Amber y Johnny

Acaba de hacerse pública la sentencia en el caso Depp contra Heard. El protagonista de El libertino  ha ganado dos batallas en una. Digo esto porque acusaba a su ex-mujer por difamación, al tiempo que ella lo había acusado a él por maltratos de todo tipo. Se diga lo que se diga, este caso nos pone (o debería ponernos) en jaque. ¿Cómo era aquello? ¡Hermana!, ¡yo sí te creo! Es tanto como afirmar que las mujeres nunca mienten. Ninguna persona razonable debería creer eso. Más aún: no es sensato ni prudente dictar leyes sobre tales bases. Ellas, las dulces criaturas, no sólo mienten; también insultan, humillan, agreden, maltratan, roban, matan. Decantar datos únicamente sirve para empeorar los problemas, y nunca para solucionarlos.

No hace tanto tiempo se definía la violencia como un fenómeno vertical. Claramente funciona de arriba abajo. El más fuerte descarga sobre el más débil en una especie de corriente continua. Es por eso que las mujeres se ceban más con los niños. Este panorama cambió con el establecimiento de un dogma sagrado. Las militantes de la “viogen” (ahora se llama así a la “violencia de género”) impusieron su narrativa. Nos dicen que un sistema social heteropatriarcal fabrica machos con un acelerador de la testosterona: son monstruos que orientan su violencia de forma discriminada. Su objeto predilecto sería una mujer. La maltrata “porque” pertenece al sexo femenino. Es decir, una misoginia latente a la par que alimentada lo empuja a odiarla en esencia. El paso siguiente es convertir ese asco en un proceso que puede culminar en asesinato.

Así las cosas, existe una red de asistencia entorno al fenómeno. Se aprueban legislaciones, se financian ayudas, programas, formación de profesionales implicados. El femicidio es concebido como la categoría de homicidio más grave en una sociedad “concienciada”. Si el muerto es el hijo, la víctima primera también es ella. Tenemos cifras sobre la mesa, es cierto. Como toda estadística, hay que saber interpretarla. Si la “viogen” fuera lo que dicen que es, las matemáticas serían otras. Los hombres prefieren matar a otros hombres que matar mujeres. Hemos visto el verdadero rostro del patriarcado a propósito de Ucrania: mujeres y niños a salvo, y hombres al frente. Hasta los terroristas de ETA han matado más hombres, muy por encima de sus víctimas femeninas. Los tribunales populares tienden a ser más duros con un reo que con una convicta.

El jurado, pues, ha creído a Johnny Depp, que llegó cargado de pruebas. Bebe, consume drogas, es un ídolo un tanto excéntrico. Su relación con Amber era encanallada, como ocurre en cientos de miles de parejas. Sin embargo, el mundo entero lo había llamado “maltratador”. Es una amonestación automática, instantánea, que lo convirtió en un proscrito. Le retiraron su papel en Piratas del Caribe y lo perdió casi todo. La infamia soportada le fue infligida a escala global. Depp no tenía dónde esconderse. No hubo condena formal, pero sí la denuncia pública de su exmujer. Johnny “sólo” pagó viendo oscurecido su buen nombre. El hombre que visitaba las plantas infantiles de oncología disfrazado de pirata conoció el descenso a los infiernos. La pálida y joven Amber era otra víctima más.

La conciencia de Johnny debía estar limpia, cuando se levantó y dio un golpe en la mesa. Decidió arrastrar sus heridas purulentas hasta la Corte. Ella había mentido, erigiéndose en un “caso de manual”. ¡Hermana!, ¡yo sí te creo! Después de la sentencia, sigue manteniendo su discurso. Afirma que la lucha de las mujeres ha retrocedido, como si también me estuvieran sojuzgando a mí, a todas. Los clichés de un feminismo anquilosado surgen como mariposas aleteando: Johnny es un hombre, es millonario, tiene poder. Según ese relato, la fama lo ayudaría. Los fans no quieren creer que Jack Sparrow es un maltratador. Pero todo parece indicar que la señorita Heard padece cierto desequilibrio, con una capacidad de ocasionar daño que la justicia nunca reparará del todo.

Las mujeres mienten, todos los días, tanto como los hombres. La mentira, en sí, es un laberinto psicológico del que nadie sale ileso. El Me Too y toda su artillería humedecida ha sufrido un revés más que merecido. Se lo ha propinado un hombre humillado que ha confiado en los tribunales. Si ellas mienten, entonces hay víctimas masculinas. Según la abogada Guadalupe Sánchez, (autora de Populismo punitivo) en el año 2018 se interpusieron 166.961 denuncias, de las cuales el 70 por ciento fueron archivadas. Eso significa que no prosperaron porque los jueces que las desestiman no consideran los hechos constitutivos de delito. Podrían denunciar a la denunciante por falso testimonio, pero no ocurre casi nunca. En la página 150 de su ensayo se puede leer: “tampoco es cierto que sólo quepa reputar como falsas el 0’01 por ciento de las denuncias”. Y añade: “muchas mujeres caen en la tentación de instrumentalizar la denuncia por maltrato, incluso para acceder a ayudas de contenido económico”. Hay voces que lamentan el caso Amber “porque perjudica la causa de las mujeres”. Alguna portada de tirada nacional cuestiona la sentencia. Yo creo que más bien nos anima a corregir errores graves. ¿Qué gana una sociedad equivocándose?

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3 Comments

  1. Would this have been such an advertised event if they were not celebrities? Probably not, the extent of this as a normal case is totally out the window with the exuberant eccentric lifestyle that is over dramatized. Take that all away and you have 2 people trying to prove who was more crazy than the other one, what does that matter? It doesn’t change my life, it proves that some people with excess of things don’t know how to control their selfish narcissistic attitudes and were never meant to be together ever!

  2. No puedo estar de acuerdo con la totalidad del artículo. Parte de él me parece demagogia. La violencia de género existe (si mal no recuerdo, se llama viogen por el programa informático de la policía, lo cual no significa que ninguna mujer mienta ni insulte o pegue, no todas son santas, tampoco se puede comparar la violencia de los hombres hacia las mujeres con que ellos van a la guerra, es por su mayor fuerza y resistencia física, ni que ETA matase a más hombres; ¿qué tiene que ver? En aquella época había menos mujeres en el poder político. Y que cuando un padre mata a un hijo, ¿la prinmera es la mujer? ¿Quién lo ha dicho? Pero sí he escuchado a padres reconocer haberlo hecho para que la madre sufriese de por vida de una forma difícil de superar. No todos lo hombres pegan ni insultan ni matan. Los hay muy buenos. Pero en relaciones de pareja es el hombre (repito que no todos) el que lo hace más habitualmente. Hablando de estadísticas hay que mirar el nº de mujeres muertas a manos de sus parejas masculinas y comparar. Es alarmante. Que hay denuncias falsas, seguramente; hay de todo como en botica, pero esas estadísticas que se interpretan como que las denuncias archivadas significa que no hubo violencia, no es así. Puede haber retiradas de denuncias por razones varias, archivos por falta de pruebas,… Por el amor de Dios, que es un problemón gordo el de la violencia de género, que viene del machismo, según el que las mujeres son inferiores y no tieemn los mismos derechos. Recapacitemos, por favor. Se puede hacer daño, aín más, con palabras que ponen a caldo a la mujer.

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