los suficientes argumentos, abanderan esa imposición como una fórmula más de posicionarse socialmente o de defender con ello postulados ideológicos que nada tienen que ver con lo que realmente están defendiendo (y de ahí, por ejemplo, la necesidad del conocimiento histórico real).

Así, de este modo, encontramos en no demasiadas ocasiones cómo aquellos partidos políticos que representan opuestos pensamientos ideológicos asumen la misma respuesta ante las mismas situaciones, como la censura ante medios no afines o atacar a medios de comunicación porque los cuestionan; algo que, de entrada, es un ataque frontal contra un derecho fundamental, el de la libertad de expresión y libertad de prensa, en su fórmula activa, la del derecho a informar, y en su forma pasiva, el derecho de los ciudadanos a ser informados y serlo por aquél medio de comunicación que ellos mismos elijan.

Pero hemos asistido a partidos políticos que apoyan la “okupación” de viviendas y que, a la vez, hablan de “normalidad democrática”. Curioso esto de apoyar la usurpación de los bienes de otras personas, el robo y destrozo de sus pertenencias, derecho a la propiedad privada que está reflejada en la Constitución y en la Declaración de Derechos Humanos, como lo está, igualmente, el derecho a la vivienda digna. Concretamente, en el artículo 17, que dice: “Toda persona física o moral tiene derecho al respeto de sus bienes. Nadie podrá ser privado de su propiedad más que por causa de utilidad pública y en las condiciones previstas por la ley y los principios generales del derecho internacional”. Es decir, que nadie que no sea el Estado puede llevar a cabo la intervención de los bienes privados, y siempre y cuándo esta acción esté respaldada por la Ley y por una “utilidad pública”.

Evidentemente, que alguien de forma unilateral usurpe una vivienda no representa al Estado ni tiene como fin una utilidad pública, sino privada, haciendo uso ilegítimo de los bienes privados ajenos que deberían ser protegidos por el Estado con plenas garantías. El derecho a una vivienda digna es un derecho que subyace de la propia condición humana pero también de la ciudanía a un Estado. Y es éste, precisamente el Estado, el que debe hacer frente a esta responsabilidad diseñando un plan de viviendas sociales que den respuesta a estas necesidades. Claro que, por lo que hemos podido ver, hay muchas viviendas sociales vacías y demasiados chalets, casas y pisos de alta gama “okupados”. Quizás sea una manera progresista de entender lo de vivienda “digna”.

En el otro extremo nos encontramos con la negación de derechos y con las consignas contradictorias y, en ocasiones, delirantes. Dicen por esos lares, por ejemplo, lo de que si la violencia no tiene género para negar la violencia de género. Pues miren ustedes, la violencia tampoco tiene raza por lo que, de la misma forma que usted está negando la violencia de género está usted negando el racismo, o la homofobia, o la gerontofobia… Dicen también que creen en la igualdad, pero expresan esa igualdad con unos matices muy hirientes como que los homosexuales puedan casarse pero que a esas uniones no las llamen matrimonios. Y se excusan en el origen religioso del concepto.

Osea, que no les molesta que un término de origen religioso se use para heterosexuales que se casan por lo civil, pero sí les molesta cuando esas personas son del mismo sexo. Y así pretenden solucionar… ¿qué? Esto, que es un llamamiento a aquellos que o se callan o expresan abiertamente su homofobia a este colectivo, lo intentan dibujar con la candidez de decir que defienden la libertad de cada uno. Y hasta ahí podíamos llegar. Pero vamos, una libertad como la de antiguamente, en la que cada uno era libre de hacer lo que le diera la gana, pero en privado y con las ventanas cerradas, que no se entere nadie. Pues va a ser que no. Los mismos que niegan su homofobia inventan un lobby gay para atacar al colectivo, como si toda la vida, durante siglos y siglos, y en lo que parecen defender, no hubiese reinado un lobby heterosexual masculino que se han tenido que tragar generación tras generación, con sus abusos, sus exigencias y su falta de igualdad. Pero oigan, que no, que no, que ellos son muy liberales. Ya.

Estos son unos simples ejemplos, muy básicos, de los profundos engaños que la nueva política y política de extremos ha llegado a imponer y ante la que muchos ciudadanos no terminan de reaccionar porque, o bien no les interesa porque creen ciertamente en ellos, o porque son incapaces de cuestionarlos, de observar y aplicar todas las perspectivas e, incluso, ir más allá de lo que se dice y ver cómo se dice, sobre quién, con qué intención y para qué.

