El poder de las burbujas

Comenzaré mi artículo de hoy con una parábola. Y es que miren, la información, sin duda, es una fuente de poder. Pero este poder se agiganta cuando lo la información que se maneja tiene la capacidad de influir tanto en la percepción de la realidad como, incluso, en la percepción de idoneidad o de irregularidad o ilegalidad. Está claro que una información que aporta datos que descubren una ilegalidad, si afecta al ámbito político o a personas públicas o con cierta relevancia pública tiene directamente asignado el grado de escándalo. Pues imagínense que, en el paradójico mundo de los sueños, cada información fuese una burbuja.

De darse esa circunstancia, cada información estaría sometida al cerramiento de su propia existencia, visible desde fuera pero sin contacto real con el mundo exterior. Miles, cientos de miles y hasta millones de noticias circulan cada día no sólo por los medios de comunicación sino también por las redes sociales. Su futuro no sólo dependerá de aquella persona que, soplando agua jabonosa, haya creado esa burbuja con su contenido interior, sino de que haya alguien que sepa distinguirla de entre tantas otras burbujas, que llame su atención hasta el grado de romperla y hacer de un suceso aislado, dentro de millones de sucesos, un acontecimiento relevante y público.

Hay burbujas que por su color especial y llamativo, por el contenido especialmente iluminado por el medio que lo transmite, sabedor de su potencial, nace con una capa muy fina de burbuja, esperando que no sea una persona, sino el conjunto de la sociedad quién la explote y difunda, la desgrane, la rearme, la divulgue y se convierta en la primera de muchas otras con un contenido relacionado, a modo de serie de burbujas con las que jugar.

Sin embargo, este proceso tiene sus propias reglas, algunas no escritas y otras bien ocultas en el saber del control de la información y de los medios, en ese mundo de los sueños el control de las burbujas y, a ser posible, de quiénes las crean. La primera de esas reglas sería adelantarse a la creación de la burbuja, controlando el flujo de creación de las mismas y sus contenidos. En esto son expertos los gobiernos dictatoriales, tanto de derechas como de izquierdas y, muy especialmente, esa nueva izquierda radical con raíces comunistas que arrastra de esa concepción ideológica del mundo razones tan sociales y de derechos humanos como la libertad de expresión o el derecho a la comunicación y a la información… a su manera.

Una nueva izquierda radical que no siente el más mínimo remordimiento de conciencia a la hora de exponer la necesidad, o más bien su necesidad, de una nacionalización de todos los medios de comunicación para que el Estado pueda ejercer un control sobre ellos. Claro que esto lo suelen decir, especialmente, cuando ellos asumen alguna cuota de poder o ven que se acercan a ella. Pero también la derecha extrema lo demuestra en ciertas actitudes como la censura de los medios no cercanos a su proyecto y los impedimentos y prohibiciones que ponen a que estos asistan a sus ruedas de prensa o comparecencias públicas.

También ocurre, y es por todos sabido, la presión que las fuerzas políticas y sus dirigentes ejercen cuando se encuentran en el poder para controlar lo que hasta los medios que consideran afines crean con sus burbujas. Y no han sido ni uno ni dos los directivos de esos medios los que han pagado con sus propias cabezas su negativa a ceder ante la presión de ese poder político. Reciente tenemos el caso de un director del diario El País con el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pero más lejanos tenemos casos que señalarían al ex Presidente Aznar en los mismos menesteres. Pocos se salvan de un abuso de poder que debería estar legislado y penado, considerado cohecho.

Lo cierto es que, en muchas ocasiones, esto resulta incontrolable y la burbuja es creada y vuela por los aires libremente. En ese caso, el control de la misma pasa a otro estado. En primer lugar, debemos considerar si la información de la burbuja es lo suficientemente importante como para terminar por influir. De no ser así la práctica consiste en ignorarla, incluso sacar otra más llamativa para que se pierda la atención sobre la misma y pase desapercibida. Esto es algo que suele ocurrir, y mucho, en los casos de corrupción política.

En segundo lugar, si observamos que su interior contiene una bomba, debemos evitar que explote, que se convierta en llamas, que en contacto con el oxígeno genere una explosión que la visualice hasta tal punto que sus efectos sean incontrolables. En ese momento, uno de los primeros pasos a dar es la negación de la burbuja. Negar la burbuja, aún aportando datos falsos, da tiempo para que tenga que ser una nueva burbuja la que reafirme los datos, crea confusión y convierte a la nueva burbuja en un sucedáneo de la misma que convierte la verdadera información inicial en una serie de negación de la negación de la negación… hasta que la primera burbuja termina perdiendo todo el interés. Y así ha ocurrido en nuestro país en muchas ocasiones últimamente, en casos como las mascarillas en la pandemia, los casos de exceso de muertes, los casos de fallecimientos en residencias, también con afirmaciones que se excusaban en Europa para ratificar planteamientos que la propia Unión Europea terminaba por desmentir o el hasta mucho más reciente más que lamentable “incidente” de Melilla que le ha reventado en la cara al Ministro Marlaska. Y bueno, mejor no entrar en la brillante negación en torno a lo de la Ley del «sólo sí es sí». Pues sí, sólo es una espectacular cagada.

La propia guerra de Ucrania se ha convertido en gran medida en una doble guerra. Por un lado la de las bombas, los misiles, los disparos, las muertes y los destierros, y por otra la guerra de burbujas en las que el Kremlin y Putin juegan a dibujar una realidad paralela con su perfecto control en la fabricación de esas burbujas y en su juego sucio con el mundo vendiendo una realidad que no es creíble porque en los países occidentales sí hay una cultura democrática que permite cuestionarse, informarse, debatir y conocer la realidad más allá de las manipulaciones a las que tiene acostumbrado a su pueblo. No obstante, de todos es sabido su afición por controlar las redes sociales e influir a través de sus propias burbujas en los procesos democráticos occidentales o hasta los no democráticos, como el 1-O en Cataluña.

Y es que, un buen control de las burbujas puede ser el mejor método para poder manipular y controlar los pensamientos y la opinión pública, y en ello son expertos los separatistas y todos sus amigos. O también es experto Mr Tezanos, sabedor que es dueño y señor de una de las fábrica de burbujas más influyente de este país, el CIS. Hoy ha publicado que aumenta la diferencia de ventaja del PSOE respecto al PP. Dicen que una mentira contada mil veces se convierte en verdad. Contemos los estudios sociológicos que quedan hasta las próximas elecciones y crucemos los dedos.

Algunos pensarán que la parábola de las burbujas está basada en hechos reales y recientes pero, por desgracia, es una simple evolución de conceptos mucho más antiguos, especialmente destacados en la teoría y práctica del nazi jefe de comunicación de Hitler, Joseph Goebbels, que llegó a hacer creer a todo un país que perseguir y asesinar a judíos, homosexuales, comunistas y todo aquél que negara la autoridad del dictador merecía la muerte, y que el mundo debía rendirse ante el poder de una raza superior. Si esto ocurrió en a principios de los años 40 del pasado siglo imagínense el poder que se ha creado de control y manipulación informativa y el riesgo que una civilización puede correr si, como algunos promulgan, debe haber un control de los medios de comunicación y de la libertad de expresión y prensa. Con lo débil y frágil que puede aparentar ser una burbuja y lo peligrosa que puede llegar a resultar para aquellas personas que, estando dentro de ella en modo información, no pueden tener el control sobre ella. Pocas cosas más sanas para la sociedad que esto realmente sucediera.

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