¿Es pía o pío?

Me pregunto qué pensarán aquellas personas que pusieron sus manos en la cabeza porque, presuntamente, un policía infiltrado en movimientos independentistas catalanes tuviera relaciones sexuales con varias mujeres sobre Matahari, personaje que lleva mitificado durante más de un siglo. Pero, no nos engañemos, el espionaje en general, no sólo en el caso de la espía por excelencia, ha estado muy relacionado con las prácticas sexuales en su ejercicio. Notable es el caso del agente 007, James Bond, personaje que en sus primeras 25 películas mantuvo 59 relaciones sexuales. Por cierto, según alguna investigación, sin protección.

Y es que, además, el asunto del espionaje nunca ha tenido ningún tipo de rubor en relación con la ideología política del país que lo hubiese usado. Y si no, que se lo digan a la URSS comunista de Stalin, ese ser genocida tan valorado y admirado por personajes como el ex líder de PODEMOS, Pablo Iglesias, y su espía Ursula Kuczynski, más conocida como la Agente Sonya, y responsable del “robo” de los secretos que permitieron a la comunista Unión Soviética acceder a la construcción de sus propias bombas atómicas. Todo un gesto pacifista, feminista y progresista, claro que sí. Y más si a todo ello se accede con más facilidad a través de los juegos bajo las sábanas y las almohadas.

Y no es la única muestra de “feminismo progresista comunista” que se permitió y de la que disfrutó la URSS usando a mujeres como instrumento de obtención de información secreta a través del sexo. Conocida es su Escuela Estatal Número 4, que se dedicaba, precisamente, a reclutar y a “formar” a jóvenes soviéticas en las artes de la seducción y la sexualización de las relaciones con dichos fines.

Existe, evidentemente, una gran diferencia en la visión histórica en el uso de esta práctica por hombres o por mujeres, precisamente porque el poder durante la Historia y las posiciones de poder siempre han estado, en su aplastante mayoría, en manos de hombres, por lo que el objetivo a batir, normalmente, era un hombre, y el arma para conseguirlo, una mujer.

Pero también ha habido incursiones en relaciones homosexuales, o de hombres a mujeres porque, no lo olvidemos, la infidelidad no sólo se produce de hombres a mujeres sino que muchas mujeres han sido y son infieles a sus maridos y podían ser un fácil instrumento para poder llegar a la información a la que éstas tienen mayor accesibilidad. En este sentido tenemos casos como el de Markus Wolf, espía de la Alemania comunista en la Stasi al que pocas secretarias de personalidades de poder de occidente se pudieron resistir, especialmente de la Alemania Federal.

Y, si quizás desde una perspectiva de género feminista todo esto tendría múltiples lecturas, posiblemente muchas de ellas se ajusten precisamente a los intereses que confirmen más que desmientan algunos de sus mitos más cuestionados. Es decir, presentaría a las mujeres en la Historia como utensilios usados por el poder patriarcal para, prostituyendo sus cuerpos y minando su dignidad, conseguir una información para aumentar o ratificar el poder de esos hombres.

Sin embargo, olvidarían en este caso que la inmensa mayoría de ellas accedían a trabajar en ello por convicciones ideológicas, muy especialmente las que lo hacían en nombre de ese comunismo que ahora muchos y muchas reinventan como pretenden reinventar tantas partes de la Historia para seguir justificándose y justificar sus caprichosas decisiones, que igual permiten rebajar condenas a violadores como sacarlos de la cárcel a la vez que venden la nueva Ley como un adelanto para el derecho y la protección de las mujeres, no bajándose del burro del enorme error de su apuesta, de su aprobación y de su propio enrocamiento.

La deriva social que provoca el relativismo moral se hace carne en algunos de estos nuevos personajes de la política, pero también en la misma sociedad. Recientemente, y no es la única ocasión, escuchaba hablar a una amiga de que había tenido una relación con un hombre casado pero que no se sentía culpable porque quién tenía un compromiso era él y no ella. Sin embargo, ese tipo de relaciones suelen estar basados en el desconocimiento de la tercera persona, en este caso la esposa en cuestión, que tampoco tiene la posibilidad de elegir con quién mantiene relaciones sexuales sabiendo que éste tiene otras ajenas a su propia relación. Y no se es cómplice de un crimen cuando se comparte a partes iguales el botín. En este caso, somos coautores de la mentira y el engaño.

Y es que, graciada o desgraciadamente, el sexo y las relaciones son una apuesta en la que cada cuál no sólo se asume la propia decisión del consentimiento, sino el riesgo de poder sufrir las consecuencias del engaño, bien porque te sean infieles sin tú saberlo o bien porque con quién decides compartir tu pasión sexual no tenga como fin el idílico amor de pareja sino el idílico amor a tu dinero, a tu posición o al privilegio de la información que tú, libremente y afrontando los mismos riesgos, decides compartir con esa persona.

Curiosamente, para algunos y algunas, el riesgo no existe porque los equivocados siempre son los demás y los culpables del depósito de nuestra confianza son los otros. Alguien que engaña en cualquiera de sus formas podría y es moralmente inaceptable pero confiar en la persona no adecuada es una cagada cuyas consecuencias también debemos asumir. Y esto no es una cuestión ideológica, no es cuestión de progresismo ni de guerra sucia, es la vida misma que nos da lecciones si decidimos voluntariamente entrar en la clase. Pero de ello, o podemos aprender a ser mejores con nosotros mismos o a ser más miserables con el mundo de lo que ya podríamos estar siendo, creyendo en nuestra inviolabilidad, que defendemos a cualquier precio, mientras señalamos a la ajena.

Os voy a ser sincero, para mí lo peor de estas rabietas, aullidos de indignación sobrevenidos y golpes de pecho de perspectiva de mujer tan equivocados lo único que termina consiguiendo es la prostitución del concepto feminista y del trabajo y esfuerzo, de la lucha de varios siglos para conseguir una verdadera igualdad que nada tiene que ver con consignas ideológicas ni con florituras partidistas de aquellos cuyos regímenes de referencia seguían cometiendo atrocidades contra homosexuales y contra los derechos de las mujeres muchos años después de la muerte de nuestro dictador.

Un poco de dignidad humana, por favor. Que también, si es cierto que muchos animales muestran más «humanidad» que muchos humanos, también lo es que si muchos humanos y humanas demostraran la misma «humanidad» que demuestran en sus vidas y en su defensa de los animales, la tuvieran hacia los propios humanos, otro gallo nos cantaría. También en las Leyes. Sí o sí.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*