Los que me suelen leer habitualmente ya saben cómo terminaré mi artículo. Y sí, muchos ciudadanos tienen claro que el bipartidismo es un obstáculo para la transparencia y para conseguir un país libre de corruptelas y libre de acuerdos con partidos nacionalistas o los que justifican a terroristas y los han introducido entre los suyos, con partidos que, de entrada, suponen una amenaza para nuestro Estado.

Y es que nunca fue más necesario en España, y en muchos países del mundo, el surgimiento, sin fisuras, con fuerza y con capacidad de influencia, de un centro liberal y progresista que sea capaz de llevar lo mejor de cada partido y las propias propuestas a la escena de la concordia, de los avances en derechos y en la protección de los mismos, en obligaciones y en garantías, auténticas garantías de bienestar a presente y, muy especialmente, a futuro. Por eso el centro representa el gran problema para el mundo actual, diseñado para movilizar a los ciudadanos al antojo de los que absorben el poder. Porque el centro representa la voluntad de aquellos que quieren pensar y que quieren decidir sin tener que estar bajo las exigencias de aquellos que dicen darles todas las libertades pero exigirles qué libertades deben escoger y los que hablan de la libertad de escoger su modelo de vida y de derechos como el único aceptable. Por eso, entre otras cosas, Ciudadanos es un partido tan molesto.

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14 Comments

  1. La violencia contra la mujer no es por el hecho de ser mujer. Lo del machismo secular supongo que lo dice por vd., y la vida privada de las personas debería ser eso: privada. Abra su mente

    • No, mire. Abra usted un libro, hemerotecas, estudios, aprenda de la Historia, ilústrese en conciencia y luego venga a dar lecciones si es que las ha aprendido. Existe la violencia contra la mujer por un supremacismo masculino como existen los hombres que se creen que las mujeres son de su propiedad. Lo del machismo secular, si usted quiere, le hago un croquis de aquellos a los que me refiero, pero como quiero pensar que es usted una persona al menos lista, mejor si echa un vistazo a más de un comentario, por no echarlo a más de una condena. Y sí, la vida privada de la gente debe ser su vida privada cuando elijan que esa vida sea privada pero nadie, nunca, jamás, debe obligar a nadie, nunca, jamás, a mantener sus sentimientos bajo llave, incluida usted. Espero que le haya quedado meridianamente claro, señora de la «mente abierta».

  2. Vaya a dar lecciones de machismo a Arabia. No , pero allí no se atreven. Lo que tiene es una obsesión contra la derecha que no es normal.

    • O usted no lee mis artículos o de comprensión lectora anda bastante pez. Mire usted, yo de Arabia no soy, ni escribo en un medio de Arabia. Ni siquiera soy periodista en Arabia, que aquí en España y en otros países de la Unión europea sí. Aquí la única que está demostrando algún tipo de obsesión es usted conmigo, pero siga, siga. Desahóguese, que quedarse con tanta rabia no debe ser muy bueno.

  3. Para ser de centro me recuerda mucho a Irene Montero. Y no le parece un poco ridículo intentar convencer del machismo a una mujer que no lo ha viviso nunca. Rebosa resentimiento

    • No sabe cómo me alegro de que usted no lo haya vivido nunca y, por lo que veo, tampoco ha debido sentir esa sensación que se sufre cuando se experimenta la empatía, porque le aseguro que es complicado vivir y relacionarse y no verlo. Mire, le puedo contar miles de hechos que han pasado por mi vida, pero le contaré uno sólo que realmente para mí escenificó hace años, cuando de nada de esto se hablaba, lo que representa el machismo y la educación patriarcal en una sociedad marcada por ese hetero patriarcado, que también ha existido y no es algo ni siquiera cuestionable. Esto ocurrió hace unos años. Conocí a la vecina de unos amigos. La señora, que tendría algo más de cuarenta años, casada, y con varios hijos, recibía palizas sin razón por su marido, especialmente cuando este bebía, unidas a insultos y un trato vejatorio inhumano. Todos los vecinos lo sabían, lo escuchaban cada día, y todos callaban, por eso que los que usted defienden dicen que es y pertenece a la vida privada de la familia. No había conciencia social de ello. A esto había que unir la afición del hombre por las prostitutas con las que se gastaba gran parte de un sueldo que resultaba escaso para cubrir las necesidades familiares. Pero lo más sorprendente de todo esto no era ya todo lo que le acabo de contar, a pesar de lo repugnante de esos comportamientos. Ella, mujer maltratada, humillada y amenazada continuamente por ese salvaje, a las vecinas con las que tenía una relación más cercana les contaba que era normal que su marido fuese con prostitutas porque eso era cosa de hombres, que es que los hombres son así, y justificaba a su marido en las palizas que le daba por lo mismo, porque tenía un trabajo muy duro y llegaba a casa y quería todo bien hecho y que entendía que se enfadara si algún ruido le molestaba para dormir o incluso si faltaba comida o algún cocinado no le gustaba. Era un hombre, todo era normal. Ella ya lo había vivido con sus padres, la misma situación, y sabía de otras mujeres que pasaban por lo mismo. Pero usted, que no ha conocido el machismo, que niega la violencia de género, que se dedica a intentar desprestigiar la opinión ajena porque va en contra de las consignas de aquellos que usted defiende, le parece hasta gracioso decir que le recuerdo a Irene Montero o que yo es que reboso resentimiento. Para usted ese es el problema. Pues siento decirle que posiblemente el problema esté en su ceguera, en no saber distinguir en la existencia de un problema y si se acometen o no las verdaderas soluciones. Mire usted, yo con el diagnóstico tampoco estoy de acuerdo con Irene Montero, entre otras cosas porque no veo el machismo en los terremotos o en las matemáticas, y tampoco en la solución, pero no por ello me verá negando el problema como se ve a usted misma, desde su posición preferente de haber vivido en un entorno en el que, o bien no la han tratado con ese machismo, o bien la han enseñado tan bien, que lo tiene tan asumido que es incapaz de reconocerlo ni verlo. Pero le aseguro que negando la mayor la que debería sentir el ridículo y la vergüenza ante la negación de tanto dolor ajeno debería ser usted.

