Lo que no sabía de Tamames

Hará unos días presentaba su moción de censura Ramón Tamames. Más allá de los datos más paradigmáticos de su biografía, yo no sabía mucho sobre él. Su militancia en el PCE, su estancia en la cárcel durante el franquismo, su viraje al CDS y a una más prospera vida de economista, y ahora su compadreo con VOX. Era la primera vez que le veía en pública comparecencia.

Ese compadreo con Abascal pareció el justito, no precisamente el de un lacayo voxero. Cordial en su tono, Tamames ofreció un debate honesto. Durante sus intervenciones, el candidato fue capaz de afear la conducta de sus compañeros de bancada y alejarse del discurso de VOX en puntos más que concretos. No aplaudió la intervención de Abascal, su padrino en esta empresa.

Lo que demostró Tamames, por más que muchos se rían, fue su capacidad de argüir, no diré unas réplicas impecables, pero sin duda una solvencia debatiendo que rara vez se ve en suelo parlamentario, el cual desde ya años parece el suelo del légamo si no 13 rue del percebe. Por allí andaba en la garita, para descojone de propios y extraños, el “caballero mediador” para bochorno de Sánchez y CIA en aquello de advertirles que el fiasco del tito Berni está lejos de desvanecerse. La casa del pueblo, la sede de la soberanía nacional ya recuerda hace tiempo a una peli de Pajares y Esteso. Cuando no se amamanta a un bebé en el hemiciclo, o se ofrendan despachos para fornicar, se asoma la sospecha de que en los pasillos se cobraban coimas.

Reconozco que no me tragué toda la moción, pero sí al menos tres horas. Reconozco que las intervenciones de Pedro Sánchez las vi a cachos, a razón de dos minutos. Entiéndanlo, si te han afanado tres veces la cartera ya no le haces ningún caso al carterista. Una vez más, tremenda retahíla de letanías dirigidas a su genuflexa militancia.

Me llamó la atención la intervención de Yolanda Díaz, impecablemente vestida, a la par que torpe, ñoña y soporífera. Llegó a confundir el artículo nueve con el artículo catorce la Constitución. También tuvo los higadazos de hablar del despido en la era Rajoy, cuando despedir sigue siendo igual de barato tras su reforma laboral. Un discurso vacuo, plagado de lugares comunes y datos sobre empleo y macroeconomía más sospechosos que El Vaquilla haciendo footing. Hace poco, la vicepresidenta por fin reveló que los fijos discontinuos van caminito del medio millón en España. En resumen, su monologo fue un mitin presentando su “Sumar”, con más embelecos para sus socios del PSOE que a los de Podemos.

Mucho se ha hablado en prensa en relación a los casi noventa años que tiene Ramón Tamames. Bien lejos de lo senil, demostró una dialéctica francamente superior a la de los inquilinos del Congreso de los Diputados. Honradamente, si lo comparan con las presentes y pretéritas comparecencias de Montero la de Hacienda, Patxi López, Aitor Esteban o la Belarra, el candidato parece un éforo.

En prensa y medios fue tildado de ególatra y soberbio. Su moción parodiada en directo como inoperante. Para egolatría ya tenemos a Sánchez, y para inoperancia y soberbia a Irene Montero. Fue Gabriel Rufián, nada menos que él, quien espetó a Tamames dar vergüenza ajena. El carbón le llamó negra a la sartén.

Mucho cachondeo las pasadas semanas con la moción de censura que presenta como candidato independiente a un anciano. No minusvaloren la veteranía ni en la política ni en oficios más nobles y onerosos. Churchill, al que no parece que Tamames admire mucho, tenía más de 65 años cuando fue ungido primer ministro de un país que iba camino de la extinción y acabó sepultando a Hitler con armas, pero sobre todo con política y diplomacia.

Tamames fracasó en su moción, lo normal y previsible. Más bien se trató de una exposición de cuitas y tribulaciones de un país que agoniza. Era una estratagema más de un partido, en este caso VOX, al que quizá el tiro le salió por el culatín de la culata. Tamames, con casi 90 años, repartió sopas con ondas a una bancada de ministras y prebostes que le lanzaban abucheos y coñas marineras como cotorras bachilleres, y sobre todo retrató el muladar en el que han convertido la Cámara de representantes.

Tal vez no sea a Ramón Tamames a quien le flojea el corcho. Tal vez sea que el congreso se ha convertido en un meme. Su moción de censura no fue constructiva. No es que la mayoría parlamentaria el pasado año haya construido nada mejor validando a violadores, sediciosos y malversadores con leyes abominables. Feijoo ni estaba, ni se le esperaba. Ciudadanos una vez más ‘gallumbeando’.

Lo que no sabía yo es que Tamames no es precisamente quien está en su mayor declive. A Sánchez ya parece que su sonrisa entre Clark Gable y Zoolander se le empieza a torcer. Cuanto más se le aplaude en el hemiciclo, más retruenan los abucheos en la calle. Eso que el candidato, en un más que digno discurso, definió como el Síndrome de la Moncloa. Un candidato que fue al talego allá en los cincuenta por comunista, cuando algunos de estos antifranquistas de anteayer no tenían aún la condición de espermatozoide. Más les valdría cerrar el pico y por una vez en su vida escuchar.

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