En parte sí y en parte no

Ya se fue, igual que vino, en su avión enorme, en su coche negro que consume a los 100 km. lo que una furgoneta de reparto del Mercadona en un mes, con sus guardaespaldas, con sus gestos estudiados al milímetro, repartiendo fotos y delicias, como Gigi el amoroso. Biden se fue y con él, la cumbre de la O.T.A.N. también.

Es cierto que estuvieron otros, pero supongo que esos no importaban. En la España de Sánchez que tan lejana y tan cercana parece a la de Don Pablo, alcalde de Villar del Río en la película que todos tenemos en mente, los otros no son más que atrezo. El poder es lo que tiene, el poder es de los americanos y los demás somos comparsa. Quédense con esta última frase que es importante, este comienzo de artículo es sólo para captar su atención. Ahora sigamos por dónde íbamos, el poder…

Poder que abre museos, engalana palacios y nos hace olvidar, al menos por unos días, que si el litro de combustible puede llegar a 3 euros, que si el precio de la luz no baja a pesar de habernos aliado con Portugal en no sé qué cosa ibérica o que si en Madrid han cerrado definitivamente los centros de urgencias y los sanitarios están en pie de huelga. Amnesia made in U.S.A.

Pero el artículo no va de criticar la cumbre. A mí me da mucha alegría que haya salido bien. Que en el mundo se vea lo bien que hacemos las cosas los españoles es algo que a nadie le puede parecer mal. De hecho y cuanto más viajo y trabajo con gentes de otros países, me doy cuenta de lo bien que hacemos las cosas aquí, que no somos en absoluto impuntuales o chapuceros… que debemos estar bien orgullosos de nuestro modo de hacer. Igual esa es la asignatura pendiente, querernos más. Pero ese es otro tema. El artículo va de que aún estando contento no puedo decir que esté satisfecho.

Que me parezca que la cumbre de la O.T.A.N. haya sido éxito de organización no significa que crea que España y la Unión Europea, hayan sido ambiciosas en los objetivos de la misma. Que Finlandia y Suecia hayan sorteado el veto turco no es malo, pero igual no es lo mejor para Europa. Desde luego es lo mejor para los EE. UU. Y aquí es donde quería yo llegar. Los americanos dueños y señores de la O.T.A.N. una vez más y no sin asombro, nos ofrecen la tabla de salvación para enfrentarnos a nuestros enemigos y nosotros la aceptamos. Al igual que con el Plan Marshall de antaño y, mucho me temo, con las mismas esperanzas que los vecinos de Villar del Río, creemos que nos van a dar duros a peseta y la historia ya nos dice que nadie da nada gratis.

La guerra en Ucrania era y sigue siendo aún la oportunidad para que la Unión Europea se reivindique como ese bloque unido en unos principios sobre los cuales construye sus políticas. Es el momento de tejer las alianzas entre países miembros y avanzar decididamente hacia un ejército europeo sobre el que apoyar nuestra política internacional, al menos igual de rápido que le hemos dado a Ucrania el estatus de país candidato. Dejar de ser comparsas del salvador para comenzar a ser (o volver a ser) nosotros los protagonistas de la historia. ¿Qué si estoy satisfecho con la cumbre de la O.T.A.N. de Madrid? Pues qué quiere que le diga, en parte sí y en parte, pues no.

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