    • Supongo que va empezando a entender lo que digo en mi artículo. La invito a que lo vuelva a leer y saque por usted misma algunas conclusiones. Estoy de acuerdo con usted en que no se hace lo suficiente con el tema de los suicidios y que la violencia de género se está utilizando como arma política y desbordando en muchos aspectos esta tragedia para convertirla en una causa que abanderar sin aportar las necesarias soluciones.

    • De ser ciertos estos datos sólo probaría la solidez de nuestro sistema de Justicia, que sería sumamente garantista con relación a los procesos. Es decir, que sólo en el caso de que existan pruebas y consistencia en las acusaciones estas llegarían a condena. De hecho, ha habido condenas por falsa denuncia en algunos de estos casos porque sí se ha comprobado no la falta de pruebas sino la falsedad de las acusaciones. Eso no significa, de ninguna manera, ni que no exista la violencia de género, ni que muchos de los casos que no salen con condena no sean ciertos, sino que carecen de suficientes pruebas, ni que los que sí son condenados hayan hecho barbaridades a esas mujeres. https://www.elcomercio.es/oviedo/condenan-mujer-falsa-denuncia-violencia-genero-20191220001757-ntvo.html

  4. También conozco casos de falsas acusaciones. El tema se ha magnificado por razones ideológicas. Mírese la agenda 20_30 y el nuevo orden mundial. Como dicen los franceses: una golondrina no hace la primavera. Saludos

    • No, el tema no se ha magnificado porque es un tema sumamente grave. Lo que se han hecho es respuestas erróneas a un problema que sí existe y que llevamos arrastrando siglos y siglos. Y mientras, conviven otros grandes problemas que no son tratados con la misma importancia y deberían. Lo de la agenda 20-30 lo tengo más que visto y es algo que es utilizado ideológicamente por unos y por otros y a todos debería darles vergüenza, los que niegan la mayor y los que la utilizan a su conveniencia.

  5. El hombre de su historia no maltrata a su mujer por ser mujer sino porque es alcohólico. Un enfermo. En España el maltrato no es estructural. Se trata de dividir la sociedad, mujeres contra hombres, jóvenes contra mayores, homos contra heteros…

    • No, mire usted. Se equivoca. Y siento decirle que resulta hasta lamentable que trate de excusar lo inexcusable. Ese hombre no trataba a la madre de sus hijos así por ser alcohólico. El ser alcohólico, posiblemente, lo hacía ser más visceral o descontrolado. Pero el trato en general, las vejaciones, los insultos, las humillaciones que le hacía, eran a través de su condición de mujer. El maltrato nadie ha dicho que sea estructural, el machismo a través de una sociedad heredada hetero patriarcal sí lo es. Y por supuesto que ha mejorado y mucho, pero eso no significa que todo esté solucionado ni que las cifras asusten. Eso sí y le insisto, las medidas que se han tomado para solucionarlo creo que no son las correctas. Lo que sí que no es justo es pensar que para dividir a la sociedad haya que borrar la igualdad entre mujeres y hombres, jóvenes y mayores u homos y heteros.

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